LITTLE BROTHER

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FAUSTO

Últimamente no me sentía yo, todos me conocían, era un chico despreocupado, él que todos sabían que siempre le buscaba el lado divertido a las cosas, incluso en las cosas que no tenían nada divertido.

Después de aquella noche en el bosque con Hanzel las cosas se habían vuelto muy tensas, mucho más de lo que ya estaban, y es que por si no se había mencionado antes, mi papá era candidato a gobernador del pueblo, un solo error y todo su esfuerzo se podía ir a la mierda, eso decía él siempre y esta vez yo había cometido ese error, en mi cara se reflejaba. Vaya golpe el que había llevado.

Diría que nunca lo había visto tan furioso, pero así era él, toda su rabia la había pagado conmigo una vez más. Desde hace mucho tiempo todas las cosas malas que ocurrían caían sobre mi, aunque no fueran mi culpa. Mamá, Fergus y yo siempre fuimos su desquite, pero cuando mi hermano se fue yo quedé aguantando, solo. Mi mamá casi nunca estaba en casa, salía con amigas o se iba de compras a la ciudad y no volvía en días, era solo yo en ese infierno y sentía resentimiento hacía ellos por eso.

Aun así me las arreglaba para tener una sonrisa en mi rostro. Había pensado que tener a Fergus de vuelta aliviaría un poco las cosas, pero él parecía un huracán que había llegado para poner todo de cabeza, para empezar, nadie sabía que vendría, resulta y acontece que fue expulsado de su internado y ahora, se encontraba en mi cuarto...

—¿Has visto mi crema para...

En mi cuarto, follando.

Solo pude notar a la chica cubrirse de inmediato, mientras que Fausto, desnudo y de espaldas a la puerta giraba su cabeza mostrándome su rostro con esa sonrisa estúpida y molesta.

—¿Se te perdió algo?

—Mis cosas siguen aquí—Dije serio.

—Vuelve en otro momento—Su rostro restándole importancia a mi presencia me cabreo más.

Entré a la habitación.

—No, ustedes se van, hay más cuartos en la casa.

Comencé a buscar la crema para el golpe en mi cara mientras escuchaba a Fausto suspirar.

—Nos vemos otro día, amore—Le dio un beso—Vístete en el baño de abajo.

La chica tomó sus cosas y se fue, ya había podido ver su rostro mejor, la conocía, iba en mi clase de matemáticas.

—¿Todo bien hermano?—Dijo poniéndose los pantalones.

—¿No te hace ruido en tu conciencia estar aquí disfrutando cuando se acaba de encontrar el cuerpo de Eddy?

—Corrección, no lo encontraron, alguien se los dejo servido en bandeja de plata, o... colgando de un árbol, mejor dicho—Finalizo esbozando su sonrisa narcisista—Además, ¿Por qué me privaría de tener sexo y disfrutar por alguien que ni conocí?—Continuo.

Sin darle respuesta solo lo mire fijamente, mostrando mis ganas de que solo saliera de la habitación, pero claro, él no se molestaría en hacerlo.

—¿Por qué tan estresado?—Preguntó.

—¿Por qué crees?—Seguía buscando la crema.

—¿Buscabas esto?—Fausto se empezó a reír, tenía la crema en sus manos.

—No me digas que la usaste para...

Se empezó a reír más fuerte.

—¡Que puto asco!—Reclame.

—Mejor póntela, te ves terrible—Dijo lanzándome el potecito de crema.

Torcí mis ojos.

—¿En qué momento te volviste tan amargado pequeño hermano?—Se recostó en el espaldar de la cama posicionando ambas manos en su nuca.

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