Capítulo 10: Sacrificios

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Ethan despertó lentamente de su sueño, la claridad se colaba por la enorme ventana fastidiando sus ojos. Miró su móvil, eran las siete de la mañana. Masajeó su frente, había tenido una noche bastante movida, demasiado aeróbica y erótica, y todo gracias a la preciosa mujer de cabello rojo que yacía dormida junto a él. El castaño no pudo evitar contemplarla unos segundos. Qué hermosa era, qué tranquila estaba. Se veía tan bonita dormida, el pelo sobre su rostro y sus suaves labios pegados uno con el otro, Su cara pecosa se recostaba en sus manos, su delicado y esbelto cuerpo estaba cubierto por las sábanas, ese cuerpo que tanto había explorado la noche anterior. Sonrió mientras acariciaba sus tersos hombros, Heather era extraordinaria y tan única. El castaño buscó como pudo su ropa interior y en medio de la vestida decidió prepararle el desayuno. Salió con cautela de la cama, no quería despertarla de su plácido sueño, después de todo había hecho demasiadas cosas con él. Casi se tropezó con la pila de ropa que estaba esparcida por todo el suelo del cuarto, pero pudo continuar su camino. Llegó a la cocina y comenzó a preparar lo primero que se le vino a la mente. Panqueques, cereal y café, y también un poco de fruta. Sabía que a ella le gustaría, o lo intuía. Heather abrió sus ojos desorientada, estaba un poco dolorida, pero se mordió los labios recordando el porqué, y miró a su lado. Ethan no estaba y eso le pareció extraño.

— ¿Ethan? —lo llamó cubriéndose con la sábana, pues se hallaba desnuda.

Estoy en la cocina, preciosa. —respondió desde donde estaba. No pudo evitar sonreír, ese hombre la estaba enloqueciendo, era un adonis en muchos sentidos. Encontró la camisa de su novio y se la puso, podían caber tres personas más dentro. Caminó hasta la enorme cocina, y lo halló terminando unos deliciosos panqueques—. Buenos días, amor.

— Hola, buenos días... —le dedicó una sonrisa al castaño y se sentó frente a él. Se veía sexi con aquel chándal y el torso descubierto—. ¿Cómo dormiste?

— La verdad es que ni yo lo sé, pero fue una noche estupenda. Fue casi imposible conciliar el sueño, nena...

— Ya, déjate de payasadas. —se sonrojó esquivando su mirada. Ethan colocó un enorme plato frente a ella—. Mm, se ve delicioso...

— Lo preparé pensando en ti, disfrútalo. —ella agradeció lanzándole un beso desde donde estaba sentada, y probó el plato. El desayuno estaba exquisito, o realmente tenía mucha hambre. No, era el desayuno, en definitiva, Ethan la tenía maravillada. La pareja hablaba mientras comían, desde la empresa al problema con aquella clave descubierta, hasta de la velada que tuvieron y de ellos dos, por supuesto. Claro que las bromas no se hicieron esperar para mejorar aún más la mañana. Sin embargo, Heather había notado en el refrigerador de Ethan una foto suya con Eva, al parecer era de una gala importante. 

A su mente rápidamente vino Daphne.

— Oye, Ethan. —carraspeó deseando no estropear la mañana—. Tú... ¿Conocías a Daphne desde antes de estar en la empresa?

— No, jamás la había visto. De hecho, me resulta algo espeluznante la forma que tiene de tratarme tan familiar. Como si me conociera de toda la vida, ya sabes. Es extraña.

— Sí, eso no está a discusión

— ¿Por qué me lo preguntas, linda? —cuestionó tranquilo, pero ella no le respondió. Dejó su café a un lado y la miró buscando contacto visual—. ¿Heather?

— Nada, olvídalo. Pensé que ustedes llegaron a coincidir en no sé, fiestas tal vez. Ideas mías, no me prestes atención.

— ¿Estás segura?

— Si cariño, estoy muy segura. —ella se puso de pie para alcanzar los labios de Ethan, y él sintió su cuerpo flotar.

— De acuerdo. Si quieres puedo llevarte a casa para que puedas vestirte e ir al trabajo, lamento no tener qué ofrecerte aquí... —rio bromista, contagiando a la pelirroja.

Lo ImperdonableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora