Capítulo 5: Raudo

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Capítulo 5'
Raudo

La excursión de hoy ha sido larga. Dave y yo no nos hemos dirigido la palabra, apenas nos hemos mirado. Cuando recuerdo los besos y todo lo que pasó ayer, en mi estómago aparecen mariposas, pero se esfuman de inmediato cuando revivo cómo terminó la noche.
Después de habernos duchado, cenado y descansado, decidimos celebrar que estamos en este paraíso e ir a la discoteca del primer día. Me apetece mucho, pues tengo ganas de distraerme un rato.
Pongo un pie en el tercer escalón del autobús. Veo a Dave sentado junto a Owen. No consigo reconocer cuál es la sensación que me invade en este momento, no logro discernir si siento alegría o rabia al ver que él también estará esta noche. Sea como fuere, mi objetivo hoy es pasármelo formidable con mis compañeros y no pensar.
Me dirijo a la barra para pedirme un mojito, percibo que alguien se acerca y permanece junto a mí. En realidad, noto su presencia a pocos metros. Sé que es él, lo presiento, pero decido no volverme. Colocan el mojito en la barra y saco mi monedero, pero una mano con un billete se adelanta a la mía y le habla al camarero, que, por cierto, es muy guapo.
—¡La invito yo! —le dice Dave con voz potente.
Ni siquiera me da tiempo a decir nada; el camarero se gira y se dirige hacia la caja para coger el cambio.
No sé qué decir. No sé por qué demonios hace esto. Respiro hondo y hablo, girando la cabeza con la vista en la barra.
—Muchas gracias —digo con frialdad.
—De nada.
Mientras pronuncia esas dos palabras, le miro. Su mirada fulminante se clava en mis pupilas y me deja inmóvil, ya que regresa a mi mente el recuerdo de la noche anterior. Todos los malditos recuerdos, sus besos, sus roces, cómo movió sus grandes dedos al tocarme mientras que sentía su lengua por toda mi boca.
—Su cambio.
La agradable voz del camarero me hace regresar a la realidad, y vuelvo a pestañear. Estoy inquieta, mis piernas vibran y las cinco mil mariposas aletean por mi estómago.
Tengo que salir de aquí.
—Voy al baño —digo rápido y me alejo.
Al minuto estoy en el baño con la copa en mi mano. Necesito despejar mi mente, me siento nerviosa. Me observo en el espejo y humedezco un poco mi nuca con agua. Consigo volver al estado habitual de los latidos de mi corazón y regreso de nuevo a la pista con mis compañeros.
Mi reacción es de sorpresa al ver a Jess bailando con Owen, ya que lo hacen muy próximos. Al lado, Cris baila con Taziana. Ella es de Roma, la típica chica del grupo que siempre pasa desapercibida hasta que prueba el alcohol por primera vez. Sonrío al observarlas y decido bailar con ellas. Taziana es súper divertida y esta noche nos ha sorprendido a todo el grupo haciéndonos reír con su característico humor.
—¿Dónde está Owen? —pregunta Cristine acercándose a mi oído, ya que la música está muy alta.
—No sé, hace un rato estaba aquí bailando con Jess.
—Sí, lleva toda la noche bailando con ella... —dice mientras acaba el último trago de su mojito—. ¿Pedimos otro?
Observo mi copa. Me queda un dedo para acabarla, así que bebo lo que queda en el fondo y vamos las tres a pedir otra ronda.
Al llegar a la barra vemos a Owen con Jess. Ella le agarra del brazo mientras se encuentra a escasos centímetros de su oído para poder hablarle. Lleva un vestido azul muy ceñido con un gran escote. Le tapa poco más que el culo. Advierto que ha venido a por todas esta noche, pero no entiendo por qué le ha dado por Owen. Hasta ahora ni siquiera le hablaba.
—¡Tres mojitos más, guapo! —le pide Cristine al camarero.
Owen se gira de golpe y se dirige hacia nosotras.
—Hola, preciosa —dice dándole un beso a Cris, igual de cariñoso que siempre.
Owen le dice algo a Cristine al oído, saca su cartera y nos invita a las tres bebidas. En ese instante, soy arrasada por Jess, que me golpea para agarrar a Owen. Me toco el brazo, ya que me ha hecho daño.
—Vamos, necesito hablar contigo —le dice.
Su cara, perfectamente maquillada, refleja a una niña enfadada que reclama su juguete para seguir jugando.
—Voy —responde él, inocente.
Acto seguido, Jess me empuja apartándome de la barra para lograr colocarse al lado de Owen, casi me caigo al suelo y ni siquiera insinúa una disculpa.
—Podrías pedir permiso, ¿no? No hace falta que me empujes o me golpees —le digo, apartándome con los brazos hacia arriba como si me estuviese apuntando con un arma.
—Uy, perdona, niña débil. No me había dado cuenta de que estabas aquí —responde sarcástica con media sonrisa.
—¿Qué te pasa, Jess? —le pregunto molesta.
No comprendo a qué viene su actitud ahora. Ella y yo apenas nos hablamos, pero nunca hemos tenido un mal gesto la una con la otra. Esta actitud que tiene conmigo me llega de sorpresa.
—¡Anima a tu amiga, porque esta noche se va a quedar sin novio! —me responde amenazante al oído.
¡¿Qué?! No puedo creer lo que acabo de escuchar. Va a por Owen sabiendo que está con Cristine. Me quedo perpleja. Agarra a Owen por el brazo separándole de Cris a la vez que me mira y hace una mueca despectiva.
Estoy estupefacta, no puedo asimilar lo que me acaba de decir. ¿Por qué él? Miro a Cris, que se ha quedado con cara de boba observando cómo se aleja Owen del brazo de la impresionante y provocativa Jess. Tengo que hacer algo para animarla, no puedo ver a mi amiga en este estado.
—Vamos, sigamos pasándolo bien, Cris —le digo para distraerla, llevándomela hacia la pista.
—¿Has visto a Jess? No ha dejado a Owen en toda la noche. Me ha dicho que ella le está contando lo mal que lo ha pasado con su ex y que no entiende por qué la ha dejado.
—¡Me cae fatal! —declaro.
Ahora también está cogiendo a Dave por el hombro. Él, que está con su mejor amigo, ahora también tiene una arpía de compañera.
Cris me mira y sonríe.
La miro y viene a mi mente las palabras que me ha dicho: «Anima a tu amiga, porque esta noche se va a quedar sin novio».
Maldita sea.
—Venga, vamos a seguir con los bailes —digo para salir de la situación.
Se acerca Scott a la pista y coge mis manos para bailar. Le gusta bailar conmigo. Acaban de poner una canción de salsa y, entre giro y giro, veo que Jess se está acercando más a Owen, pero me quedo desconcertada al ver que pone su mano en el culo de él. Madre mía, no puedo dejar de mirar. Owen aparta la mano, pero ella vuelve a ponerla. Dejo de bailar y busco con la vista a mi amiga para cerciorarme de que no está presenciando esto. Bien, no lo está haciendo.
—Tienes que ayudarme —le pido a Scott.
—¿A qué?
Él es un chico inocente, no tiene maldad; su rostro es ternura pura.
—Necesito que saques a bailar a Cris —respondo sin pensar.
—¿Por qué?, ¿qué sucede?
—Nada. —No sé qué decir, no veo la necesidad de explicarle lo que me ha dicho Jess—. Cris tiene muchas ganas de aprender a bailar salsa y quién mejor que tú para enseñarle. ¡Vamos! —Cojo su mano y le llevo hacia Cris.
Comienza a bailar con ella sin preguntar nada más. Cristine se resiste, pero al final accede.
Jess continúa intentando atrapar el culo de Owen, ahora apretándolo. Miro a Dave y me doy cuenta de que los está observando. No quiero que mi amiga presencie esto. No sé qué hacer, pero me dirijo hacia ellos.
Al acercarme, escucho cómo Owen le está suplicando que pare, recordándole que él tiene novia.
—Cath, llévatela. Está borracha y no deja de manosearme el culo. No atiende a razones y no quiero que Cris piense algo que no es —me dice Owen con el rostro descompuesto.
No sabe cómo salir de esta situación. Eso, por otra parte, me tranquiliza. Me doy cuenta de que él es un chico en el que se puede confiar. Le sonrío.
—¿Jess, qué pretendes, por qué no dejas a Owen en paz? —le pregunto en tono frío.
—¡Elige! ¿Owen o Dave? —me contesta al oído con tono firme y serio.
—¿Por qué no te vas con alguien que no tenga novia? —prosigo molesta.
—No sabía que Dave tuviese novia. A mí no me ha dicho eso precisamente —dice mirándome burlona.
Me deja sin palabras.
—Vete a molestar a otro, anda.
—¿O qué? ¿Me vas a pegar? ¡Qué miedo! —dice sarcástica, contoneando su cuerpo.
Dave se percata de que estamos discutiendo, se acerca a nosotras y se pone en medio mirando hacia mí.
—¡Parad! —ordena firme observando mis ojos.
—¿Por qué no le has dicho eso a ella cuándo le estaba tocando el culo a tu amigo? —le pregunto al oído.
—Eso no es de tu incumbencia —me dice serio.
La mirada divertida de Jess y las palabras que me acaba de decir Dave acaban con mi paciencia y abandono. Me doy la vuelta y voy hacia mi amiga y el resto de compañeros, que siguen bailando.
—Cris, voy un momento fuera a tomar el aire, ahora vuelvo. —Le digo. Necesito respirar aire puro.
—Vale —responde animada, sin percatarse de nada, mientras sigue dando vueltas.
Está emocionada aprendiendo a bailar con Scott. Al lado, Taziana está bailando muy animada con Jon. Todo está bien por aquí. Voy a despejarme y regresaré. Parece ser que soy la única que no está disfrutando.
Fuera, el aire es cálido. Repaso las palabras de Dave. Quizás él tenga razón; no es de mi incumbencia. Aunque sea mi amiga, cada uno tiene que saber lo que ha de hacer en cada momento y yo no soy nadie para decidir por los demás. Sé que él tiene razón y entiendo por qué se ha mantenido al margen cuando Jess le metía mano. Aunque Owen me pidiese ayuda, él tiene que ser lo suficiente maduro para decir que no. Pienso en volver a entrar, en olvidar lo sucedido y pasarlo bien. Para eso hemos venido aquí, no para discutir.
Regreso a la pista y me alegra ver a Cris bailando con Owen. No reacciono al ver a Taziana besándose con Jon, pero me hace sonreír. Observarles me divierte, me gusta verlos juntos y que Jon haya dejado su obsesión por Jess. Hace muy buena pareja con Taziana.
Suena una canción para bailar pegados. Voy a la barra, pero esta vez me pido una botella de agua; ya no quiero beber más. Diviso a Jess hablando con dos chicos. A uno no lo conozco, pero sí al otro, que tiene su mirada clavada en mí. Son los paralizantes ojos de Dave. Me giro y pago mi agua al camarero guapo.
—¿Más tranquila? —pregunta la voz grave de Dave.
—Sí.
—¿Quieres bailar?
—¿Y vas a dejar solos a tus amigos?
—Cath. Si quieres bailar conmigo, bien; si no, me voy —prosigue serio.
—Sí, quiero bailar.
—Bien. —Coge mi mano con firmeza y me lleva hasta el centro de la pista.
Se coloca frente a mí, apoya su mano en la parte superior de mi trasero y me atrae contra su pecho. Ya comienzo a tener dificultades para respirar, pero decido seguirle el juego. Enlazo los dedos de mis manos por detrás de su cabeza. Los desato para dejar que se deslicen suavemente por su nuca. Puedo notar la aceleración de los latidos de su corazón. Estamos pecho contra pecho.
—Antes tenías razón con lo de Owen. Las personas tienen que decidir qué hacen en cada momento sin ser influenciadas —le digo al oído.
—Exacto. Cada uno es responsable de sus comportamientos. Y, por favor, deja de acariciarme la nuca —me dice apretando los dientes.
—¿Te molesta?
—No es el momento, ni el lugar —dice mientras nuestros cuerpos dejan de apretarse con tanta fuerza.
—Pues creo que mejor lugar que este no hay. ¿Tú no?
—Para... —suplica en voz baja.
—No te entiendo, de verdad. Lo que pasó ayer... ¿Te arrepientes de lo que pasó en tu habitación?
—No pasó nada.
—¿Qué no pa...? Está bien. —Detengo mi pregunta y quito mis manos de su cuello.
Me alejo de su cuerpo, pero me coge por la espalda y me atrae fuerte hacia él, haciendo que tenga que apoyar mis manos en su pecho.
Me mira a los labios, a los ojos, regresa a los labios otra vez; y me besa con pasión, me besa como lo hizo ayer en su habitación. Su lengua vuelve a bailar con la mía y las cinco mil mariposas regresan a mi estómago multiplicadas.
De repente, escuchamos unos gritos que provienen de la terraza. Nos dirigimos todos los que estamos en la pista hacia allí. Se están peleando cuatro chicos; dos de ellos llevan navajas.
Dave no duda ni un maldito segundo y camina hacia la disputa.
—¡No, Dave! —digo aterrada sin poder frenarlo. No me ha dado tiempo de cogerlo por el brazo.
Comienzo a temblar. Siento miedo, no soporto pensar que le hagan daño y mi estómago se retuerce. Aquella terraza maravillosa ahora es un ring de lucha libre. Comienzan a discutir entre ellos. Creo que es por la novia de uno de los chicos, pero no logro entenderlo bien. Ian también intenta separar al otro chico que lleva navaja. Estoy inmovilizada, no sé qué hacer. Veo que uno de ellos acorrala en la esquina a Dave con el arma en la mano y eso me quita la razón.
—¡Por favor! ¡No! ¡Para! —le grito suplicando desesperada al tipo.
Al escuchar mi voz, Dave se despista y me mira, enfadado. La mano del chico, que sujeta la navaja como una prolongación de su cuerpo, se dirige hacia las costillas de Dave y le atraviesa su impecable camisa blanca. Reacciono al ver que ha clavado esa navaja al hombre que me vuelve loca, y me dirijo hacia él. Le doy una patada a su mano, tirando con ella el arma blanca.
Aparecen por la puerta los vigilantes de seguridad de la discoteca y atrapan a los chicos de las navajas. Todo ha sucedido realmente rápido.
—¡Dave! ¿Qué te ha hecho?, ¿estás bien? —Los nervios y el pánico hacen que se me salten las lágrimas.
—Tranquila, no me ha hecho nada, no tengo nada —responde con voz suave, mirándome intranquilo mientras oculta el corte de la camisa para que no lo pueda ver nadie.
En este instante, mi última lágrima acaba de caer al suelo.
El recuerdo de aquella vez que la rama atravesó su pierna regresa fulminante a mi pensamiento, junto con la fuerza que tuvo al romper la red y todo lo que leí en su diario, pero esta vez no; esta vez sí que ya no me voy a creer nada.
—¡He dicho que me dejes ver debajo de tu camisa! —le ordeno autoritaria mirando fijamente sus ojos.
Sabe que ahora ya no hay marcha atrás, que ya no le voy a creer. Me dirijo a él y levanto la camisa que tiene una pequeña mancha de sangre, sin que se resista. Su mirada está clavada en mis pupilas. Y, efectivamente, no tiene ni un mínimo rasguño. Ni un maldito roce. Se baja la camisa apresurado para que nadie más pueda verlo.
—¡Ahora sí que no, Dave! Ya no... Cuando quieras explicarme lo que ocurre, vienes a buscarme —digo mirando esos dos ojos que me evalúan. Me doy la vuelta y me alejo.
Estoy irritada y confundida. ¿Me estoy volviendo loca? No logro apartar de mi mente los recuerdos de la rama introduciéndose en su pierna, de cuando rompió la red, de la fuerza que alguna vez he notado que posee, y vale que es un tío grande, pero su fuerza no es ni medio normal; de cuando hablaba sobre su velocidad en el diario... Todo me desconcierta, y ahora, la navaja. Ya no sé si estoy delirando. Estoy dudando de mí, cosa que nunca he hecho. Estoy realmente exasperada. No tiene explicación alguna, pero ya no creo en él. Ahora ya no.
Aún es pronto, son apenas las once, pero ya se ha acabado la noche para nosotros. Por lo menos para mí. Me dirijo hacia la pista. Allí están Cristine y el resto de compañeros, muy nerviosos, intentando tranquilizarse y declarando con los cuatro hombres de seguridad. Yo simplemente estoy indignada.
—Cris, me voy en autobús para el hotel, nos vemos allí —le digo firme.
—Pero ¿por qué tanta prisa, Cath? Espéranos, vamos a declarar y también nos vamos. Así volvemos juntos.
—No. Necesito pensar y el viaje de vuelta me ayudará.
Sin dejar que mi amiga me dé una respuesta, me dirijo sola hacia la parada del autobús. Justo en este momento viene uno, por lo que tengo que correr para poder subirme a él. El autobús está casi vacío. Me siento al final, al lado de la ventanilla.
Fuera está todo muy oscuro, apenas puedo ver con claridad. Si miro en la lejanía, solo diviso los árboles pasar a gran velocidad. Estoy muy inquieta, presiento algo y noto no sé qué dentro de mí que hace que me vuelva a cada instante como si alguien estuviese siguiendo al autobús.
Cuando estamos llegando al hotel, vuelvo a girarme. Me parece ver cómo algo se mueve y se mete entre los árboles; ahora sí que comienzo a sentir miedo. Me pongo en pie, decido sentarme en el asiento que está justo al lado de la puerta para poder bajar de inmediato.
Por fin llego a mi parada y bajo del autobús apresurada. Tengo las manos sudadas, mi respiración se ha vuelto más intensa y al aire le cuesta llegar hasta mis pulmones. No hay nadie en los alrededores, solo se puede escuchar a los grillos entre el silencio. Entro corriendo al complejo hotelero, donde me siento a salvo, pero no puedo dejar de correr; siento que alguien me está persiguiendo.
Mi respiración cada vez se vuelve más acelerada. Al fin, giro la esquina para dirigirme a la entrada de la casa. De repente, choco con algo que parece una roca de lo duro que está. Siento que mi corazón desea escaparse por mi boca.
Por. Dios. Santo.
No puedo creerlo, es él. Mi mente se ha quedado en blanco. Mi corazón, por un instante, ha dejado de latir y tengo dificultad para respirar. No consigo encontrar ninguna respuesta, no tiene ninguna explicación. En este instante, mi mente se detiene por completo y deja de funcionar.
—¿Por qué te has venido sola? —me pregunta Dave muy serio.
Imposible, nada de lo que diga en este instante puede hacerme reaccionar, nada. Estoy completamente en shock, no logro responder ante nada.
Me coge en brazos y me lleva en dirección hacia la playa. Corre ferozmente, no sé a qué velocidad, mucha. Cierro los ojos y me agarro a él con todas mis fuerzas. Llegamos a la playa y me deja de pie, en la orilla. Sigo sin poder reaccionar.
—Bueno, ¿esto era lo que querías? Pues ya lo tienes —dice de forma contundente.
Cada vez logro entender menos, mi mente continua en shock y dudo poder salir de este estado en el que me hallo. He dejado de funcionar por completo.
—Cath, te he seguido en el autobús. Como has podido comprobar, corro realmente deprisa. Y sí, si me corto con una rama o me clavan una navaja, no tengo hemorragias. Mis heridas se cierran solas. Viste cómo la rama penetraba en mi pierna, pero la herida se cerró en décimas de segundo, ya que tengo regeneración de tejidos. Y también tienes razón cuando dices que nadie puede romper la red, nadie que sea realmente humano como vosotros, pero yo sí puedo.
Todas y cada una de las palabras que salen de su boca son inaceptables para mí. Solo las escucho, pero no las entiendo ni las asimilo. Nunca me he encontrado en este estado; no puedo reaccionar, estoy paralizada de cuerpo y mente.
—No soporto la idea de que me veas como alguien diferente del que era para ti hasta ahora, por ese motivo no podía decirte nada. Tampoco soporto que me sigas mirando de esta forma, así que, si no tienes inconveniente, volvemos al hotel e intentas asimilar todo esto si puedes. Si no lo haces, me arrepentiré de por vida. Y también tengo que decirte que no es nada corta, ya que soy inmortal. Ahora, si no quieres volver a hablarme, ni a verme nunca más, lo entenderé. Pero dime alguna cosa, por favor.
No tengo ninguna palabra lógica que decir e ilógica tampoco. Absolutamente nada.
—Por favor, Cath. Me pediste que confiara en ti —insiste nervioso.
—Quiero volver al hotel. —Esas son las únicas palabras que he logrado decir. Y lo hago mirando al suelo.
—Está bien.
No consigo dar un paso, no estoy presente, así que Dave vuelve a cogerme y me lleva en brazos, ahora a la velocidad de los humanos normales. Estoy aferrada a sus duros brazos, cierro fuerte los ojos y no soy capaz de comprender nada, aunque lo intento. No encuentro sentido a nada de lo que me ha explicado, es todo irreal para mí. Pero en realidad me siento segura en sus brazos y la tranquilidad comienza a reinar en todo mi cuerpo. Huelo su cuello y es lo único que consigo percibir en todo el camino: el increíble olor que desprende su cuello.
Llegamos al hotel sin haber dicho ni una sola palabra. Sube por las escaleras hasta llevarme a mi habitación. En la puerta me pone de pie, me mira a los ojos y acaricia cuidadosamente mi rostro.
—Cath, no te he explicado lo peor —me dice en tono amenazante a la vez que dulce. Da media vuelta y se dirige hacia su dormitorio.
Ahora sí que me ha dejado de piedra. No me ha contado lo peor. ¿Qué coño podría decirme para que sea peor? Voy al baño y me ducho con agua fría para intentar salir de este estado, pero no lo consigo. Regreso a mi habitación, me tiendo en la cama y abrazo mi almohada con fuerza. Mi mente comienza de nuevo a funcionar después de casi dos horas.
Todas las palabras que han salido de su boca se escriben ahora en el aire frente a mi mente. Cazo una a una todas ellas y formo imágenes: «Corro realmente deprisa», «me corto y no tengo hemorragias», «se cierra en décimas de segundo», «nadie puede romper la red, nadie realmente humano», «soy inmortal», «no te he explicado lo peor»... Las imágenes de todas las situaciones que he vivido junto a él reaparecen en mi mente. Una y otra vez. Se repiten, una vez tras otra.
No sé el tiempo que ha transcurrido, me estoy rindiendo al sueño poco a poco, junto a todas estas imágenes.
Escucho el barullo de gente hablar; los compañeros están de vuelta. Cristine sube rápido por las escaleras, entra a la habitación sin llamar y se acerca a mí. Me hago la dormida, no estoy en situación para hablar con nadie y mucho menos con ella. Observa mi rostro, se acerca y me da un beso en el moflete. Sale de la habitación y cierra la puerta. Las palabras e imágenes regresan a mi mente otra vez y se repiten hasta que consigo quedarme dormida.

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