Entrada

220 12 0
                                    

Ele despertó el viernes siguiente y su primer pensamiento fue: ¿quién eligió empezar curso justo antes del fin de semana?

Se levantó de la cama y miró a Erin seguir durmiendo.

-Erin, el despertador ha sonado.

-Cállate, idiota -se quejó subiéndose las sábanas más arriba.

Ele suspiró y se fue a coger el baño antes que no lo hiciese Mike.

Se lavó la cara y se miró muy fijamente al espejo.

Por favor, no llores hoy delante de nadie se dijo a sí misma.

Salió del baño ocho minutos exactos después y bajó a desayunar.

-¿Nerviosa? -preguntó su madre asomándose desde las escaleras.

Ele, sin girarse, sacudió la cabeza en forma de negación con algo de duda.

-Puedo con ello –añadió después de dar otro sorbo a su zumo.

-Me alegro -y, como pocas veces, lo decía enserio.

Ele siguió desayunando algo incómoda por la presencia de Carla ahí, que además la miraba fijamente.

-Ali estará por allí, ¿no? -preguntó un par de minutos después, dándose cuenta de que si no decía nada resultaba extraño.

-Supongo, puesto que tenemos la misma edad.

-Bueno, ella es de abril, podría ir a un curso menos que tú.

-Pero no va.

-Tienes razón.

Ele volvía a estar callada y Carla quiso volver a romper ese silencio.

-Un primo mío también va a tu instituto, a segundo de bachiller, creo.

-Ah, ¿sí? ¿Ashton? ¿O Robert? -eso despertó un poco el interés en Ele. No conocía demasiado a la familia de su madre, puesto que sus padres estaban muertos y no tenía hermanos, pero sí le habló algunas veces de unos primos un poco mayores a ella. Y tenía recuerdos borrosos de haberles conocido antes.

-Sí, Ashton -sonrió su madre.

Cuando Ele terminó de desayunar y estaba subiendo las escaleras para ir a vestirse, se acordó.

Hoy era la presentación, y a Erin no le tocaba a su misma hora, sino a las 11.

Lo siento pensó, recordando que había tratado de despertarla.

Entró en silencio en su habitación y se fue a buscar ropa al armario. Armario que también debía compartir con Erin.

Esa mañana no hacía demasiado calor, pero tampoco mucho frío.

Eligió unos pantalones viejos que por ese entonces todos odiaban y que años después serían llamados tejanos tipo boyfriend y una camisa de media manga verde que, ciertamente, no tenía salvación.

Pero a mí me daba igual cómo se vistiese, me sigue dando igual a día de hoy, era preciosa por dentro y por fuera sin importar la ropa que evitase su desnudez.

Para terminar, unas Converse viejas de color negro.

Bajó a la cocina de nuevo y se despidió de Carla.

-Un segundo, ¿y tu mochila? -la paró ella.

-Mamá, hoy es sólo la presentación, la mochila no es necesaria -dijo muy segura.

Cartas a un anónimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora