Capítulo 30

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Sir Chan no pasó más que una semana en Hunsford pero fue suficiente para convencerse de que su hijo estaba muy bien situado y de que un marido así y una vecindad como aquélla no se encontraban a menudo. Mientras estuvo allí, Junho dedicaba la mañana a pasearlo en su calesín para mostrarle la campiña; pero en cuanto se fue, la familia volvió a sus ocupaciones habituales. Seokjin agradeció que con el cambio de vida ya no tuviese que ver a su primo tan frecuentemente, pues la mayor parte del tiempo que mediaba entre el almuerzo y la cena, Junho lo empleaba en trabajar en el jardín, en leer, en escribir o en mirar por la ventana de su despacho, que daba al camino. El cuarto donde solían quedarse los jóvenes daba a la parte trasera de la casa. Al principio a Seokjin le extrañaba que Hoseok no prefiriese estar en el comedor, que era una pieza más grande y de aspecto más agradable. Pero pronto vio que su amigo tenía excelentes razones para obrar así, pues Junho habría estado menos tiempo en su aposento, indudablemente, si ellos hubiesen disfrutado de uno tan grande como el suyo. Y Seokjin aprobó la actitud de Hoseok.

Desde el salón no podían ver el camino, de modo que siempre era Junho el que le daba cuenta de los coches que pasaban y en especial de la frecuencia con que el joven de Bourgh cruzaba en su faetón, cosa que jamás dejaba de comunicarles aunque sucediese casi todos los días. El joven solía detenerse en la casa para conversar unos minutos con Hoseok, pero era difícil convencerlo de que bajase del carruaje.

Pasaban pocos días sin que Junho diese un paseo hasta Rosings y su esposo creía a menudo un deber hacer lo propio; Seokjin, hasta que recordó que podía haber otras familias dispuestas a hacer lo mismo, no comprendió el sacrificio de tantas horas. De vez en cuando les honraba con una visita, en el transcurso de la cual, nada de lo que ocurría en el salón le pasaba inadvertido. En efecto, se fijaba en lo que hacían, miraba sus labores y les aconsejaba hacerlas de otro modo, encontraba defectos en la disposición de los muebles o descubría negligencias en la criada; si aceptaba algún refrigerio parecía que no lo hacía más que para advertir que los cuartos de carne eran demasiado grandes para ellos.

Pronto se dio cuenta Seokjin de que aunque la paz del condado no estaba encomendada a aquella gran señora, era una activa magistrada en su propia parroquia, cuyas minucias le comunicaba Junho, y siempre que alguno de los aldeanos estaba por armar gresca o se sentía descontento o desvalido, lady Catherine se personaba en el lugar requerido para zanjar las diferencias y reprenderlos, restableciendo la armonía o procurando la abundancia.

La invitación a cenar en Rosings se repetía un par de veces por semana, y desde la partida de sir Chan, como sólo había una mesa de juego durante la velada, el entretenimiento era siempre el mismo. No tenían muchos otros compromisos, porque el estilo de vida del resto de los vecinos estaba por debajo del de los Choi. A Seokjin no le importaba, estaba a gusto así, pasaba largos ratos charlando amenamente con Hoseok; y como el tiempo era estupendo, a pesar de la época del año, se distraía saliendo a caminar. Su paseo favorito, que a menudo recorría mientras los otros visitaban a lady Catherine, era la alameda que bordeaba un lado de la finca donde había un sendero muy bonito y abrigado que nadie más que él parecía apreciar, y en el cual se hallaba fuera del alcance de la curiosidad de lady Catherine.

Con esta tranquilidad pasó rápidamente la primera quincena de su estancia en Hunsford. Se acercaba la Pascua y la semana anterior a ésta iba a traer un aditamento a la familia de Rosings, lo cual, en aquel círculo tan reducido, tenía que resultar muy importante. Poco después de su llegada, Seokjin oyó decir que Yoongi iba a llegar dentro de unas semanas, y aunque hubiese preferido a cualquier otra de sus amistades, lo cierto era que su presencia podía aportar un poco de variedad a las veladas de Rosings y que podría divertirse viendo el poco fundamento de las esperanzas de el joven Seojoon mientras observaba la actitud de Yoongi con el joven de Bourgh, a quien, evidentemente, le destinaba lady Catherine. Su Señoría hablaba de su venida con enorme satisfacción, y de él, en términos de la más elevada admiración; y parecía que le molestaba que la señorita Jung y Seokjin ya le hubiesen visto antes con frecuencia.

Su llegada se supo en seguida, pues Junho llevaba toda la mañana paseando con la vista fija en los templetes de la entrada al camino de Hunsford; en cuanto vio que el coche entraba en la finca, hizo su correspondiente reverencia, y corrió a casa a dar la magna noticia. A la mañana siguiente voló a Rosings a presentarle sus respetos. Pero había alguien más a quien presentárselos, pues allí se encontró con dos sobrinos de lady Catherine. Yoongi había venido con el coronel Hong, hijo menor de su tío Lord; y con gran sorpresa de toda la casa, cuando Junho regresó ambos caballeros le acompañaron. Hoseok los vio desde el cuarto de su marido cuando cruzaban el camino, y se precipitó hacia el otro cuarto para poner en conocimiento de los dos muchachos el gran honor que les esperaba, y añadió:

––Seokjin, es a ti a quien debo agradecer esta muestra de cortesía. El señor Min no habría venido tan pronto a visitarme a mí.

Seokjin apenas tuvo tiempo de negar su derecho a semejante cumplido, pues en seguida sonó la campanilla anunciando la llegada de los dos caballeros, que poco después entraban en la estancia.

El coronel Hong iba delante; tendría unos treinta años, no era guapo, pero en su trato y su persona se distinguía al caballero. Yoongi estaba igual que en Hertfordshire; cumplimentó a él señor Choi con su habitual reserva, y cualesquiera que fuesen sus sentimientos con respecto a Seokjin, lo saludó con aparente impasibilidad. Seokjin se limitó a inclinarse sin decir palabra. El coronel Hong tomó parte en la conversación con la soltura y la facilidad de un hombre bien educado, era muy ameno; pero su primo, después de hacer unas ligeras observaciones el señor Choi sobre el jardín y la casa, se quedó sentado durante largo tiempo sin hablar con nadie. Por fin, sin embargo, su cortesía llegó hasta preguntar a Seokjin cómo estaba su familia. Él le contestó en los términos normales, y después de un momento de silencio, añadió:

––Mi hermano mayor ha pasado estos tres meses en Londres. ¿No la habrá visto, por casualidad?

Sabía de sobra que no lo había visto, pero quería ver si le traicionaba algún gesto y se le notaba que era consciente de lo que había ocurrido entre los Park y Taehyung; y le pareció que estaba un poco cortado cuando respondió que nunca había tenido la suerte de encontrar a él joven Taehyung. No se habló más del asunto, y poco después los caballeros se fueron.

Orgullo y Prejuicio (adaptación - Sujin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora