Meses después
Josephine se veía frente al espejo de su cuarto, tenía el vientre sumamente pronunciado. Tendría un hermoso niño dentro de la casa en muy poco tiempo. Jeremy no podía estar más feliz con la noticia, un varoncito corriendo por la casa era la imagen que más se repetía en su mente, estaba emocionado. La castaña por fin había vuelto a su casa, su madre se había rentado un departamento bastante generoso pero que estaba lejos de sus costumbres extremadamente elegantes. Tocó su vientre con suavidad, y esbozó una sonrisa al sentirlo moverse. Habían decidido llamarlo Aaron, en realidad el rubio había rogado ponerle así y tanto insistió que terminó convenciéndola. Durante el embarazo y gracias a aquella revelación tan dura, ambos se habían acercado mucho. Jo comenzaba a sentirse cada vez más embelesada por Jeremy y su futuro rol de papá, estaba segura de que sería el mejor. En cambio, Jeremy había perdido hace mucho la guerra en contra de sus sentimientos. Amaba a Josephine y no tenía el valor para decírselo. La vida para ellos se había vuelto alentadora a pesar de todo. Sin embargo, para su amiga se tornó fría, indiferente y abrumadora. La boda de Vilma y Christopher había llegado y por supuesto que no pisaría el registro civil, aunque lo hubiese perdonado. Esa era la otra cuestión, las cosas no habían sanado entre su padre y ella. Estaba sentada en la cama cuando Ethan se acercó a ella con una charola cargada de comida, últimamente estaba llena de antojos y no tenía idea de por qué. Quizás se debía al cansancio y el estrés que no cesaban.
Sus ojos brillaron al ver los cubitos de queso y los tacos que yacían frente a ella. La boca se le hizo agua.
— Hm, qué delicioso... Moría de hambre. —sonrió de medio lado y tomó con prisa un taco. Ethan la miró divertido.
— Últimamente llevas comiendo mucho queso, ¿no? En exceso es dañino, amor.
Heather volteó los ojos y siguió masticando.
— Ay ya, no empieces. No existe nada sano en el mundo, todo en exceso tiene su consecuencia. Hasta el amor.
— Sí, pero nena... —trató de hacerla entrar en razón, pero ella había salido corriendo de la cama para encerrarse en el baño—. ¿Heather?
La escuchó devolver lo que había comido. Tocó la puerta, pero ella no la abrió pues la había trabado.
— Amor, ¿qué tienes, estás bien?
— No... —vomitó otra vez, haciendo que Ethan buscara desesperado las llaves de emergencia. Colocó las llaves y logró abrir la puerta.
La pelirroja estaba hincada frente al retrete con la cara pálida.
— Cariño, mírame... —el castaño se acercó con el corazón a mil—. ¿Qué fue lo que pasó?
— No lo sé, sentí náuseas y no pude evitar devolver todo lo que comí.
— Preciosa... ¿Ves lo que te decía? Seguramente tanto queso ya te está afectando.
— Ethan. —lo interrumpió con la mirada perdida tras él. Él se giró en esa dirección y vio un calendario en la pared—. ¿Qué fecha es hoy?
— Veinticinco de julio, ¿por qué? —contestó calmado. Sin embargo, la mujer palideció otra vez.
— Mierda... —Ethan sin entender nada, posó la mirada hacia la misma dirección que ella. Heather estaba mirando las toallas sanitarias sin abrir.
— Heather, me estás asustando. ¿Qué? —cuestionó ansioso.
La mujer tragó saliva, y sin titubeos soltó de golpe.
— Ethan, no me ha bajado la regla desde hace casi un mes. No puede ser... No me puede estar pasando esto...
— ¡¿QUÉ?! —sus mieles se salieron de órbita. Estaba en shock, no podía comprender nada y a la vez lo entendía todo.
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Lo Imperdonable
RomanceHeather Ripoll se ve en medio de una encrucijada cuando la empresa de su padre se encuentra prácticamente en la ruina, gracias a una estafa. El ser una mujer decidida, respetada, inteligente y lo suficientemente responsable para cargar con cualquier...