OO: 𝔏𝔬 𝔮𝔲𝔢 𝔫𝔬 𝔱𝔢 𝔪𝔞𝔱𝔞

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¿Alguna vez has sentido que no encajas entre las personas que te rodean?

¿Se te ha anudado la garganta de impotencia cuando todo se desmorona sobre ti, en medio de la soledad y la incertidumbre?

¿Cuántas veces deseaste cerrar los ojos y no abrirlos nunca más?

Tranquilo, no temas reconocerlo con un sí. A mí me sucedió por no ser una cobarde, porque mis ojos no llevaban la misma venda que llevaban los demás para proteger su ingenuidad.

En mi caso, la solución a esas incógnitas no me alcanzaron cuando más las lloré de necesidad. Llegaron demasiado tarde, cuando la crueldad ya me abrigaba en sus brazos y no quise entregarme a la avaricia ajena; sin embargo, mo me enteré, en el momento, que estuve a punto de ser tragada por las vísceras del diablo gracias a los vestigios de mi humanidad. Eso no me lo contó nadie. Yo misma lo descubrí la primera vez que manché mis manos de sangre.

Fui una inadaptada ignorante durante los años que las desgracias de Chernóbil del 26 de abril de 1986 vapulearon cada pantalla y rellenaron las columnas de los periódicos.

«La explosión del reactor cuatro de la central nuclear Vladimir Ilich Lenin al norte de Ucrania se esparce a una velocidad crítica más allá del continente europeo. Los reportes indican que la magnitud de la contaminación radiactiva, por algún motivo desconocido e inexplicable, se esparce en sentido e intensidad desiguales. Pese a su alcance extraordinario, se confirma que hay puntos del mapa que se han salvado», fue uno de los primeros artículos que leí al tener más consciencia de mi realidad, pero seguía sin comprender los gritos de odio en las calles.

«Engendros

«Muertos vivientes.»

Sus clamores me persiguieron en los días confusos y las noches inquietas. Los oía junto a mí, sin estar realmente allí, llenándome de una culpa que me costó discernir.

«Destructores

«Genocidas

Y esos insultos me envenaron por dentro poco a poco, despertando lo que muy pronto sería algo inevitable.

¿Sabes que es lo peor de crecer como una paria? Es sentirlo desconociendo el porqué. Pero yo sí lo sabía, en el fondo, cuando veía a esas personas —vecinos, amigos, familias, buenas personas— siendo arrancadas de sus vidas y sus esperanzas.

Mis padres intentaron de todo corazón apartarme de una calamidad que vendría a mí, tarde o temprano. Tal vez sea una de las razones por las que me convertí en lo que ellos nunca quisieron que fuera. No para traicionarlos, sino para apartarlos de lo que ellos no lograron salvarme a mí.

«La ciudad de Pripyat comenzó a ser evacuada ante el crítico aumento de víctimas por la exposición de residuos químicos desconocidos. Los hospitales y morgues colapsan. La organización farmacéutica NEXODUS ha ofrecido sus recursos para atender esta crisis. Son nuestros salvadores.»

Conocí ese nombre maldito en las penumbras de mi dormitorio, aferrándome a mi inocencia agonizante, tres días antes de que toda la fantasía se despedazara en mis dedos nocivos. Algo dentro de mí palpitó por el reconocimiento, y se acumuló, hasta que fue inútil resistirme a mi verdadera naturaleza.

O mi anti-naturaleza, debería decir.

«Algunos muertos... están volviendo a la vida. No sabemos cómo. No sabemos por qué. Sí sabemos que son violentos, peligrosos e inhumanamente... diferentes. Esto no terminará mañana ni en unos simples años. Lamento decirle a la verdadera humanidad, que se preparen, porque este mundo, nuestro mundo, finalmente ha venido a ser robado de nuestras manos por una especie antinatural», esa fue la gota que derramó el vaso y el rostro de esa vil mentirosa con sonrisa benevolente en una pantalla de televisión pronto se presentó ante mi en carne y hueso.

Al fin entré en su radar.

Me arrastraron al olvido como a los otros y perdí lo que más amaba cuando llegó el momento de enfrentar a mis demonios, presentándome al enemigo, el único camino que estaba destinada a superar.

Quisieron encerrarme, marcarme con un código igual que los otros, tirarme a la basura por no tener un lugar en el mundo que aborrecía a los seres antinaturales como yo.

Allí comenzó mi historia.

Esa huérfana inadaptada que capturaron, sin saber, determinó las variantes de una guerra ineludible.

Y nadie se dió cuenta... Que esa debilucha había nacido para darle el cielo a los que amaba y el infierno a los que odiaba.

Su tormento se transformó en mujer, y ese mundo que me despojó de lo que mantuvo latiendo mi piedad tembló bajo mis pies.
















GENESIS ¹ Antinatural © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora