D. Frost. (Part-2)

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—Entonces... —sonreí después de haberme puesto la blusa. Ella estaba en el asiento de piloto con el cabello despeinado y los labios rojos de tanto habernos besado. Su mirada vaciló entre mis ojos y el coche negro que se había parado casi enfrente de nosotras en el estacionamiento. —¿Te gustaría salir a cenar? —propuse esperando una respuesta positiva de su parte. No recibí respuesta de su parte, su mirada seguía en el coche de enfrente y su ceño se frunció levemente.

El coche no se mantuvo mucho tiempo ahí y cuando se fue ahora sí habló.

—Ya puedes irte — musitó de manera fría ignorando totalmente mi propuesta de hace unos segundos. Mi corazón sintió una punzada de decepción y dolor. Sin embargo, bajé del coche para volver a la oficina.

Después de pensarlo toda la noche llegué a la vaga conclusión de que posiblemente no me haya escuchado, así que lo intenté de nuevo.

—Deberíamos hacer algo después del trabajo — propuse en medio de un beso. Ella se separó de mí y me miró. Su semblante cambió de excitación a seriedad.

—Tengo cosas que hacer — se limitó a decir antes de volver a juguetear con el cierre de mi pantalón.

—¿Otro día...?

—María José, eres mi empleada — expresó haciendo una mueca como si eso fuera lo peor del mundo, como si le diera vergüenza andar con su empleada...

Y entonces me cayó el veinte, yo no era para ella más que una empleada, un juguete, un par de tenis en su armario que sólo  utilizaba cuando salía a correr, En realidad yo no era nada para ella.

Me bajé de su regazo y me pasé al asiento de copiloto. Ella me miró confundida.

—Tienes razón, sólo soy tu empleada y por eso mismo ni siquiera deberíamos estar aquí, mi contrato no lo permite. Esta será la última vez que tengo este tipo de encuentros con usted, señorita Calle, si me permite, seguiré con mis deberes. —y dejándola atónita ante mis palabras salí de su auto azotando la puerta.

A partir de ese día estoy segura mis piernas sufrieron un gran cambio muscular debido a que ahora subía las escaleras para evitar topármela en elevador, pero eso no fue suficiente; de nuevo me encontraba tan sumida en mi trabajo que al escuchar la puerta abrirse no lo tomé importancia pensando que era mi secretaria.

—Rachel, deja el papeleo por ahí por favor —dije sin quitar la vista del computador señalando un lugar al azar. Sin embargo, no escuché respuesta por parte de Raquel, tampoco ningún tipo de movimiento. Seguí sin prestarle atención hasta que sonó el clic del seguro de la puerta —¿Rachel? —despegué lentamente mi visión del ordenador y me asomé para ver qué demonios estaba pasando.

Me topé con la sorpresa de que era ella.

—¿Más trabajo, jefa? —pregunté restándole importancia a su presencia. Ella no dijo nada, pero sí se acercó hasta mí, quedando a lado mío; su aroma me hizo estremecer como siempre y su cercanía me hacía suspirar.

Ella no dijo nada, sino posó ambas manos en los posa brazos que estaban a mis costados, inclinándose hacia mí en el acto, quedando su cara muy cerca de la mía. Tragué seco mirando sus labios y después sus ojos. De nuevo esa mirada. Siguió sin decir algo y así se quedó por unos segundos hasta que se separó de mí soltando un suspiro. Me miró por última vez antes de empezar a caminar hacía la salida.

—Jefa... —llamé su atención —¿Qué demonios fue eso?

—Nada —soltó con un gesto de desinterés.

One shots. (caché) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora