9.- Magia

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~ Tierra Media ~

El tiempo había pasado, bastante lento, pero seguro. Si bien las pruebas iniciales de Morë había dicho que Ezellahen era un mago de muy gran alcance el no tener una varita para acanalar su magia era una complicación. Ya que para hacer magia sin varita una debería hacer muy concentrado y hacer mucha meditación para ello. Y pedirle meditación y concentración a un niño de siete años como Harry era un caso perdido. Sin embargo, la paciencia de Morë resultó ser casi igual que la de Lord Elrond y el niño no era del todo un caso perdido.

– Eso es, Ezellahen – Sonrió al ver las gotas de sudor en la frente del niño por intentar concentrase – Ahora quiero que abras tu mano y digas "Lumus", ¿entendido?

– Sip – Asintió con el ceño fruncido y abrió su mano derecha y murmuró el encanto. Una débil luz surgió de ella, casi como la llama de una vela.

– ¡Excelente! – Aplaudió Regulus – Tu Lumus está cada vez más grande. Si sigues así vamos a poder pasar a otros hechizos menores como ese –

– ¿Cómo el que hace volar los objetos...? – Preguntó con una sonrisa maliciosa.

– Creo que ese será el último que te enseñe – Masculló, mirándolo con sospecha.

– ¡Buuuu! ¡Qué aburrido! – Chilló indignado – ¡No es para nada malo, profesor! ¡Lo juro por mi Mokona! –

– ¿POOO? – Dijo ella, despertando de su siesta. Era aburrido ver a su amo sentado en el pasto tratando de concentrarse y perseguir mariposas la cansaba mucho.

– No jures en vano, pequeño – Se levantó del suelo y limpió sus túnicas – Ahora entremos que el almuerzo ya debe estar casi listo –

El niño se levantó refunfuñando y entró a la casa detrás de su profesor de magia. En un principio todo eso le había parecido muy aburrido, sobre todo porque lo único que debía hacer era sentarse y cerrar los ojos. Según su profesor debía acanalar toda su magia en la mano, conectándose con su base mágica para lograrlo. Harry no tenía la menor idea de cómo hacer eso hasta hace seis meses.

Frustrado por no lograr nada se enfadó y fue allí cuando lo sintió... un calor recorrió por todo sus cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. Asustado, le comunicó a su profesor y Regulus había sonreído, diciéndole que tratara de mandar todo ese calor a la palma de su mano. Sus ojos verdes volvieron a cerrarse y volvió a sentir lo mismo y esa vez si mandó todo a su mano. Luego de eso, susurró un Lumus y una luz cegadora de extendió por todo el salón donde estudiaban.

Se había desmayado luego de eso y cuando despertó le dijeron que había usado mucho de golpe, porque la magia sin varita cansaba. Desde entonces, tuvo que tomarse las cosas con calma y ahora su Lumus era bastante débil, pero no cansaba.

Regulus miró el ceño de su alumno y suspiró reprimiendo una sonrisa. Cada día, notaba los parecidos físicos con sus progenitores, pero el carácter del niño era sin duda una mezcla de sus padres adoptivos. Sin embargo, los gemelos de Rivendel tenían un carácter humorístico muy parecido al de los Merodeadores.

No pudo suprimir un jadeo de susto cuando alguien lo atrapo por detrás, rodeando unos fuertes y posesivos brazos por su cintura.

– ¿Ya terminaron...? – Susurró una voz fornida a su oído, para luego empezar a depositar besos húmedos por su cuello.

– ¡ARG! ¡Papá! ¡No enfrente de mí! ¡Mis pobres ojos vírgenes! – Exclamó tapándose los ojos con el cuerpo de Mokona.

– ¡POO! ¡POO! – Gruñó ella con el ceño fruncido, en actitud de madre indignada por los pervertidos que hacían un espectáculo frente a su niño.

EzellahenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora