Familia

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Ya había terminado la segunda semana de instituto.

Las cosas seguían bastante como al principio.

El miércoles, cuando hacían Matemáticas con su tutora, ésta decidió que los demás profesores ya debían conocerles suficiente, y que al día siguiente les traería una nueva distribución.

Entonces, cuando el jueves entraron en clase después de Plástica, Ele se encontró con una curiosa hoja con las mesas dibujadas en ella en la que se definía que se sentaba en la última fila, en medio, entre Pedro, el listo de la clase, y Jaden.

Jaden.

Ele no daba crédito a sus ojos.

¿Por qué iba la profesora a querer ponerla ahí?

Y, cuando fue a preguntar, su respuesta fue clara y sincera:

-Porque se te ve una chica lista, y sé que ayudarás a Jaden a centrarse más en clase.

Y así, las próximas distribuciones serían regidas por la misma idea.

La verdad es que poder sentarse con Jaden tenía dos puntos buenos y dos puntos malos.

Uno de los buenos era que con él todo resultaba muy fácil.

La miraba fijamente a los ojos, le decía un par de tonterías y ella se reía.

Y de ese modo él ya había alegrado su día.

En ese sentido sí es verdad que las cosas en clase habían mejorado, pero Ele tenía miedo.

Y ese era uno de los puntos malos.

Sentarse a su lado significaría probablemente colgarse más por él, significaría que cuando él no le hiciese caso y se riese de ella como el resto de clase, dolería más.

¿Quién no tendría miedo a eso?

El otro punto bueno era que si conseguía llegar a ser su amiga, él la llevaría a poder llevarse bien con más gente. Y ese era un gran punto.

Sería la primera vez que Ele usase a alguien para conseguir lo que quería y no al contrario.

El otro punto malo, los nervios.

Ele era tímida con la gente nueva, le era muy fácil asustarse cuando hablaba con alguien que ella consideraba superior -en este caso Jaden- y le era muy difícil no soltar más de una estupidez.

Pero para ella todo eso de los puntos buenos y malos desaparecía cuando estaba cerca suyo.

El viernes, cuando sonó el timbre que marcaba el final del instituto, Ele hizo lo posible por estar al lado de Jaden a la hora de salir, y, para su sorpresa, consiguió hablar con él y que se despidieran al tiempo que cada uno cogía un camino distinto.

En realidad, quien lo hizo posible fue él, que, al darse cuenta de que estaba ahí, se puso a hablar con ella.

Y a Ele le costó más de lo que esperaba, pero pudo actuar con bastante normalidad y decirle adiós sin que le temblara mucho la voz.

Si algo en el instituto hacía feliz a Ele, ese era Jaden.

Incluso por encima de su anónimo.

Y es que, por mucho que quieras a alguien, no conocerle siempre impedirá que le quieras todo lo que podrías.

Por mucho que te haga feliz, no te hará todo lo feliz que podría si no has hablado ni una sola vez con él.

Y ya sin conocerle tanto su amor por él como la felicidad que le aportaba llegaban a mucho.

Cartas a un anónimoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora