Capítulo 23: Todo acaba aquí

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Heather se había encerrado en el baño, creía que una ducha podía camuflar las lágrimas que empapaban su rostro. Estaba devastada, hecha trizas, ¿fue real lo que acababa de suceder? ¿Le había puesto fin a su relación al quitarse el anillo? Se deshizo de su ropa y la botó a un costado. Sentía que le ardía el pecho, tenía la peor de las sensaciones. Abrió la ducha dejando que el agua fría la recorriera enteramente. Escuchó sonidos provenientes de la habitación, pero los ignoró, no les tomó importancia. Por quince minutos estuvo debajo de la ducha, pero supo que debía salir y enfrentarse a la nueva realidad. Por momentos creía haber sido una tonta por no aceptar que su cuerpo estaba hecho para darle vida a alguien. Pero no era lo que ella quería, no nacía de sí misma esas ganas. Ella no era Ethan. Comenzó a secarse rápidamente, buscó un albornoz y salió del baño. Silencio. Solo pudo apreciar el silencio en la habitación. Entonces notó que en la cama de Ethan había una maleta. No tardó en percatarse que dentro estaba toda su ropa, había tacones suyos y otras cosas de uso personal. Sus ojos se humedecieron nuevamente al leer la nota que yacía a un lado de la maleta. «Fui a tu departamento por mis cosas. En mi cama están las tuyas». Se vistió con rapidez y verificó si todas sus pertenencias estaban dentro. Cerró la maleta y con cuidado salió del cuarto. Su cuerpo temblaba de la impotencia. Bajó las escaleras y miró en derredor. Ethan la había hecho suya en cada esquina y espacio; sobre el piano cuando lo había escuchado tocar. En la cocina cuando le enseñó a preparar pavo. En la ducha, en el sofá. En las escaleras también al volver de una reunión. En ese lugar habían continuado su historia. Sacudió su cabeza alejando todos los recuerdos posibles, y salió de la casa de Ethan. Jamás volvería a ese lugar, estaba segura de eso.

Llegó al vestíbulo y el portero se acercó amablemente a ella.

— Señora Montpelier, ¿quiere que le dé la llave nueva del departamento? Es que modificaremos las cerraduras mañana.

— No, gracias... —intentó no derrumbarse al responderle—. Ya no vivo aquí, lo siento.

Se alejó con prisa del hombre saliendo de una vez del lugar. Abrió la puerta de su coche y tiró la maleta al fondo. Comenzó a sollozar en soledad, no podía sentirse peor de lo que ya estaba. Lo encendió con la vista nublada, y sintiendo que dejaba una parte suya en aquel sitio se marchó. Imploraba que Ethan no estuviera en su casa. No cedía, no comprendía, no se adaptaba a la idea de un futuro sin él. Ethan guardaba sus cosas mientras dejaba caer sus lágrimas. La amaba, la amaba tanto que la indiferencia suya la hacía amarla más, pero tal vez Heather no era su destino, quizás no era su total felicidad y solo fue un recordatorio que después del dolor hay esperanza. Pero no fue su situación. Cerró su maleta y prácticamente corrió para escaparse del lugar. Llegó a su auto, y le echó un último vistazo al lugar. Estaba claro que nunca volvería a pisarlo. Barbara estaba en la mansión junto con Amanda. Como de costumbre, la había invitado a almorzar, pero la muchacha había terminado quedándose a tomar el té. Las dos pelirrojas reían y reían, Amanda se sentía espléndida al tener a alguien como Barbara en su vida, era una mujer sumamente dulce. Estaban sumidas en su mundo, que no notaron a la otra pelirroja detrás de ellas. 

Heather tenía la garganta cerrada, no podía hablar.

— Tía... —dijo en un hilito de voz. Aun así, la mujer la escuchó.

— ¿Heather? —se puso de pie y se acercó con velocidad a su sobrina. Estaba débil—. Cariño, háblame. ¿Qué sucedió, te hicieron algo? ¿Tuviste un accidente? Háblame por favor... —la sentó en su lugar y le pidió a Amanda que le sirviera un vaso con agua. Heather estaba helada, y no era lo más normal pues estaban en pleno verano. La muchacha le tendió el vaso, pero la ojiazul no reaccionaba, estaba totalmente ida. Barbara insistía e insistía, estaba tan preocupada que no sintió las lágrimas en su rostro. Esa de ahí no era Heather.

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