PHOTOGRAPH

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    SETH

—¿Dónde está Hanzel?—Dije extrañado.

Era de mañana, me había levantado a las 10:24 a.m. con el sonido de la lluvia golpeando el techo bruscamente. Hacía mucho frío, me preguntaba si el calefactor se había dañado, otra vez.

—Sigue dormido, anoche que llegue y se veía cansado, no se que tan tarde se quedó jugando para haber estado así—Dijo mientras me servía una taza de chocolate caliente.

Sospeche por unos segundos, sin decir nada de lo que pensaba. ¿Era posible que Hanzel se hubiera escapado ayer para averiguar qué había pasado? Sabía con certeza que no me había creído ni una sola palabra sobre lo que le había dicho hace dos noches, ¿era mejor decirle? Quizás si no lo hago él también correrá riesgo...

Honestamente ya no sabía que era correcto hacer y que no.

Mientras me concentraba en tomar mi chocolate caliente, que por cierto, era chocolate blanco, mi mamá me veía con una mirada y sonrisa tierna dibujada en su rostro.

—¿Tengo bigote?—Dije limpiandome automáticamente.

—No no—Soltó una risa delicada—Es solo que no puedo creer que ya vayas a cumplir 16 en dos días...

—Bueno, tampoco podías creer que cumpliría 15—Reí.

—Sabes que nunca aceptaré que sigas creciendo... Ni tú, ni tu hermano...

Note sus ojos cafés cristalizarse poco a poco, con una sonrisa que marcaba sus pequeños hoyuelos, era hermosa. No podía evitar pensar que mientras más yo creciera, ella igual... Los años pasaban, y aunque ella era joven, sabía que nada nunca detendría el tiempo, aunque yo solo quisiera que nos quedáramos así por siempre.

—¿Sabes qué?—Dijo con una emoción contagiosa en sus ojos.

—¿Qué?—Pregunté curioso, con la misma emoción.

—Veamos los álbumes de fotos mientras comemos palomitas, como en los viejos tiempos.

Una sonrisa se dibujó en mi al escuchar el plan.

—¡Sí! Okay, ¡hagámoslo!—Era uno que siempre me traía buenos recuerdos. Nada se comparaba con el hecho de estar en sus brazos, con el olor a palomitas de mantequilla rodeándonos y las fotos de la mejor infancia que ella nos había podido dar.

—Pero espera... ¿no ibas a visitar a Aeris?—Dijo.

Así era, pero ella ya estaba en su casa, así que sabía que nada malo podía pasar ahí. Había decidido quedarme con mi mamá desde antes de que me diera su idea. Esta tarde debía ser de los dos.

—Me quedaré contigo, creo que ella sobrevivirá sin mí—Bromeé.

Amaba en serio cómo sonreír le marcaba sus pómulos y hoyuelos.

—¡De acuerdo! Yo hago las palomitas entonces, tú busca los álbumes.

Me dirigí a la sala y me senté en el sofá para abrir la gaveta que formaba parte de la mesita en medio de los cuatro muebles. Había varios, de todo tamaño, llenos de polvo y de mucha nostalgia que me impulsó a sonreír.

—Mmmm, huele rico—Cerré mis ojos, dejando mi espalda caer en el sofá, sintiendo el olor a mantequilla esparcirse por el aire.

Al cabo de unos segundos mamá se sentó junto a mi con el bol blanco repleto de palomitas, se me hacía agua la boca, se veían amarillitas y blanquitas a su vez.

—¿Listo? ¿Cuál veremos primero?—Dijo refiriéndose a los álbumes.

—¡Este!—Dije esbozando una sonrisa ladeada.

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