Capítulo 4: Aliados

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Capítulo 4'
Aliados

Salgo de la placentera ducha que me he dado. Cristine está fuera mirándose al espejo con asombro mientras observa su rostro moviendo la cabeza de un lado hacia el otro.
—Mmm, me ha sentado formidable. La expedición de ayer fue muy intensa.
—Creo que a mí me va a sentar mejor que a ti —dice con tono pícaro mirándome por el reflejo del espejo.
Abro la boca por el asombro.
—¿Tú y Owen? ¿Ayer...? —le pregunto abriendo los ojos.
—Chssst, te va a escuchar —responde en voz baja, sonrojándose.
Dirige su mirada hacia la ducha de los chicos.
Me llevo las manos a la boca para callarme. Estoy sorprendida de lo rápido que ha sido todo entre Cris y Owen. Bueno, en realidad, siento un poco de envidia sana porque a mí también me gustaría tener algo parecido con Dave, pero presiento que eso es del todo improbable.
Acabamos de comer y la mitad del grupo hemos decidido pasar la tarde haciendo esnórquel en el arrecife de coral que está un poco más apartado del complejo turístico. El cielo está radiante y el aire apenas sopla; hace un día ideal para esta excursión.
Al llegar al lugar, comenzamos a quitarnos la ropa. No me he fijado bien porque no estoy muy concentrada en mirar al resto de compañeros, pero creo que todo el género femenino se ha quedado con la boca abierta al ver el bañador que lleva Dave. Es bastante corto y deja ver a la perfección sus largas y fibradas piernas a juego con su torso. No tiene un solo pelo por ningún sitio. El bañador es de color azul marino con un reborde blanco a juego con el cordón que lo sujeta con firmeza, porque parece que en cualquier momento puede caer. No es demasiado ajustado, ya que no deja entrever nada en medio de sus piernas, pero por mi mente pasa el pensamiento de saber cómo estará ese bañador mojado.
«¿En serio, Catherine?».
Dios santo. Me sonrojo por haber pensado eso.
Como es evidente, Dave se siente observado por todo el género femenino, y me mira fijo. En este momento siento satisfacción por haber decidido ponerme mi bikini más pequeño. Me quito la ropa con delicadeza. Ahora es él quien no le quita ojo a mi culo. Continúa recorriendo mi espalda y nuestras miradas se topan. He de apartar la mirada, ya que el corazón bota dentro de mi pecho y parece que el resto de personas puedan escuchar los latidos.
Después de que todos nos hayamos untado de crema, casi sin mirarnos, nos dirigimos al agua para comenzar con la excursión.
Este lugar es realmente impresionante, un auténtico espectáculo de corales con formas y colores muy diversos. Sus tonos luminosos y la forma en que ondean suaves en el agua me producen sensaciones dispares. Es inconcebible asimilar que esta belleza se oculte bajo el mar.
Pasan horas y sigo embobada observando la magnificencia del lugar. Algunos de nuestros compañeros ya han abandonado la expedición y se han vuelto al hotel.
De pronto, se escucha un fuerte chillido.
—¡Por favor, venid, corred! —grita alguien, de nuevo.
—Es Cris, ¿qué le habrá pasado? —dice Ian, que está junto a mí, quitándose las gafas—. ¡Vamos! Algo ha sucedido.
Nadamos apresurados hacia donde se encuentra ella. Mi primer instinto es buscar a Dave. No logro verle por ningún sitio. Decido nadar hacia donde está Cris.
—¡Se va a morir, ayudadla! —sigue gritando, desconsolada.
Esas palabras hacen que mis piernas comiencen a flojear. Alguien se está ahogando y, por lo que dice, es una chica. Me cuesta nadar, no puedo llegar hacia donde está ella y los nervios me están traicionando. Me quedo inmóvil, intento relajarme, respiro acelerada.
Por fin, diviso a Dave en la lejanía. Comienza a nadar de forma inhumana; nadie más se está percatando de la velocidad con la que lo hace. Nadie excepto yo, puesto que me está costando un suplicio ir hacia donde están ellos. El resto está ocupado en ayudar.
Finalmente, consigo llegar y me sumerjo, con las piernas tiritando al hacerlo.
No lo puedo creer, mi sorpresa es aún mayor. No es una persona la que se está ahogando, sino una tortuga, una tortuga marina impresionantemente bella, preciosa. Parece algo joven, ya que no es muy grande.
Está atrapada en una red enorme. Imagino que lleva mucho tiempo aquí porque está agotada y no tiene fuerzas para moverse. Me siento impotente. Las diferentes sensaciones que he experimentado de felicidad y tranquilidad se han convertido en dolor y tristeza. No quiero ver morir a esta tortuga que apenas puede abrir los ojos.
Las lágrimas salen silenciosas por mis lagrimales de la impotencia, pero nadie puede verlas gracias a las gafas de buceo que llevo puestas, que comienzan a empañarse por la condensación y no me dejan observar lo que está sucediendo. Lo único que logro ver son los musculosos brazos de Dave intentando romper la dura red. Salgo unos segundos a la superficie para quitarme las gafas, lavar mi cara y volver a ponérmelas.
En la orilla están Ian, Owen y Scott, muy nerviosos, discutiendo de qué manera pueden romper la red o quién puede ir a pedir ayuda, ya que no hay nada alrededor.
—¿No tenéis una navaja o algo de metal en las bolsas? —pregunta nervioso Ian.
—No, la verdad es que yo solo he traído la ropa, una toalla y agua, nada más. ¿Y vosotros? —responde Scott.
—No, nada con lo que romper una red tan dura —Owen está desolado.
—Alguien tiene que ir a buscar unos alicates o algo con lo que romperla, aunque tarde en volver, pero de esa forma podremos salvarla —propone Ian.
—Ve tú, ya está atardeciendo y se va a hacer de noche como sigamos dándole más vueltas al tema —le dice Scott.
—¿Por qué yo? Ve tú, que corres más rápido —contesta Ian.
Siguen discutiendo quién tiene que ir. Dave viene a mi mente, pues sé que él tiene mucha fuerza; lo acabo de ver nadando. Pienso en proponerle que vaya él y me dirijo hacia donde está. Cristine acaba de salir a la superficie y viene hacia mí con desespero quitándose las gafas.
—Cath, no aguanto más la respiración. Dave está rompiendo alguna parte de la red, pero no sé si va a poder con toda, es muy grande y no puedo ver cómo se muere esa tortuguita —me dice entre sollozos.
Comienza a derrumbarse y no lo puedo permitir.
—Tranquila, Cris, no te preocupes, seguro que la salvamos. Me quedo con Dave. Tú si quieres ve con los chicos, que proponen volver al hotel para coger alguna herramienta con la que cortar la red, pero no deciden quién va a ir —le digo intentando animarla.
—Vale, si no se deciden, voy yo.
—Pero que te acompañe Owen, o alguien —respondo con tono de hermana mayor.
Cristine asiente. Parece más tranquila y vuelve con el resto de compañeros, supongo que con la esperanza de poder traer algo para salvar a la tortuga.
Parece que el sol quiere empezar a esconderse. Si comienza a anochecer, no veremos nada en poco tiempo. Eso me pone más nerviosa y decido ayudar a Dave a romper la red, pero en ese momento él sube a la superficie a coger aire.
—Dave, quiero ayudarte a romperla. ¿Cómo lo hacemos? Tenemos que salvarla y se va a hacer de noche en poco tiempo —le digo sin pausa.
Le cuesta respirar, lleva mucho sin hacerlo para poder estar el máximo tiempo ahí abajo.
—Cath, esa red no vas a poder romperla, está hecha de un material especial de pescadores. Si no es con unos alicates, no podrás romperla; Cris ya lo ha intentado —me dice entrecortado por la falta de aire.
—Pero, tú la estás rompiendo... —digo sin fuerza en la voz.
Él hace caso omiso a mis palabras, pues parece que lo único que le preocupa en este momento es poder romper la red lo antes posible, antes de que anochezca.
—Solo me puedes ayudar de una manera, dándome aire para que no tenga que subir a la superficie a respirar; así podré romper más rápido esa red con todas mis fuerzas —me propone mirándome a los ojos mientras aclara sus gafas.
Mi corazón quiere salirse de mi pecho, lo noto. Creo que hasta la tortuga puede escuchar mis acelerados latidos. Tocar mi boca con la suya, no puedo mediar palabra.
—¡Cath, di algo, se está muriendo! —dice con tono ansioso.
Esas palabras detonan mi razón y logro responder de inmediato a su petición.
—Vale, te doy aire, pero sálvala, por favor —le suplico.
Dave asiente con la cabeza con firmeza, se coloca las gafas, el tubo y se sumerge. Yo me sumerjo junto a él.
Los ojos de la tortuga me están observando, como si quisiera hablarme, como si quisiese decirme que está agradecida por nuestra ayuda, pero que ya no soporta más estar atrapada en esa red, que quiere descansar.
Tengo ganas de lloriquear, pero reacciono de inmediato al ver la fuerza con la que Dave está quebrando la red. Incrédula, recuerdo las palabras que me ha dicho hace un instante: Cris ya había probado a romper la red, pero no pudo. Cojo un trozo de red para analizar su fuerza. Intento romper una sección de esta, pero es absolutamente imposible poder hacerlo con una fuerza humana. Observo estupefacta a Dave y creo que él se percata de ello. Me hace varios gestos apuntando con el dedo índice hacia su boca. Quiere oxígeno, y yo tengo que dárselo. Subo a la superficie. Estoy muy nerviosa, voy a tocar su boca y no precisamente para besarla.
En la superficie respiro hondo varias veces para coger mejor el aire, miro hacia la orilla, donde está sentada Cris con Owen; el resto habrán ido a por ayuda. Estoy histérica, pero recordar los ojos de la tortuga me devuelve todas las fuerzas que necesito para regresar a traspasarle oxígeno a Dave. Sigue rompiendo la red y me tranquiliza ver que una de sus pequeñas patas ya está libre. Miro a Dave, que me observa, y me quedo inmóvil. Se acerca a mí con decisión, me agarra fuerte por la cabeza y se abalanza con firmeza sobre mi boca. De inmediato, la abro para dejar salir el aire. Mi corazón va a dos mil por hora, pero no puedo hacer nada, no puedo moverme; el aire sale solo para introducirse dentro de él. Se aparta de golpe y se dirige de nuevo a la red. Miro a la tortuga, que parece estar sonriendo. Subo a la superficie para poder coger oxígeno, ya que me he quedado sin él.
Mi corazón palpita con mayor celeridad, estoy excitada con esta situación, pero vuelvo a recordar los ojos de la tortuga. Cojo aire y bajo de nuevo. Dave está avanzando, la tortuga ya tiene dos patas liberadas. Miro a Dave y le sonrío, me agarra fuerte por la cabeza y me atrae hacia él de un solo golpe, rápido. Entonces, vuelvo a sacar el aire de la boca, esta vez mirándole a los ojos, y me doy cuenta de que él también mira fijamente los míos. La situación me excita sin que pueda controlarla. Vuelvo a coger oxígeno apresurada y regreso. Él no descansa ni un segundo; cada vez la rompe más veloz y la tortuga parece más despierta. Asciendo otra vez y bajo de nuevo. Me acerco a su boca y sujeto su rostro para soltar el aire. Cuando acabo de pasárselo, me agarra por la cintura, y me da una especie de beso apretándome contra su boca. Creo que eso le da la fuerza que necesita y por fin consigue liberar a la tortuga de la maldita red, pero no tiene fuerzas para nadar. Él coge a la tortuga y subimos los tres a la superficie.
—Dave, ¡la has salvado! Pero no puede nadar. ¿Ahora qué hacemos? —le pregunto acongojada.
—Primero ir a la orilla, estoy agotado —responde Dave, exhausto por el trabajo.
—Sí, vamos.
Estoy emocionada. Nado al lado de ellos y me siento pletórica. Es un milagro y lo ha conseguido él.
—¡La ha salvado! ¡Está viva, la ha salvado! —digo en voz alta sin poder controlar mi entusiasmo.
Cris y Owen vienen apresurados hacia nosotros y cogen a la tortuga. La dejamos en la orilla para que pueda descansar. Está fatigada y respira con dificultad. No puedo reprimir el sollozo al ver lo débil que está y comienzo a llorar como una niña pequeña. Los nervios que he padecido salen transformados en lágrimas.
—Cath, cálmate. Ya ha pasado, está viva —pronuncia Dave con dulzura.
Me aparta con suavidad de la tortuga y me lleva unos metros atrás, alejándome de ella.
—Eres un héroe. Eres el mejor —digo idolatrándolo.
Observo fijamente sus ojos. Los tiene un poco rojos, aunque los míos también lo están ahora, por las lágrimas.
—Tú me has ayudado a hacerlo —me dice con suavidad, acariciando mis pómulos con los dedos.
Me atrae hacia él y me abraza. Siento cómo nuestras cuerpos se fusionan. Una energía nos recorre por todo el cuerpo, su mejilla roza la mía y ese roce me ha hecho temblar. Coge por mi barbilla con su dedo índice y pulgar, y atrae mis labios hacia los suyos. Me quedo inmóvil, con la respiración entrecortada. Se acerca lentamente y me besa. Me besa, pero esta vez, introduce su lengua dentro de mi boca. Dios, es la mejor sensación jamás vivida, mis piernas temblequean de nuevo y las mariposas de mi estómago las acompañan. Sus ojos me miran y su lengua no cesa de enlazarse y danzar con la mía. Me abraza aún más fuerte y noto cómo algo que está dentro de ese pequeño bañador se ha puesto duro.
¡Dios santo!
—Dave... —susurro en un gemido, casi sin aliento.
Estoy agitada por todas y cada una de las partes de mi cuerpo. En este instante, deseo muchas cosas.
Al escuchar su nombre, se aparta de mi boca y acto seguido se sienta en la arena. No consigo hacer otra cosa más que sentarme a su lado, puesto que no puedo mover ninguna parte de mi cuerpo. Nos quedamos así, callados, durante algunos minutos, sin decir palabra.
—¡Se está moviendo, chicos, ya está reaccionando! —dice Owen entusiasmado.
Nos ponemos en pie y vamos corriendo hacia la tortuga. Ha recuperado el aliento, comienza a moverse y sus ojos están muy abiertos.
Estamos con ella sin agobiarla. Queremos cerciorarnos de que reacciona bien. Tocar esta preciosidad viva es lo que más ha merecido la pena en lo que llevo de verano. Eso, y el beso de Dave.
Comienza a anochecer. La tortuga está inquieta. La seguimos hasta el agua, ya que no quiere hacer otra cosa que no sea regresar a su casa. Allí comienza a nadar con energía y en poco tiempo la perdemos de vista. Nos abrazamos los cuatro. Al final, todo ha acabado bien; estamos felices y a la vez destrozados de cansancio. Decidimos regresar antes de que anochezca del todo.
En el camino de vuelta divisamos que se aproximan nuestros compañeros. Vienen con dos chicos de la protectora de animales del complejo hotelero. Les explicamos lo ocurrido en el trayecto de vuelta y deciden que van a organizar un aviso para volver para retirar toda la red y comprobar que ningún animal más esté atrapado en ella.
Durante la cena, Dave y yo solo hemos hablado con el resto de compañeros de lo ocurrido en las horas anteriores, pero no hemos tenido ocasión de hablar sobre lo que ha pasado entre nosotros. Bueno, sobre ese beso, ese beso que recuerdo una y otra vez sin parar, sumida en un torbellino de sensaciones provocadas por su lengua.
Necesito hablar con él, no podría dormir sin conversar sobre lo ocurrido.
Toco a la puerta de su dormitorio. Toc, toc.
—¿Estás ahí, Dave? Soy Cath. —Mis palabras suenan tímidas mientras golpeo con mis nudillos en la puerta.
—Sí, ahora abro.
Se escucha una silla arrastrándose.
—¿Por qué siempre te cierras el dormitorio? —le pregunto al entrar.
Es una de las cosas que no entiendo de él. ¿Y con una silla?
—Es una manía que tengo desde niño. —Las palabras salen de su boca inmediatas, restándole importancia a mi pregunta—. ¿Qué quieres? Iba a tumbarme ya, estoy exhausto.
—¿Hablamos en otro momento, entonces?
—Dime, ¿a qué has venido? —me dice, algo intranquilo.
—Dave, si prefieres, ya hablaremos. No es nada urgente, y si te
apetece ir a dormir —presiento que no le ha gustado mi visita.
Yo estoy deseando volver a besarle, pero ya veo que él no siento lo mismo. No dice palabra alguna, así que será mejor que me vaya. Me
vuelvo en dirección a la puerta y la abro.
—Espera, dime, ¿de qué querías hablar? —pregunta cogiendo mi brazo con firmeza, cerrando la puerta de golpe y atrayéndome hacia él. Apenas hay un palmo entre su boca a la mía. Las mariposas vuelven a revolotear por mi estómago otra vez. Joder.
—Del beso en la playa —susurro cabizbaja, con mi boca a escasos centímetros de la suya.
Me tiene sujeta por la cintura y siento su aliento en mis labios. Una fuerza exorbitante le atrae hacia ellos y vuelve a besarme, pero ahora con más fuerza, con más ganas, más duro. Sujeta mi cabello con brío y nuestras lenguas arremeten la una contra la otra exigiéndose. Coge los dos cachetes de mi trasero con firmeza, hasta que, de un impulso, me sube encima de él, muy rápido. No podemos controlarnos. Entierro mis dedos en su pelo rubio y lo sujeto con fuerza. Nuestros labios comienzan a dormirse de la presión con la que nos apretamos. Oprime fuerte mi culo y noto cómo me asciende un hormigueo desde los pies hasta explotar en mis partes íntimas. Me lanza sobre la cama y se pone encima de mí. No puedo quedarme quieta, no puedo calmar las ganas de rozarme por su cuerpo, este cuerpo que me atrae como un maldito imán y que deseo. Levanta mi camiseta hasta dejar un pecho fuera de ella, lo mira, muerde su boca y la dirige hacia él, pasa su lengua suavemente por el contorno y continúa al instante con más vigor. Entonces, aprieta con suavidad mi pecho con sus dientes.
«Esto no está pasando». No es el momento. Me digo.
Consigo mover mi brazo, meto la mano por debajo de su pantalón. Ahora me siento muy húmeda. Toco su gran erección, ¡su pene es muy gordo, joder! no llego a tocar el dedo medio con el dedo pulgar mientras lo muevo de arriba abajo. No logro reprimir la excitación, siento que voy a tener un orgasmo en cualquier momento. Para colmo, introduce sus enormes dedos por debajo de mis bragas, aprieta sus dientes respirando fuerte al notar como resbalan en mi sexo debido a lo lubricada que estoy, mete de golpe dos dedos dentro de mí y comienza con un movimiento circular. Una y otra vez.
No me veo capaz de aguantar ni un minuto. Ahora, a la vez que tiene los dos dedos dentro de mi vagina, con su gran dedo pulgar, comienza a jugar en mi clítoris con vigor y este se hincha. No lo soporto más, no puedo, exploto de placer. Tengo un orgasmo y gimo en sus labios como nunca lo había hecho. Se excita mucho más al observarme como me estremezco y siento el líquido espeso saliendo de su miembro mientras lo muevo con firmeza, sin parar el ritmo. Él gime con voz ronca. Me fascina esta sensación, creo que es el mayor placer que he sentido nunca.
—Voy a ducharme. —Se pone de pie con los pantalones mojados. Coge una toalla y se dirige hacia el baño.
Voy a la ducha y me lavo sin ser plenamente consciente de lo que acaba de suceder, aunque al mismo tiempo me encanta. No puedo alejar de mi mente la sensación de ese líquido espeso entre mis dedos y he de confesar que ha sido muy agradable. Nunca había tenido sexo con tanta excitación, aunque en realidad no he tenido todo el sexo que desearía. Pensar eso me hace saber que ahora tengo ganas de que me penetre. ¡Dios, con lo grande que la tiene! Me miro al espejo; mi cara se ha sonrojado.
Se me va la cabeza. Se me va.
Regreso a su habitación para despedirme, pero él no está aquí. Me siento en la silla del escritorio para esperarle mientras saco el teléfono. Tengo un mensaje de mi madre. Debería escribirle para contarle que va todo bien. Golpeo sin querer un libro y cae al suelo un cuaderno. Es un diario. Lo cojo.
Sé que no está bien leer un diario, no tengo ningún derecho a hacerlo, pero es que está mi nombre escrito en la página que está abierta. Así que sin poderlo evitar leo:

Supernova Delta (Supernova 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora