26.- El poder de la Espada

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Puntualmente, cerca de la media noche, cuatro Gryffindors se reunieron en la Sala Común de su casa. Pese a pertenecer la casta de los conocidos como valientes, ninguno de ellos podía dejar de sentirse nervioso por lo que estaban a punto de hacer.

– Bien... creo que será mejor partir... – Dijo Ezellahen enfundando su espada en el cinto que fijo a su cintura.

Los ojos de Draco se abrieron como platos al verla.

– ¿E-Es necesario que la lleves? –

– Tuve el impulso de traerla, es solo precaución – Comentó. Lo que él no les dijo, era que justa esa mañana volvió a recordar la charla que tuvo con su abuela cuando ella le regaló la espada. Dentro de él, un extraño presentimiento le dijo que esa espada sería muy importante para cuando bajaran a comprobar la Piedra.

– Está bien... vámonos antes que me arrepienta – Suspiró Ron.

– Tendremos que ir despacio, porque no entraremos todos debajo de la Capa de Invisibilidad – Dijo Harry.

– No creo que eso sea del todo necesario – Dijo Neville, sacando un pergamino viejo de su traje. – "Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas", podemos usar el mapa para ver qué camino está más despejado y la Capa solo si alguien se acerca demasiado –

– De acuerdo – Asintió Ezellahen. – Vamos –

Todos los muchachos asintieron y salieron de la Sala Común, no importándoles el chillido de indignación de la Señora Gorda, por ser disturbada de su sueño. Cuando llegaron al tercer pasillo, la primera pista de que algo iba a resultar mal la tuvo Harry, porque estando cada vez más cerca de la puerta, su cicatriz comenzó a doler con intensidad. Se la restregó furiosamente y compartió una mirada angustiada con los otros.

– Que mi cicatriz duela... es señal de cosas malas... comprenderé si no quieren seguir – Susurró, parado justo en frente de la puerta.

– De ninguna manera, Potter – Siseó Draco. – Ya estamos aquí y no retrocederemos – Dijo con la nariz en alto. Por supuesto, hablaba más su orgullo que su valentía.

Neville y Ron asintieron a las palabras de rubio y decidieron entrar. No fue necesario forzar la puerta, puesto que ella ya estaba entreabierta. Ni siquiera necesitaron hacer algo con Fluffy, puesto que el gran animal se encontraba dormido bajos los efectos de la música proveniente de un arpa.

– ¡Mierda! – Susurró Ezellahen. – Se nos han adelantado. Pero eso es bueno, porque también descubriremos quién es el que está tras todo esto –

Neville fue el encargado de echar un encanto al Arpa para que siguiera tocando, mientras Ron se apresuraba a abrir la trampilla. Una vez abierta, mirando con temor al Cerbero dormido, los cuatro Gryffindor bajaron por la trampilla.

– Ewww... ¿Dónde estamos? – Preguntó Draco. No veía nada, pero sentía que estaba sentado sobre algo mullido, pero que se movía.

– No sé... pero tengo una mala sensación de esto – Murmuró Ron.

Todas las cabezas se giraron hacia él, solo para verlo ser enredado por la planta donde habían caído.

– ¡Maldición! – Gruñó Draco, notando que él también estaba siendo enredado. – ¡Es un maldito Lazo del Diablo! –

– No te muevas, idiota – Susurró Neville. – Si dejas de moverte, dejará de enredarse por ti –

– No tenemos tiempo para esperar a que la planta se calme – Masculló Ezellahen.– ¿Alguien conoce alguna manera de cómo matarla? –

EzellahenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora