La magia puede terminar incluso antes de que comience el baile.

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Alison

— ¿Estás seguro de que esto es lo correcto?

— ¿A quién demonios le importa hacer lo que es correcto?

—Oren en serio esto es una mala idea. — lo miré desde abajo.

—Mala idea es mi segundo nombre querida. — el chico se encontraba en la azotea de su casa, terminando de poner las luces navideñas como decoración de su casa.

—Tu madre te regañará. — grite tratando de evitar esta estupidez.

—Esa es la idea. — grito mirando todo desde arriba con las manos en la cintura, orgulloso de su trabajo. —Cuando cuente 3 es tu turno de actuar.

— ¡Oren!

—No habrá palomitas para ti si te niegas a hacer esto.

Lo miré indignada, corrí al apagador lista para esperar su señal.

—1...2...3.

Jale la manija y todo resplandeció. Cientos de foquitos navideños de color blanco iluminaron la casa del pelinegro. Demasiada luz hacía todo tan resplandeciente y cegaba demasiado.

— ¿Qué demonios hacen? — pregunto una rubia situada en el pequeño patio frente a la casa.

— ¡Qué demonios te importa! — espeto mi mejor amigo desde el techo.

— ¡Insolente! ¡Ahorita que bajes vas a ver lo que es bueno!

—Tú y ¿Cuántos más?

—Conmigo es suficiente, idiota.

—Pues espérame sentada. No sea que te vayas a cansar. — soltó una risotada Oren.

Gillian pronuncio algo inaudible mientras se acercaba a mí. — ¿Se le zafó un tornillo al tonto o ya se volvió loco? — me limité a subir mis hombros, en señal de que no tenía una respuesta clara.

Mi mejor amigo apareció en la puerta de su casa, luciendo una playera blanca con el mensaje "Este chico ama Navidad".

— ¿Qué demonios pretendes? — cuestiono la rubia, señalando la excéntrica decoración.

—Tú ni en Navidad dejas de estar amargada. — dedujo el pelinegro.

—Mira estúpido... — no le di tiempo de terminar a la chica, la jalé de la mano y nos hice cruzar el pavimento para ir a nuestras casas, en cuanto vi el auto de la mamá de Oren. Sabía que el chico tendría problemas, no era momento de quedarnos de espectadoras.

Me despedí de Gillian y me dirigí a mi casa. Sabía que el pelinegro sabría manejar la situación en que el mismo se metió. Esperaría su llamada en la noche, necesitaba saber todos los detalles y si seguía vivo después de la pelea con su madre.

Subí a mi habitación. Me dispuse a leer un libro. A penas comenzaba a enfrascarme en la lectura, cuando escuche a mi madre llegar. No era necesario bajar a saludarla, nuestra relación no era la mejor del mundo, tal vez en un rato más bajaría por algo de beber.

Pasaron unos cuantos minutos cuando escuche el timbre de la casa.

Salí de mi habitación, me encamine a las escaleras, no baje, me senté en el último escalón a escuchar y tratar de ver quien había llegado.

Vi a un chico con una capucha negra cubriéndole la cabeza entrar a la casa, un escalofrío me recorrió. Las capuchas negras ya no eran de mi agrado desde que hicieron aparición en mis pesadillas. Mi madre cerró la puerta.

—Alison debe estar en su habitación. — indico mi madre. Mi pulso se aceleró. El asesino podría ser él, y ella me había entregado así de sencillo.

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