Casi dos semanas pasaron desde que los Montpelier llegaron a instalarse en su nueva asociación junto a los Ripoll. Hasta al momento, nada se había salido de control para sorpresa de la pelirroja. Ese hombre sabía con determinación lo que hacía, siempre cauteloso en cada paso y meticuloso en cualquier detalle, pero seguía sin agradarle. El primer día había sido de lo más pesado y jocoso, todo porque Ethan la acusaba de estorbar en cada paso que daba. Estaba claro que trabajar con él sería imposible, no lo quería ver ni en pintura por esos lares, pero si deseaba reacomodar el status de su compañía debía aguantárselas. Su hermana Ivonne, era ahora la encargada de administrar el dinero de Ripoll's Inc, y lo hacía bastante bien admitió en muchas ocasiones Heather para consigo. El tal Jeremy, se encargaba del supervisar cada área, según decían era bueno organizando equipos y un estratega disponiendo ideas corporativas para la sociedad. Al parecer se habían adaptado rápidamente al panorama, pues en pocos días habían avanzado demasiado. Heather sentía que la atención ya no la tenía ella, su padre permanecía siendo tan respetado como siempre, sin embargo, ella comenzaba a pasar desapercibida. Sentía que todos estaban totalmente enfocados y entregados al mandato de Ethan, y eso por dentro le daba celos. Estuvo seis años dentro de ese lugar dando lo mejor de ella, solo para que un fulano con cabello sedoso llegara y la opacara, parecía querer arrebatárselo todo. Qué locura tan perversa. ¿Realmente comenzaba a perder de a poco la importancia que se merecía por culpa de aquellos intrusos? Se encontraba sentada en su sala de estar tomándose un café mientras le daba un vistazo al computador. Sintió mucha curiosidad por la trayectoria desconocida de su ahora socio o más bien su rival por casualidad, así que no se contuvo y comenzó a leer artículos sobre aquel castaño de ojos hipnotizantes.
«Ethan Montpelier de 22 años, participó de las olimpiadas matemáticas en Toronto consagrándose campeón nacional de los Estados Unidos», «Hijo de reconocido empresario, comenzará a seguir los pasos de su padre como el futuro heredero de la compañía White Space», «De nuevo, Ethan Montpelier es el foco de atención por la privada celebración de su cumpleaños número 30 en Los Ángeles, y por una sorprendente revelación infiltrada de la fiesta: Su padre se retirará muy pronto del White Space y está listo para asumir como jefe». Ah caray, ese hombre sí que había hecho un uso excesivo de su tiempo y no lo perdió en solo conquistar mujeres con su encantadora superioridad. ¿Podría comprarse un cohete y largarse a marte también? Eso sería estupendo para ella. Había quedado boquiabierta con tanta información, todo lo que indagó sobre él la había dejado perpleja.Tocaron la puerta cortando su distracción. Tomando un bocadillo caminó hacia la entrada y la abrió.
— Hola, ¿en qué puedo ayudarlo? —cuestionó con una ceja enarcada. Frente a ella se encontraba un joven, de inmediato notó que cargaba con él un enorme arreglo de rosas rojas. Desde luego que la intriga en ella incrementó.
— ¿Es usted Heather Ripoll? Me han enviado a entregarle estas rosas, firme aquí por favor. —ella se limitó a firmar confundida, ¿quién le habría enviado todo eso?
— Gracias. —la mujer cerró la puerta, dejando sobre la mesada principal el dichoso arreglo. Eran hermosas, amaba las rosas rojas, le eran preciosas. Heather sonrió genuinamente. Observó que con ellas se había colado una nota a mano con lindos detalles en dorado y negro.
«Señorita Ripoll, las rosas rojas en mi familia son un símbolo de agradecimiento, se las envío en señal de gratitud y cortesía por permitirnos colaborar con ustedes, espero que le guste. Ha de ser extremadamente complicado no acaparar la atención que antes obtenía y sentirse no sé, algo desplazada, pero espero podamos llevarnos mejor... Es mi única intención.
Ethan».
Adiós a aquella sonrisa tonta que se le había formado en los labios. ¿Y ese payaso de qué circo se había escapado? ¿Acababa de llamarla fracasada de alguna manera? En sus sueños, eso sí que no se lo iba a dejar pasar. Primero la empresa, luego su puesto y la oficina, ¿y ahora la ridiculizaba mediante estúpidas notas? Ese hombre no estaba en lo absoluto preparado para enfrentarse a una Ripoll hecha y derecha. Sabía que la paz no perduraría demasiado tiempo con ese intento de empresario. Se vistió con lo primero que vio, y tomando el bonito, aunque ponzoñoso arreglo floral, se dirigió a la compañía. Eran las ocho de la noche y a esa hora los únicos en ella eran los empleados de recursos humanos y claro, el jefe. Debía haber estado allí ocupando aquel lugar que le correspondía más que a cualquier otra persona, pero su padre creyó conveniente poner al idiota de Ethan en su lugar. Su sangre bullía, sentía un zumbido en el oído que le gritaba guerra. Manejó hasta llegar al lugar y bajó con el arreglo en mano, ese hombre la iba a escuchar, era mejor que comenzara a rezar por mantenerse físicamente entero. No querría conocerla enfadada. Subió hasta el último piso y divisó la puerta de la oficina semiabierta. Caminó en zancadas, pero al llegar se detuvo en seco al oír unos gemidos provenientes del cuarto. Abrió la puerta sin importarle nada, y encontró a Ethan mordisqueando con ávido el cuello de una de las empleadas, ¿desde cuándo su oficina se había vuelto un motel? Heather azotó la puerta llamando la atención de la pareja, quienes dieron un respingo.
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Lo Imperdonable
RomanceHeather Ripoll se ve en medio de una encrucijada cuando la empresa de su padre se encuentra prácticamente en la ruina, gracias a una estafa. El ser una mujer decidida, respetada, inteligente y lo suficientemente responsable para cargar con cualquier...