Capítulo 43

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Seokjin divisó los bosques de Pemberley con cierta turbación, y cuando por fin
llegaron a la puerta, su corazón latía fuertemente.

La finca era enorme y comprendía gran variedad de tierras. Entraron por uno de los puntos más bajos y pasearon largamente a través de un hermoso bosque que se extendía sobre su amplia superficie.

La mente de Seokjin estaba demasiado ocupada para poder conversar; pero
observaba y admiraba todos los parajes notables y todas las vistas. Durante media milla subieron una cuesta que les condujo a una loma considerable donde el bosque se interrumpía y desde donde vieron en seguida la casa de Pemberley, situada al otro lado del valle por el cual se deslizaba un camino algo abrupto. Era un edificio de piedra, amplio y hermoso, bien emplazado en un altozano que se destacaba delante de una cadena de elevadas colinas cubiertas de bosque, y tenía enfrente un arroyo bastante
caudaloso que corría cada vez más potente, completamente natural y salvaje. Sus orillas no eran regulares ni estaban falsamente adornadas con obras de jardinería. Seokjin se quedó maravillado. Jamás había visto un lugar más favorecido por la naturaleza o donde la belleza natural estuviese menos deteriorada por el mal gusto. Todos estaban llenos de admiración, y Seokjin comprendió entonces lo que podría significar ser el señor  de
Pemberley.

Bajaron la colina, cruzaron un puente y siguieron hasta la puerta. Mientras
examinaban el aspecto de la casa de cerca, Seokjin temió otra vez encontrarse con el dueño. ¿Y si la camarera se hubiese equivocado? Después de pedir permiso para ver la mansión, les introdujeron en el vestíbulo. Mientras esperaban al ama de llaves, Seokjin tuvo tiempo para maravillarse de encontrarse en semejante lugar.

El ama de llaves era una mujer de edad, de aspecto respetable, mucho menos
estirada y mucho más cortés de lo que Seokjin había imaginado. Los llevó al comedor. Era una pieza de buenas proporciones y elegantemente amueblada. Seokjin la miró ligeramente y se dirigió a una de las ventanas para contemplar la vista. La colina coronada de bosque por la que habían descendido, a distancia resultaba más abrupta y
más hermosa. Toda la disposición del terreno era buena; miró con delicia aquel paisaje: el arroyo, los árboles de las orillas y la curva del valle hasta donde alcanzaba la vista. Al pasar a otras habitaciones, el paisaje aparecía en ángulos distintos, pero desde todas las
ventanas se divisaban panoramas magníficos. Las piezas eran altas y bellas, y su mobiliario estaba en armonía con la fortuna de su propietario. Seokjin notó,
admirando el gusto de éste, que no había nada llamativo ni cursi y que había allí menos pompa pero más elegancia que en Rosings.

«¡Y pensar ––se decía–– que habría podido ser dueño de todo esto! ¡Estas
habitaciones podrían ahora ser las mías! ¡En lugar de visitarlas como un forastero, podría disfrutarlas y recibir en ellas la visita de mis tíos! Pero no ––repuso recobrándose––, no habría sido posible, hubiese tenido que renunciar a mis tíos; no se me hubiese permitido invitarlos.»

Esto lo reanimó y lo salvó de algo parecido al arrepentimiento.

Quería averiguar por el ama de llaves si su amo estaba de veras ausente, pero le
faltaba valor. Por fin fue su tío el que hizo la pregunta y Seokjin se volvió asustado cuando la señora Reynolds dijo que sí, añadiendo:

––Pero le esperamos mañana. Va a venir con muchos amigos.

Seokjin se alegró de que su viaje no se hubiese aplazado un día por cualquier
circunstancia. Su tía lo llamó para que viese un cuadro. Seokjin se acercó y vio un retrato de Jungkook encima de la repisa de la chimenea entre otras miniaturas. Su tía le preguntó sonriente qué le parecía. El ama de llaves vino a decirles que aquel era un joven hijo
del último administrador de su señor, educado por éste a expensas suyas.

Orgullo y Prejuicio (adaptación - Sujin) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora