Actualidad.
Heather llevaba más de seis meses dentro de aquel psiquiátrico para nada bonito, y mucho menos seguro. Ya había olvidado como era dormir con ambos ojos cerrados, le temía un poco a los desquiciados del lugar y a los médicos que la acechaban con hambre. Todos eran bruscos, salvajes y hasta asquerosos, varios de los hombres habían querido abusar de ella, pero sus dientes eran la única arma que la defendía de todos ellos. Sin embargo, ese mismo comportamiento defensivo la llevaba a ser castigada de la peor manera, con azotes hasta hacerla sangrar y drogas para sedarla por completo. Su tía frecuentaba poco el lugar y no porque no quisiera, sino que ese loquero estaba tachado como el peor de la zona, por ende, el acceso estaba prácticamente restringido. La extrañaba demasiado, ni siquiera tenía oportunidad de decirle lo mal que la trataban ahí, y también a los pobres dementes que la acompañaban. Pero su peor error había sido confiar en las palabras de los médicos quienes le decían constantemente que su tía había dicho que no volvería a verla jamás, que se había cansado de lidiar con ella y que prefería vivir su vida lejos de una maniática como ella, y que lo mismo opinaba Josephine. Heather eligió creer esas palabras, por lo que su corazón se había ennegrecido aún más. Se había enterado por medio de las enfermeras chismosas que Ethan estaba saliendo con Daphne, y eso lejos de romperle el corazón la enfureció totalmente. Los odiaba tanto, era lo único que podía sentir, mucho odio por todos y cada uno de ellos. Estaba sentada con las rodillas contra el pecho, cuando uno de los médicos sádicos entró por ella.
— Son las siete de la mañana y aún no te has levantado, preciosura. Tú sabes que aquí cuando las puertas se abren debes estar de pie esperando. ¿Buscas que te castiguemos? —masticó la goma de mascar de manera grotesca. Heather curvó la comisura con cinismo.
— Púdrete.
— ¿Qué has dicho? No te escuché bien, Heather bonita...
Ella se puso de pie viéndolo a los ojos y masculló sonriente.
— Dije que te pudras, cerdo de mierda.
El hombre la jaló del cabello con fuerza causándole dolor.
— Óyeme bien, estúpida. Te vas a comportar muy bien conmigo si no quieres que rompa ese hermoso trasero que tienes. —volvió a sacudirla violentamente. Heather hizo muecas ante el movimiento, le dolía todo el cuerpo—. Apresúrate, por fin llegó el psiquiatra que te tratará para que sanes esa mente enferma que tienes.
— No quiero ir, por favor déjame aquí... —murmuró con miedo.
— Pues no me interesa lo que quieras, aquí no te mandas sola, perrita. Ponte los zapatos y acompáñame. —la soltó de repente. La pelirroja fue a paso de tortuga por sus zapatos, no tenía fuerzas-. Rápido mujer, ¿te piensas que eres la única maniática por cuidar o qué?
Heather fue empujada a rastras por el largo y blanco pasillo del psiquiátrico. Las puertas de metal asustaban, daban la impresión de ser un horno humano que en cualquier momento iría a incendiarse con ellos dentro de las habitaciones. El hombre la lanzó dentro de una oficina un poco más grande que su cuarto y la dejó sola. Se miró por el pequeño espejo que había en la pared y no pudo verse peor. Básicamente estaba desnuda ante todos, solo la cubría el pedazo de tela que llamaban bata, pero no era ni la mitad de eso. Escuchó unos pasos y le dio un último vistazo a sus ojos azules apagados y fríos, a su rostro pálido y delgado. Ya no le quedaban lágrimas por derramar así que simplemente dejó de mirarse. Pudo oír voces detrás de la puerta, pero no le tomó tanta relevancia. La última doctora que había conocido y confiado un tanto había fallecido en un accidente de coche junto a su esposo. Sin dudas, todo aquel que quería ayudarla terminaba muerto, hasta le causaba gracia. La puerta se abrió, pero la pelirroja no se volteó, no quería ver a ningún viejo decrépito como los que solían atender a los pacientes.
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Lo Imperdonable
RomanceHeather Ripoll se ve en medio de una encrucijada cuando la empresa de su padre se encuentra prácticamente en la ruina, gracias a una estafa. El ser una mujer decidida, respetada, inteligente y lo suficientemente responsable para cargar con cualquier...