Capítulo 25: Reina la indiferencia

30 3 0
                                    

Ethan vio el cuerpo de la rubia desaparecer súbitamente de su casa. Se mantuvo en su lugar razonando, intentando digerir sus palabras. Aparentemente Ivonne no cesaba de insistirle con Heather, a veces aparentaba ser más pareja de su expareja que de su propia pareja. Sabía precisamente que su hermana tenía el don de volver blandengue a todo el mundo con sus sermones de la vida, lo que no sabía ella era que su hermano mayor ya lo había sentido todo en una sola escena hace años atrás. Pero tal vez Ethan no se daba por enterado de que el arrepentimiento y el perdón no formaban parte de él, prefería sostener su soberbia antes que ceder y resolver las cosas con la pelirroja. Su corazón se contrajo al recordarla, cuánto la amaba, cuánto la extrañaba... Pero cuánto le dolía hacerlo. Golpeó su pecho con el ceño ligeramente fruncido, tratando de mermar lo que sentía su ser. Habían pasado meses, debía dejarla ir. Subió las escaleras con pereza, ahora que se había despertado necesitaba una ducha para sacarse la pesadez de encima suyo. Cerró impetuoso la puerta del baño y se bajó los pantalones, luego de un rato ya estaba bajo la ducha. Las manos las tenía apoyadas contra la fría cerámica y los ojos cerrados, el agua caliente lo había envuelto completamente. Pensaba y pensaba en su fantasía de cabellos rojos y mejillas pecosas, extrañaba estar junto a ella, olerla hasta erizarla, besarla por doquier, tocarla y explorarla. Ethan abrió los ojos, una enorme incomodidad lo devolvió a la tierra, tenía una dolorosa erección. Maldita de Heather que se había adueñado de su cuerpo. Cerró la perilla y salió refunfuñando de la ducha. No lograba desinflamar su miembro, así que salió resignado de la ducha. El roce de la toalla lo ponía a llorar.

— ¡MALDITA SEA! ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO EN MI CASA, CÓMO ENTRASTE? —gritó un tanto asustado al ver a Daphne de piernas cruzadas en su cama. Ella dio un respingo por el llamado de atención.

— Lo siento, vi la puerta abierta y decidí entrar. De todas formas, venía a verte. —comentó inocentemente viéndolo a los ojos.

Poco a poco desvió la mirada hasta llegar a su vientre, logrando irritar a Ethan el doble.

— No me interesa Daphne, no tienes que entrar en mi casa de esa manera. Te exijo que por favor te vayas de aquí.

— Ethan... —se puso de pie, caminando lentamente hasta quedar frente suyo—. ¿Estás totalmente seguro de lo que me pides? Puedo quedarme y ayudarte.

— ¿Ayudarme con qué? —replicó altanero. Ella sonrió, y sin previo aviso colocó una de sus manos sobre su erección—. Suéltame, Daphne. Me desagrada.

— ¿Quieres que lo haga? ¿Eso es lo que quieres? —respondió lasciva poniéndose de rodillas frente a él. Ethan se quedó petrificado, no pudo reaccionar. La vio besar su abdomen, acariciarlo desde su lugar y apretarlo. Sintió un pinchazo al permitirle tanta cercanía, estaba totalmente helado, no sabía qué hacer. Comenzó a sentir el cuerpo entumecido, fue entonces en ese momento que notó que el pinchazo había sido real, ya que la pelinegra guardó una pequeña jeringa dentro de su bolso.

Ethan pestañeó varias veces sintiéndose mal.

— ¿Q-qué me has hecho, jodida desquiciada? —su cuerpo se sintió pesado, necesitaba recostarse. Caminó hasta la cama con mucha dificultad bajo la fría mirada de la pelinegra.

— Nada, cariño. No te asustes, cuando me hagas tuya quiero que lo hagas con suma conciencia...

El castaño cayó sobre la cama y de a poco fue cerrando sus ojos. «Voy a divertirme mucho gracias a ti, dulzura», fue lo último que pudo oírle decir a la mujer, pues se había desmayado rápidamente. Daphne sonrió satisfecha, el plan había salido a la perfección, o bueno la mitad de él. Comenzó a desnudarse sin dejar de observarlo, ojalá pudiera estar frente a él de esa manera y causarle miles de estragos. Sin embargo, sabía que Heather seguía siendo su punto débil, pero eso estaba a punto de cambiar para siempre. Amanda había despertado en casa de Barbara, solía quedarse cuando su hermano se iba a reuniones en otros Estados, aunque eso la dejaba confundida. ¿No era el tal Montpelier el representante nuevo? Bajó las escaleras luego de asearse un poco y cuando lo hizo escuchó a la pelirroja hablar con alguien por teléfono desde una habitación. Se escuchaba algo alterada y nerviosa, nunca la había presenciado de esa manera. Sabía que espiar estaba muy mal, pero de todas formas se quedó escuchando a la mujer, realmente se oía conmocionado y temerosa.

Lo ImperdonableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora