Capítulo 9: Un paso al amor

42 3 0
                                    

Estaba completamente nerviosa, la noche anterior apenas había conciliado el sueño por quedarse idealizando la cena que tendrían ellos dos. Desde temprano había estado ocupando su mente y tiempo en lo que fuera menos en aquella cita. No podía parar de sonreír al pensarlo, él realmente había cambiado su humor, últimamente lucía alivianada y más amena a todo, se sentía querida y muy halagada por el castaño. Si lo que planeaba era ganársela, no tendría que esforzarse demasiado pues ella presentía que estaba a un paso de ser suya. Había logrado lidiar con sus inseguridades por el momento, a pesar de verse tan hermosa por fuera como siempre le recordaban por dentro no se sentía así en lo absoluto, pero tendría el espacio y tiempo para hablar sobre ella y de sus tormentos. No estaba dispuesta a arruinar lo que sea que tuviera con Ethan. Quería y deseaba de verdad a ese hombre, y en la noche le demostraría cuánto. Se extrañó cuando no lo vio merodeando por los rincones de la empresa, pero para su corazón que palpitaba como loco era mejor, así no tendría su típico ataque de nervios al tenerlo en frente, evidentemente sus nervios habían incrementado por su próximo encuentro. La pelirroja se encontraba sumida en sus pensamientos, tomando su café matutino en la oficina cuando tocaron su puerta, y como si de un desfile se tratara Barbara y Jo entraron una detrás de la otra con cafés y unos paquetes con panecillos.

Con suma confusión las saludó sonrientemente.

— Hola, ¿qué hacen aquí?

— Ay cariño. No necesitamos una invitación para verte, ¿o sí? —inquirió socarrona su tía.

— No, pero...

— ¡Es que nos tienes descuidadas amiga! Así que decidimos desayunar contigo aquí y ponernos al día, apenas si hemos hablado desde que llegué de México, y mira a tu tía... —señaló a la pelirroja mayor, quien observaba a Heather con un puchero haciéndola sonreír de oreja a oreja—. No ha podido elegir entre el verde limón o el salmón para sus tacones. Deberías estar avergonzada. Nos has desatendido, Catherine...

La castaña entrecerró sus ojos y Heather negó divertida, eran unas dramáticas.

— Ya, ya. Lo siento mucho, y tía Barb, ese color salmón te sienta de maravilla, que lo sepas... —bromeó Heather, su tía odiaba el salmón, pero no había tenido elección. Su sobrina la había estresado al desaparecerse como si nada, pues sabía de sus andanzas con Ethan y ansiaba el chisme.

— Bueno Heather. Es toda tu culpa, siempre me envías tendencias nuevas y esta vez me has fallado.

— Pero si estás de infarto, es decir, te adelantaste una temporada, pero puedes sola con todo. No me necesitas realmente. —le guiñó uno de sus azules. Su tía rodó los ojos con indignación, esa niña le sacaba canas verdes. Estuvieron un buen rato discutiendo sobre las hombreras sin ponerse de acuerdo. Josephine se había mantenido un tanto al margen de la conversación, su cabeza no encontraba las palabras exactas, necesitaba desahogarse con Heather, debía contarle lo que entre ella y Jeremy había pasado. Para ello, debía ser lo más suave posible.

La castaña aclaró su garganta y golpeó una de sus piernas.

— Oye Hache. Adivina, me follé a Jeremy Montpelier. No me odies, que de eso me encargo yo solita. —replicó apretando sus labios. Barbara quien bebía felizmente su café, escupió sobre su falda color miel y Heather se ahogó con un trozo del panecillo. Ambas mujeres intentaban procesar con lentitud el mensaje.

— ¿Qué tu qué, Josephine?

— Válgame Dios... —musitó Barbara agitando una mano frente a su rostro, imitando a un abanico—. Si no es ésta, es la otra. Una las deja por aquí y terminan por allá, debería enjaularlas.

— No puedo, creerlo. No, es más, ni siquiera lo hago. —negaba la pelirroja bebiendo su café. La castaña las observó con un poco de vergüenza. Intuía que a Heather no le gustaría saberlo, si ya de por si tenía jaquecas con el hermano mayor lidiar con el otro por ella sería tedioso. Y por otro lado estaba Barbara quien había sido como su tía desde niña, si bien jamás había cuestionado lo que hacía, comprendía su asombro. Los hermanos Montpelier enredados con sus sobrinas no era fácil de digerir, aun así, necesitaba oírlas al respecto pues confiaba en ellas. Sus caras simplemente se congelaron.

Lo ImperdonableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora