A Heather le resultaba algo ordinario, para nada profesional y poco ético relacionarse sentimentalmente con las personas que trabajaba, o eso solía tener presente. Pero al parecer, había quedado muy expuesta ante sus propios pensamientos. Sin mencionar el hecho de que había dejado los rencores de lado con su socio, pero que por un par de tragos y risas después, todo se había ido al demonio, literalmente, lo que antes creía ya no tenía cabida en su mente. La mujer estaba besando al hombre que hacía algunas semanas atrás quería quemar vivo, y lo hacía gustosa. Sentir el cuerpo inmenso de Ethan junto a ella era lo más placentero y puro que había sentido desde hace tiempo, todo él en ese instante le resultaba único y perfecto. La pelirroja sintió como la lengua del castaño se colaba sin permiso en su boca, y no pudo evitar gemir siguiendo el ritmo brusco y apresurado, le gustaba, y no tenía intenciones de frenarlo, al menos no todavía. El castaño la apretó contra él, quería sentirla, saber que ella lo deseaba también. Rápidamente la levantó con sus brazos como si fuera una pluma de lo más delicada, y la guio hacia su escritorio. Besó su cuello aspirando su dulce aroma, apretujó con afán su trasero buscando profundizar el tacto, y exponiendo un poco sus pechos bajó por el valle de los mismos, haciéndola respingar. Era demasiado placentero tenerse exclusivamente para ellos, ni siquiera pensaban en el tiempo y espacio, solo eran los dos saciando sus más oscuros deseos.
Heather relamió sus labios al sentir su lengua lamerla en la piel.
— Ethan, no creo que sea buena idea... Ah, por favor, sí... —pidió entre jadeos. Ethan sintió como esa suplica le era música para sus oídos.
— Dime lo que quieres, Heather. Dime y lo haré. —volvió a asaltar su boca, y ella abrió más las piernas dándole acceso total. Lo sintió, estaba rígido, duro, caliente.
— Yo quiero... —de repente, cayó en cuenta del terrible error que estaban a punto de cometer—. Yo quiero que esto no vuelva a suceder, señor Montpelier. Suélteme, por favor. —el castaño la miró confundido cuando bajó de golpe del escritorio, no comprendía la situación que se estaba dando. Hacía un instante parecía estar de lo más pasional y dispuesta a llevar al límite ese encuentro, y ahora le estaba pidiendo que la soltara, fingiendo que nada pasó.
— ¿Qué dices? Espera, ¿Qué sucedió? Pensé que tú también...
— Sí. —dijo sin titubeos, pero de inmediato se contradijo—. Es decir, no. Ethan esto no es correcto. Tampoco es ético y ambos lo sabemos. Si vine hasta aquí, fue para brindarte mi apoyo. Me sentí terriblemente mal al pensar que había cometido un error cuando salí contigo, que por responsabilidad mía te había removido el pasado con esas fotos, y terminé cometiendo otro. Esto no puede volver a ocurrir.
— Heather, espera.
— Que tengas un buen día, Ethan. Me disculpo por lo de anoche, y por lo de ahora también. —tenía intención de detenerla, pero ella se había apresurado y cerrado la puerta de golpe. Qué considerada era, lo había dejado liado, muy liado. Claro que muy duro también, ¿y ahora cómo se desharía de su embrollo? Se miró la entrepierna con incomodidad, Heather se había pasado de la raya con él, no sintió un poquito de compasión por dejarlo así. Maldita mujer que lo había dejado con ganas de ella.
Heather salió casi corriendo de su oficina, y caminó con prisa hacia la suya. Entró algo agitada, no daba crédito a lo que acababa de pasar.
— ¿Nena, estás bien? —preguntó su tía Barbara, dejando la revista a un lado y caminando hacia su sobrina. Se preocupó al no obtener una respuesta—. Cariño, ¿qué tienes? Estás como acalorada y agitada. —la pelirroja solo la observó, había olvidado que estaba aquí, no podía contarle lo que había pasado con Ethan, O LO QUE ESTABAN A PUNTO DE HACER.
Barbara la condujo hasta el diván con precaución, no tenía idea que pasaba.
— No es nada tía, solo pensé que tenía una reunión programada y... Vine trotando. —sonrió a medias; la otra colorada frunció el ceño algo disconforme con la excusa de su sobrina.
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Lo Imperdonable
RomanceHeather Ripoll se ve en medio de una encrucijada cuando la empresa de su padre se encuentra prácticamente en la ruina, gracias a una estafa. El ser una mujer decidida, respetada, inteligente y lo suficientemente responsable para cargar con cualquier...