O6: Fuego contra fuego

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CAPÍTULO SEIS

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CAPÍTULO SEIS

Ubicación: desconocida

—Cuidado y se les ocurre lastimarla —advierte Deanna, su habitual tono dócil convirtiéndose en una demanda severa para los tres vigías que se acercan a la rubia.

Sydney está sentada en la camilla, sin mangueras en la nariz. Como una bata médica no es precisamente una ropa abrigadora, Deanna le proporciona a la niña una vestimenta menos inapropiada; camisa manga larga y pantalones de color blanco. Prendas prácticas de una talla más grande y con olor a desinfectante. Prendas funcionales que le recuerdan a Sydney el uniforme de la cárcel. Aunque su situación no es muy distinta, después de todo. Es una prisionera, fin de la discusión.

—Nada le sucederá al Proyecto —asegura el más robusto de los vigías, manteniendo distancias con la rubia, pese a tener la responsabilidad de escoltarla.

—Más les vale. O los tres pagarán las consecuencias. —Parece que una amenaza de la pelirroja es como una invitación a morir—. Sujeto-0131 —la llama ella y, cuando Sydney contesta, lo hace sin dejar de ver fijamente su regazo.

—Soy Hazard. —Su voz, una vez rebosante de vida, ahora es trémula e indiferente, haciendo juego con la expresión apagada de su rostro. Apenas demuestra que sigue respirando. Nadie sospecha que por dentro la furia y el miedo la azotan. Mientras, por fuera, su cuerpo compite contra la inamovilidad de una esfinge.

—¿Ese es...? —Deanna sacude la cabeza. Según los registros, Hazard es su apellido, no su nombre de pila. Pero si de ese modo lo prefiere, no planea hacer un comentario al respecto. Un nombre es lo que menos debe preocuparle a esta pobre muchacha. Deanna se inclina en su oído, agradecida de ser lo suficientemente influyente en este sitio para que los vigías nunca cuestionen sus acciones—. Escúchame, Hazard, pórtate bien si quieres mantenerte viva. En este lugar, la astucia es tu mejor aliada.

El silencio de la rubia es una buena señal, Deanna se da cuenta de eso y le da un asentimiento a los vigías.

Sydney permite que la trasladen del laboratorio de la doctora Smith a una especie de celda, y en todo el camino no se atreve a mirar más allá del suelo prístino. No se resiste, tampoco lucha o pone a prueba la paciencia de sus captores. Ese instinto que la guía le advierte: "No cometas una estupidez". Así que ella mantiene las manos apretadas en sus costados y, cabizbaja, mide cada uno de sus pequeños pasos a través de los lúgubres pasillos. Es impresionante que no sienta absolutamente nada de la herida de bala; si no se acordara, pensaría incluso que jamás le dispararon.

Sigue todas las instrucciones durante el recorrido. Los tres vigías que la flanquean no se acercan demasiado bien sea porque la repudian o le tienen miedo, no está muy segura de cuál sea el motivo. Sin embargo, descubre que prefiere mil veces que mantengan la distancia.

GENESIS ¹ Antinatural © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora