Capítulo 29: Terrible desliz

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Heather no podía contener sus lágrimas cuando Barbara le informó sobre la muerte de Lion. Tenía tanta, pero tanta mala suerte, primero su padre y luego la única persona que podía sacarla de la cárcel. Por un segundo creyó que las cosas podrían cambiar para ella, que todo se resolvería y saldría libre. Lion había sido tan contundente con ella cuando la había visitado, la había llenado de esperanza y ahora estaba muerto al igual que Christopher. Dejó que sus lágrimas la empañaran por completo, ya no tenía ninguna salida. El hombre que le prometió su libertad ya no tenía la suya, ya no estaba para ayudarla a salir de la cárcel, pensar en eso la derrumbaba el doble. No comprendía por qué tenía que estar en esa posición, simplemente no lo comprendía. Barbara posó sus manos sobre las de su sobrina, se sentía tan frustrada e impotente como ella, no se le ocurría a alguien más que pudiera ayudar a Heather, o al menos alguien tan bueno y diciplinado como Curtis. Al parecer el destino no estaba a favor de la pelirroja, más bien quería dañarla todavía más. Heather secó sus lágrimas con el dorso de la mano y miró a su tía. Lucía cansada, más demacrada de lo normal, estaban en la misma.

— ¿Entonces es oficial? No saldré jamás de aquí, ¿no?

— Mi vida, no digas eso. Seguiré buscando a otros abogados, sé que Lion era el candidato perfecto para defenderte, pero por desgracia ya no está. Debemos buscar otras alternativas, nena.

— Pero ninguna... Ninguna de esas opciones conseguirá lo que él sí pudo, tía. —sonrió triste al recordarlo tan positivo y seguro, tenía evidencias. Aquel hombre era muy bueno, no debió morir tan pronto. Barbara no quiso darle la razón a su sobrina, aunque sabía que la tenía. 

Sonrió sincera y acarició su rostro.

— Te sacaré de aquí así me cueste mi propia vida, Heather. Te lo juro, saldrás de este lugar lo más pronto posible y haremos que el responsable pague sin piedad...

— ¿Papá volverá luego de que eso pase? —preguntó inocentemente y hasta ida. La mujer cambió enseguida su expresión, arrugando la frente. ¿Por qué actuaba así?

— Cariño, ¿te sientes bien? ¿Qué te sucede?

Heather dejó salir el aire y elevó sus hombros.

— Nada... —sacudió su cabeza como si intentara contradecirse a sí misma—. ¿Cómo va tu relación con Amanda?

La mujer, aunque no muy convencida decidió seguirle la corriente.

— Bueno... Todo va de maravilla, Amanda es un ángel en mi vida, Heather. Tal y como tú lo eres, es un tanto idéntica a ti, es muy generosa, servicial y empática. Ya me dice mamá... —comentó hilarante, contagiando su sonrisa en Heather. Sin embargo, la fue borrando de a poco—. Pero hija... Hay algo que no le he dicho, ni a ti tampoco, pero...

— ¿Qué pasa? ¿De qué estás hablando?

La pelirroja mayor sintió un nudo en la garganta que le impedía hablar. Respiró hondo y esperó a calmarse antes proseguir.

— Heather, yo les mentí cuando dije que tenía que viajar a Seattle por asuntos de tu padre, nada de eso era cierto. Yo... Yo fui a ver a una persona.

Heather se reclinó en la silla, cada vez entendía menos.

— ¿Cómo que no fue verdad, tía? ¿Entonces a qué fuiste hasta allá? —cuestionó ceñuda—. ¿Por quién fuiste a Seattle?

— Fui a ver al padre de Amanda, Heather.

La pelirroja abrió sus azules lo más que pudo, estaba anonadada con aquella revelación. Barbara tragó saliva y comenzó a recordar toda la escena de la noche anterior. Estaba demás decir que aún tenía la sensación que la había acompañó ida y vuelta a Chicago. Los nervios, el vacío y el amor que aún sentía por Daniel y lo difícil que fue volver a verlo cara a cara, de haber sentido su colonia a escasos metros de su persona. Mordió sus labios y comenzó a relatarle detalladamente a su sobrina todo lo que había sucedido el día anterior. Barbara se había mantenido rígida el largo trayecto hasta Seattle, las manos le sudaban un tanto. Con sigilo bajó de su auto y leyó la dirección que estaba plasmada en el documento que Jones le había dado. Sí, la dirección era la correcta para mala suerte de sus nervios. Caminó lentamente y subió las escaleras de aquel condominio urbano, uno de clase media. Las personas iban y salían del lugar, pero había puesto sus en una pareja en particular. Una linda, aunque pequeña mujer de tez morena subía las mismas escaleras con un hombre muy atractivo de piel oscura. Se sintió extraña al ver al hombre. El corazón le latió tan fuerte que le aturdió los oídos cuando lo reconoció por fin. Era Daniel, sin dudas era él. Se veía diferente con cabello, en el pasado era casi calvo, pero se veía muy bien luciendo así de igual manera. Barbara se volteó para que no la vieran, pero fue en vano, estaba en medio del camino obstaculizando el paso. La muchacha tocó su hombro pidiéndole pasar, así que no tuvo más remedio que voltearse y verlos cara a cara.

Lo ImperdonableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora