O4: Una Alicia sin maravillas

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CAPÍTULO CUATRO

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CAPÍTULO CUATRO

Ubicación: desconocida

Extendida en el banco, Sydney hace palanca en sus antebrazos y le echa otro vistazo a su herida, o bueno, los restos de la herida profunda que tuvo en su momento. Básicamente, lo que queda es su carne viva tejiendo las últimas células de la dermis. Ella se da cuenta de que en el pasado esto ya lo había experimentado. Esa vez que se rompió la cabeza tras caer de una mecedora, su madre se asustó y luego se quedó muy callada. O cuando se aventuró en la cocina a medianoche para prepararse una limonada y se cortó el dedo.

Momentos insignificantes con tanta lógica.

El hormigueo se había intensificado en cuanto el hombre británico extrajo la bala. Desde entonces, la sensación continúa latente, ocasionando que la rubia encoja la pierna varias veces y se estremezca. Es una sensación desagradable, sobre todo cuando la fatiga, el sudor y la desolación se juntan para derrumbarla y recordarle que ha perdido para siempre su libertad. Sus tripas rugen; está famélica, pero la situación no es exactamente la indicada para pedir un plato de comida. Es bastante claro que es una prisionera.

Se acurruca de costado, sintiéndose cada vez más lúcida. La suciedad y humedad de sus capas de ropa son totalmente insoportables, e incluso trae roto el pantalón. Pero le arrebataron su mochila, esto es todo lo tiene, y no piensa hablar con esas personas.

Si nada de esto hubiera sucedido... Cómo echa de menos a su familia; especialmente a sus padres. A estas alturas intenta convencerse de que escapar ha sido la decisión correcta, aunque acaba de caer en un mundo destinado a rechazar su existencia y el dolor que la embarga es ensordecedor. No existe marcha atrás. Necesita borrarse de sus vidas en todos los sentidos posibles, con la esperanza de que nunca más volverá a causarles daño, aunque ya el daño que hizo es completamente irreparable.

Caer inconsciente después de semejante noche debe ayudarla a sentirse mejor, ¿no?

Es todo lo contrario.

Lo irónico es que cuando Sydney reacciona, o se vuelve medio «consciente» de su alrededor, en el mismo banco y compartimiento, no sucede gracias a los rayos del sol dándole en la cara, como cuando despertaba todas las mañanas en su habitación. En realidad, la causa de su despertar es una abrupta descarga eléctrica de pies a cabeza. Le duele, mas ni para gritar siente ganas en este instante. Parece que dormir la entumeció.

—¿Esa cosa sigue dormida? —pregunta alguien muy familiar, ah, esa mujer.

—Ya no está dormida —dice esta vez un hombre—, pero no se mueve.

—Carajo... Entonces cárgala.

—Pero, señora...

—¿Eres sordo, humano? Dije que la cargues. Chrakova está esperando.

GENESIS ¹ Antinatural © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora