Capítulo 10: Salida

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Capítulo 10'
Salida

Son las seis menos diez de la mañana. Ya sé que no son horas para bajar a recepción a proponer que quiero abandonar el curso ahora, y retomarlo en cuanto pueda, pero no soporto más la espera. También he estado pensando en qué contarles. Ellas verán ridículo mi motivo, así que lo mejor es que piense en uno mejor, o más bien, en inventarme uno nuevo por si lo necesito.
Noto cómo mis latidos se aceleran a cada instante, mientras me acerco a la oficina. He desayunado primero para hacer tiempo.
Veo a la chica de recepción, es nativa, muy amable y simpática. No sé qué tiene este país que todos los que viven aquí son excesivamente amigables.
—Hola, buenos días. Necesito hablar de inmediato con la tutora del programa, es una urgencia —digo apresurada. Sé que la tutora ya estará por aquí.
—Buenos días. Espere en esta sala cinco minutos, por favor, enseguida la aviso —dice la recepcionista. Sabe que es una urgencia real, mi cara lo revela.
Después de diez interminables minutos, por fin aparece Jane.
—¡Hola, buenos días!
—Buenos días.
Entramos a su despacho y explico a Jane el plan que me gustaría hacer. Al principio estaba reticente, y he tenido que utilizar el motivo inventado, a la fuerza. No quería, pero lo he visto necesario. Le he dicho que tengo un problema familiar y que debería viajar con urgencia a Barcelona. Me alegro de haber tenido este plan B, porque he visto claro que si no le llego a decir esto, no me habrían dejado aplazar el curso.
Después de algo más de dos horas de preguntas y opciones a realizar, me comenta que tiene que consultarlo con la directora y que al medio día baje para la confirmación y el papeleo a firmar.
Salgo del despacho y me quedo a cuadros cuando me doy de bruces con Dave, que está frente a mí.
¿Qué coño hace aquí?
—¿Sucede alguna cosa? —pregunta en general con su mirada de acero.
Siento un nerviosismo en mi estómago.
—Bueno, Catherine ha venido a solicitar su baja temporal en el curso, pero esperemos que al final no sea nada grave.
—¿Perdona? —ahora la mirada acerada se dirige a mí— ¿qué es lo que sucede?
—Discúlpeme, señorita Jane. Tenemos una reunión. —Comenta la chica simpática recepcionista.
—Sí, lo siento chicos, tengo que irme. Dave, Catherine te puede explicar mejor. Nos vemos al mediodía para arreglar el expediente —me dice y entra a su despacho.
Mierda.
Comienzo a caminar hacia mi habitación sin decir nada más. Con la última persona con la que me apetece hablar de esto es con él, evidentemente. Además, a él me cuesta mentirme, y más cuando me mira de esa maldita forma.
—¿Puedes esperarte? ¿Me puedes explicar, por favor, que ha querido decir Jane? —me sujeta del brazo, haciendo que tenga que detener mis pasos.
—Nada. Tengo que ir a hacer la maleta.
—¿La maleta? ¿Pero de qué estás hablando?
Joder. Resoplo. Esto parece una broma.
Continúo caminando hasta llegar a la casa, no hay nadie, ya que hoy teníamos una corta excursión y caigo en la cuenta de, ¿qué hace Dave aquí?, debería estar con el resto de compañeros.
Llego a la habitación y al cerrar la puerta me encuentro con la mano de Dave que la detiene. Le miro y por sus ojos salen llamas. Dios, esto no tenía que haber pasado.
—¿Por qué no estás en la excursión? —le digo.
—¿Y tú? —sus labios forman una línea muy fina por la presión que ejercen.
—Me voy del curso. Lo aplazo.
Respira hondo expirando fuerte por la nariz. Voy hacia el armario y cojo mi maleta. Una mano fuerte me la quita de los dedos y me atrae hacia su pecho.
—Mírame —¿qué diablos está haciendo? —mírame, por favor. —Dice muy dulce, lo hago y veo sus pupilas dilatadas en esos iris que me recuerdan al mar— dime que es cierto. Que tienes un problema grave y que no es por otro motivo.
Mi corazón se detiene. Odio a este hombre.
—Dave, por lo que más quieras, suéltame. —Bajo la mirada. Soy incapaz de mentirle mirándole a la cara. Está a un maldito palmo de la mía.
—No pienso soltarte. No quiero soltarte. No quiero que te alejes de mí. Si tienes un problema, yo puedo ayudarte. —Frunzo el ceño y regreso a sus ojos. —A lo que sea. Cualquier cosa. Dime qué ha sucedido, por favor.
Me cago en todo. Se me ha ido de las malditas manos. No soporto ver su cara de aflicción. Mierda, estoy dudando. Estoy temblando.
—Dave... yo. Yo... —ahora frunce el ceño él.
—Catherine, aunque te parezca increíble, podría ayudarte con cualquier cosa que pudieras imaginar, te lo juro. Lo que sea —acuna mis mejillas entre sus manos y me separo de golpe.
Esto es demasiado.
—No ha pasado nada que no sepas.
—¿Cómo? No entiendo, ¡explícate!
—Que no ha sucedido nada en realidad, que todo está bien, todo sigue igual... todo menos yo. No soporto esta situación y necesito alejarme.
—¿Me estás hablando en serio, Catherine? —pregunta. Su rostro cambia al instante de expresión—. ¿Me estás diciendo que todo esto es porque quieres alejarte de mí?
No digo nada, solo le miro a los ojos y esa es mi respuesta.
—No me lo puedo creer. Te lo prometo —se toca el pelo de la cabeza y anda de un lado hacia otro a gran velocidad, nervioso— ¿y querías irte así, sin más? ¿me lo ibas a explicar por lo menos?, ¿me ibas a dar tu maldito teléfono? —no digo nada— ¡¡joder!! ¿cómo eres capaz de marcharte así?
Se sienta en la cama y pone sus manos en la cabeza. Respiro hondo. Miro hacia la maleta que se ha quedado apartada y voy a por ella.
Dave, vuela hacia mí, le he visto borroso en el movimiento.
—Por favor, no te vayas. Te lo suplico —coge la maleta y vuelve a dejarla a un lado.
—Necesito alejarme.
—No te alejes de mí. No lo soporto. Quiero que te quedes contigo.
—Dave, lo nuestro no puede ser... tú también quieres alejarte de mí. Lo he leído en tu diario.
Respira profundo.
—Ya no.
—¿Qué quieres decir?
—Que lo nuestro sí que puede ser... que te quedes a mi lado, por favor. ¿Lo vas a hacer?
Mete sus manos por debajo de mi suéter y me atrae hacia él. Sus dedos en mi piel me hacen perder el sentido. Me mira y se acerca suavemente a mis labios. Maldita sea, que bien huele. Roza mi boca con la suya y me besa dulce, con una dulzura que me desarma. Separo los labios y me encuentro con su lengua que viene en busca de la mía con ternura. Nos acariciamos con ellas y pierdo la noción del tiempo. Lo he perdido todo. Todo mi cuerpo vibra junto al suyo.
—No soporto pensar que te alejas de mí, quédate conmigo.
—Dave... —murmuro.
—Quiero estar contigo y no me importa nada más. ¡Nada! Solo que estés cerca.
—¿Quieres que estemos juntos?
—Sí. Nada me importa más ahora.
Me atrae con fuerza hasta su pecho y volvemos a besarnos con desespero, como si fuese nuestra última vez, como si los cuerpos molestasen. Alma con alma. Con absoluta necesidad. Apenas podemos mantener la respiración con normalidad, están muy aceleradas. Siento que estamos en otro lugar, solos, sin que exista nada más, como si estuviéramos solos en este mundo.
Cuando conseguimos separar nuestras bocas, nos sentamos en la cama y comentamos que podría decirle a Jane para que anule todo el papeleo.
—Catherine, es mejor que bajes ya, igual no le ha dado tiempo a mover nada. Te acompaño si quieres.
—De acuerdo.
Finalmente me dejo convencer y le explico a Jane que he hablado con mi familia para comentarles mis planes pero que me han insistido en que no era necesario ya que las cosas habían mejorado. No sé, no me ha costado mucho. Se lo ha tragado, aunque he de decir que Dave me ha ayudado bastante a ello.
El resto de la tarde la paso con mis amigas, Cris y Zoe, disculpándome por no haberles comentado que no iba a asistir a la excursión. Me explican lo básico que han hecho en el recorrido, en realidad solo duraba un par de horas, así que no ha sido muy importante.
Por la noche, decido ir a ver a Dave, así que me dirijo hacia su habitación y comentarle que cenaremos pronto.
Toc, toc.
—¿Quién es?
—Soy yo, ¿puedo pasar?
—Sí, pasa.
—La cena está casi preparada —digo inocente.
Dave está sumergido en lo que está leyendo. Es uno de los documentos de las explicaciones de todas las expediciones y los materiales, esos documentos extensos que nadie se lee. Me aproximo por detrás y coloco mis manos en su cintura. Introduzco las manos por debajo de la camisa suavemente, rozándole apenas. Se remueve y siento su cuerpo vibrar con el tacto de mis dedos.
—Cath, estoy estudiando esto, no me despistes... —me dice cariñoso.
—¿Alguna cosa interesante?
—La verdad es que sí, pero necesitaría coger algo de las cuevas y no sé si podré.
—Puedo ayudarte si quieres.
—¿Lo harías? —pregunta con dudas instaladas en los ojos.
—Claro.
—No te quiero meter en esto; es ilegal y es cosa mía.
—Quiero hacerlo, juntos será más fácil. Yo te cubro y tú lo haces —le propongo.
—Cath, no sé... —dice analizando la situación.
Prosigo con lo que había empezado y sigo acariciando suave con las yemas de mis dedos por su pecho. Se retuerce y suelta un gruñido de excitación.
—Quiero que me beses —susurro en su nuca mientras mis manos suben por su tórax.
—Uf, Cath, por favor, para... —suplica.
—Y, ¿si no paro, qué?
Mis labios comienzan a besar su espalda; después, continúo hacia su cuello, hacia su oreja. No puede resistirlo más, se pone en pie, me lleva veloz hacia la pared y me besa de forma lujuriosa. Tengo mis manos por debajo de su camisa. Toco cada centímetro de su fibrada espalda hasta llegar con suavidad al pecho. Siento un hervor por todo mi cuerpo. Nos deseamos desde el primer día, desde el encuentro del baño. Deslizo mi mano hacia el botón de su pantalón, lo desabrocho, sigo bajando y toco su pene por encima del calzoncillo. Madre mía, noto su eretismo, está muy duro. Joder, esto se nos va a ir de las manos. Quiero sentirlo... sale de mis labios un gemido, su boca me está devorando y creo que yo estoy perdiendo el control.
De pronto se detiene.
—Creo que deberíamos parar...
—¿Lo crees?
—Sí... Es la hora de cenar. Los compañeros nos están esperando, y tendríamos que ir —me dice entre dientes.
—Vale, pues entonces no perdamos tiempo —sigo con mi mano en su erección.
—Uuuff, sí, tenemos que bajar ya, porque si no —agarra fuerte de mi culo y me aprieta contra él, quedando mi mano entre nuestros sexos— no te voy a dejar salir de mi habitación en toda la noche.
Vuelve a besarme y siento millones de remolinos por mi cuerpo. Más vale que paremos ya, si no, ya te digo yo que no bajamos. Se escuchan voces cerca.
Me separo de él a regañadientes. Sonríe, se deja la camisa por fuera del pantalón y decidimos bajar para cenar, después de mojarnos la cara con agua fría.

Supernova Delta (Supernova 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora