42. Entre canciones.

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Suspiré frustrada dejando mi bolso en el asiento de copiloto mientras yo me sentaba en el de piloto. Suspiré una vez más y me recargué sobre el asiento antes de sentir mi celular vibrar en mi bolsillo trasero del pantalón, lo saqué frunciendo las cejas al ver que era un numero desconocido. Miré la luna por unos segundos desde la ventana del coche y decidí contestar.

— ¿Aló? — pregunté. Al otro lado de la línea se escuchó una respiración agitada y leves sollozos — ¿Hola? — pregunté de nuevo confundida.

— Poché — susurró la voz — tengo miedo... Ella... Ella... — balbuceó en llanto.

— ¿Quién habla? — no podía reconocer la voz y escuchar mi apodo hizo preocuparme.

— yo sabía que algo malo iba a pasar — sollozó — Poché, yo... yo no sé... No sé si tiene pulso... por favor, necesito ayuda — su voz se agudizó más en llanto.

— a ver, ¿Quién no tiene pulso? — la confusión y preocupación no cabían en mi cuerpo.

— no sabía a quién más llamar... Sé que tú y ella terminaron, pero... Poché, no tiene pulso, ¡No tiene pulso! — gritó desesperada.

Después de unos segundos analizando sus anteriores palabras me preocupé aún más. Ella y yo terminamos.... No, imposible, no puede ser ella.

— ¿Llamaste a una ambulancia Mad? — si no me equivocaba era Madison quien llamaba. Aún no estaba segura de que la persona que no tenía pulso era ella, no podría soportarlo.

— Sí, después te llamé a ti — su respiración se tranquilizó un poco.

— ¿Dónde están? voy para allá, cuéntame todo.

Me dijo el sitio donde se encontraban y arranqué el coche para después poner atención a los sucesos.

— yo... yo le dije que no fuéramos, que tenía un mal presentimiento — comenzó tratando de tranquilizarse — pero ella insistió en que fuéramos, no la quería dejar sola así que vine con ella. Todo iba normal al principio hasta que de la nada se desapareció, la busqué por todas partes y la encontré en la baño inyectándose heroína — mi corazón se contrajo, no era ella, ella me aseguró que lo había dejado —creía que no lo hacia más y le reclamé, ella salió del baño hecha furia y yo la seguí hasta que salimos de la fiesta y entramos al bosque... De la nada se tiró al piso y se sentó, no fue hasta que me di cuenta de que estaba inyectándose otra dosis... cerró los ojos... y ya no los abrió — el llanto se aproximó de nuevo — Poché... no quiero que Street se vaya, ella no se puede ir... ¡Mierda, ¿Dónde está la puta ambulancia?! — sentí una sensación horrible al escuchar el apodo con que Mad se refería a ella — Daniela, por favor — sollozó.

Pisé el acelerador a todo lo que daba mientras sentía mi corazón latir a mil por segundo, mis ajos comenzaron a picar dando lugar a las lagrimas.

Esto no podía estar pasando, ella me prometió que lo había dejado, antes de irme me dejó claro que no lo volvería a hacer y que iba a esperar por mi... Y yo... yo tardé demasiado.

No pasaron ni diez minutos cuando estacioné justo enfrente de la casa donde era la fiesta a la que habían asistido. Bajé del coche y me adentré al bosque, unos pasos más escuché los sollozos de Maddison, busqué entre la oscuridad hasta encontrar dos cuerpos en el piso, corrí hasta llegar a ellas.

Mis lagrimas no tardaron en salir cuanto noté a Daniela en el césped boca arriba, su piel era más pálida de lo normal, tenía la boca entreabierta y ojeras al rededor de sus parpados.

Un gran nudo se formó en mi garganta y me hinqué a un lado de ella.

— Daniela... Daniela... — traté de formular mientras tomaba su rostro con mis manos, segundos después el sonido de la ambulancia se presentó alrededor — no, Daniela... — mi vista se nubló.

One shots. (caché) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora