Capítulo 2: Sigilo

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Capítulo 2
Sigilo

Estoy bailando muy cerca de Scott. Me encanta, y a él también. Me ha explicado que alguna vez ha dado clases de danza en su ciudad natal, Nueva York.
De pronto, percibo una mirada clavada en mí, me siento observada por alguien. Me giro en dirección hacia la barra; y ahí está.
—¡Dave! —digo, incrédula.
No logro controlar el asombro al verlo en la barra, mirándome con fijeza. ¿Por qué me mira así?
—¿Qué hace aquí?, ¿cómo ha venido? —dice Scott sin dejar de bailar.
Dave se da la vuelta sin decir nada, sin hacer gesto alguno que simule saludar. Y, aunque parece algo distante con nosotros, me alegra verlo aparecer en la discoteca. Cuando acaba la canción, reúno fuerzas y decido acercarme a la barra para saludarlo.
—¡Hola, Dave! ¿Cómo es que no has venido con nosotros? Apenas llevamos poco más de una hora aquí.
—Porque lo he pensado mejor cuando os habéis ido y he decidido venir un rato, pero enseguida volveré. Quiero seguir leyendo —responde con tono frío.
—¡Pues quédate! Ya que has venido hasta aquí solo, regresa más tarde con nosotros.
—No, me iré cuando me apetezca —responde, seco.
—Como quieras... —digo con un hilo de voz, y camino hacia la pista. Su respuesta me ha dejado asombrada y esas han sido las únicas palabras que han podido salir de mi boca.
Regreso junto al grupo y charlamos durante algunos minutos. Miro hacia fuera, hacia la terraza, y decido salir un rato para tomar el aire. Le digo a Cristine y al resto que enseguida vuelvo y salgo. Hace una noche estupenda, respiro varias veces el aire fresco con esencia a sal y me relajo. Miro hacia el mar y escucho su melodioso sonido al romper las olas. Esto es una pasada.
—Cath, ¿estás bien? —pregunta una voz grave, muy próxima a mí.
Me vuelvo y ahí está otra vez, mirándome con esos ojos azules que vuelven a dejarme paralizada. Como hizo en el baño.
¿Por qué provoca esto en mí?
—Te he preguntado si estás bien —repite con voz suave, aproximándose más.
—Sí, sí, disculpa, estoy bien. Solo quería tomar un poco de aire y despejarme.
Vuelvo la mirada hacia el mar.
—¿Despejarte?, ¿despejarte de qué? —Frunce el ceño.
—De-de nada —respondo pestañeando varias veces, pensando
en qué decir.
Cada vez que se acerca a mí, pierdo parte de mi dominio.
Como si ahora no fuese yo quien controlase mis reacciones.
—¡Cath, la canción que has pedido está sonando y hay que bailar! —grita Scott, que aparece por la gran puerta.
—Disculpa, voy a bailar —digo apresurada mientras Dave observa a Scott, sin dejarle opción de mediar palabra. Necesito salir de esta situación y es la oportunidad perfecta para hacerlo.
Después de que nos hayamos vuelto locos en la pista con la canción, comienza a sonar un tipo de balada, una para bailar algo más agarrados.
—¿Me permites bailar esta canción con ella? —Dave le pregunta a Scott.
Me sorprendo al verlo. No lo he visto venir.
—A esa pregunta te debería contestar ella, no yo —responde Scott en tono burlón.
Dave lo mira de forma desafiante, acechándolo. Sin mediar palabra y de modo automático, cambio mis manos de los hombros de Scott hasta los hombros de Dave.
Él lleva su mano a la mitad de mi espalda con suavidad y nos acercamos con cautela. Puedes estar bailando con millones de personas en el mundo, pero cuando pones tus manos en los hombros de esa persona especial, tu cuerpo lo sabe. Lo sabe mucho antes que tú.
Noto que las respiraciones se tornan más profundas y los latidos de los corazones se aceleran a medida que pasan los segundos. Joder. La energía brota sin que podamos hacer nada para detenerla. La puedo sentir y, para colmo, acerca su cara a la mía para hablarme.
—Hacéis muy buena pareja..., ¿te gusta? —me susurra al oído.
—¿Quién?
—¿Quién va a ser? El chico con el que no has dejado de bailar en toda la noche. —Su tono es arrogante.
Lo miro, sorprendida. Y, sin que pueda remediarlo, mis labios forman una leve sonrisa. Me parece gracioso pensar que pudiese estar algo celoso por verme bailar con Scott.
—¿Qué es lo que te divierte? —Me da un giro inesperado, y me ase fuerte por la cintura al hacer la pregunta.
Me agarro firme a sus brazos por el brusco movimiento. Regresa con sus ojos a los míos y no puedo responder. De nuevo, me paralizo ante lo que me hace sentir cuando me mira. Observo sus labios y siento un maldito e incomprensible deseo de que se acerquen a los míos y que me besen.
«¡Qué demonios, Catherine!».
Mi cuerpo se agita. Sigo con las manos en sus brazos y noto que están muy fibrosos. Desmesuradamente fibrosos; este tío se tiene que pasar la vida en el gimnasio. Continúo sin decir ni una sola palabra mientras nos miramos.
De pronto, pasa sus dedos por mi cuello y se me eriza la piel. Me atrae hacia él, y su boca queda muy cerca de la mía. Me mira como si fuese a besarme, y me tenso. Me tenso porque solo sentirlo a cinco centímetros, todo mi cuerpo se ha estremecido. Pero no me muevo, no lo hago porque, en realidad, me gustaría que ocurriera...
Pero no sucede.
—Lo siento, dejo que sigas bailando con tu pareja —murmura y aleja sus manos de mi cuerpo.
Se marcha y me deja sola en medio de la pista, con la boca abierta, sin poder comprender nada. Absolutamente nada. Sigue caminando con paso firme hasta salir del local con apremio. Percibo que algunos ojos me observan, interrogantes, puesto que parece que hayamos discutido, y la multitud está esperando mi reacción.
Necesito salir de aquí.
Me dirijo hacia los lavabos. Me miro en el espejo, desconcertada, sin poder comprender, e intento digerir lo que ha sucedido, pero no encuentro explicación alguna. No consigo discernir lo que siento ni lo que ha tratado de decirme.
La noche se acaba y llegamos al complejo. El viaje de vuelta se me ha hecho algo tedioso. Tenemos que esperar a que el señor de seguridad nos abra, ya que las puertas están cerradas.
Una vez dentro, miro hacia todos lados con la esperanza de ver a Dave. La verdad es que me gustaría volver a verlo para preguntarle a qué venía ese comentario, pero no puedo hacerlo, no está por ninguna parte.
Voy hacia mi habitación y me desplomo en la cama, rendida. Vaya primer día.

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