Parque

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Pero no llovió de nuevo.

Y empezó la última semana de abril, que marcaba que sería un mayo caluroso, soleado y lleno de colores pastel en la ropa de las chicas.

Ele se cansó de sufrir, de la triste monotonía en su vida, y empezó a forzarse a sonreír, cosa que nunca había intentado antes de ese modo.

En pocos días, si por llegar a creerse sus propias sonrisas o porque todo el mundo actuaba mejor con ella al verla, aparentemente, feliz, llegó a estarlo un poco de verdad.

Por momentos se le escapaban sonrisas reales en situaciones cotidianas y antes aburridas, tales como las discusiones entre profesores y alumnos en clase o entre Carla y Erin en casa.

Volvía a disfrutar como antes de quedarse mirando a su anónimo en los patios, lo cual la sacaba de sufrir por Derek aunque sólo fuese por unos escasos veinte minutos.

Y, aunque había llegado de sobras la primavera y su sudadera naranja había dejado de aparecer, le gustaba tanto como siempre.

O tal vez más que antes.

Al fin y al cabo, se estaba bien así, sin intentar pensar en él como en un amor verdadero aunque lo fuese.

Le bastaba tenerle como una pequeña distracción en los patios que no podía pasar con Derek, le bastaba mientras él siguiese perfecto e incorruptible ante sus ojos.

Y, en lo referente a Derek, las cosas no mejoraban ni de lejos, pero Ele se mantenía firme ante no querer perderle.

Iba a obligarse a no hacerlo si era necesario, porque él lo era todo -lo real- en esos momentos, el único que estaba físicamente a su lado aunque no todo el tiempo ni en todas las circunstancias, pero por lo menos no era sólo un fantasma de su imaginación, una ilusión creada por su mente en momentos de desesperación.

Incluso Spencer parecía a veces producto de su propia locura, en especial cuando los viernes estaban en casa de la abuela, y ella parecía no existir en absoluto ante sus ojos cuando hablaba con Ali y Erin de gente que no había oído nombrar en la vida.

Aunque después de eso él fuese a casa de ella, y se metiese en su cama, diciéndole que la quería, que si esa noche estaba bien que se diesen un beso, incluso si era el último, incluso si no llevaba a nada más.

Y es que en su vida a veces todo parecía muy irreal, porque todo era muy cambiante, como si ella fuese la única rara por mantenerse siempre igual. Estable dentro de su inestabilidad.

El salimos pero no pueden vernos juntos de Derek. El te quiero pero prefiero hablar de las cosas del día a día con Erin y Ali de Spencer. El no te conocemos, porque no te hemos dado tampoco la oportunidad de acercarte a nosotros, y aún así te odiamos de la gente de su clase y el instituto, entre tantos otros.

Todo el mundo en su vida se contradecía constantemente, nadie mantenía su palabra, las promesas para ellos eran sólo recuerdos de momentos de demasiada confianza y tal vez un par de copas de más.

Aunque de locos, de algún modo vivir de esa manera, ser la única que no lo hacía, y que, de hacerlo, no se daba cuenta, la hacía sentir como si aún hubiese algo bueno en ella, algo salvable entre todo el desastre restante.

Tal vez sí existía un motivo por el cual no odiarse tanto.

Y por eso continuó adelante con esa farsa.

Continuó queriendo a Derek por encima de todo, continuó usando a su anónimo como vía de escape en sus peores momentos -momentos de desesperación-, continuó dejando a Spencer dormir a su lado, y continuó fingiendo sonrisas.

Cartas a un anónimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora