CAPÍTULO XXIX: EMBOSCADA Y DESPEDIDAS

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Tema musical del capítulo: "The Mutiny" - Treasure Planet Complete Score Original Soundtrack & "The Beast Lets Belle Go" - Beauty and the Beast Original Soundtrack.

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El sol aún no salía, pero ya había esperado demasiado para que terminara la noche tras interminables horas en vela en las que no pudo conciliar el sueño, de modo que Jim se levantó y procedió ir a la cocina a preparar el desayuno. El nudo del estómago y el corazón agitado que cargó la noche anterior no habían desaparecido, pero al menos ya se sentía un poco más en paz consigo mismo tras haber admitido sus sentimientos, ahora solo le quedaba dejarle el resto al tiempo. Estaba agotado tanto física como emocionalmente, pero de todas maneras empezaba un nuevo día y había que seguir, y más sabiendo que ya tenía su proyecto tan cerca de completarse.

Morph salió de su bolsillo para tratar de animarlo, a lo que Jim sonrió.

—Ten, — picó un pedazo de fruta y se lo dio al pequeño alien, que lo devoró con avidez. Mientras cocinaba, Jim notó que uno de los utensilios ya no funcionaba y con ello se le haría más difícil exprimir el jugo de la fruta, «Iré a ver si en la bodega hay algo que pueda compensar.», y sin más, el muchacho fue allá.

Sin embargo, una vez en la bodega escuchó unas voces provenientes de más abajo, en el calabozo; en un principio pensó que tal vez era su imaginación, pero cuando el murmullo continuó, se dio cuenta que algo estaba pasando. Considerando que la prisión se encontraba unas cuantas escaleras más abajo, quien quiera que estuviera hablando lo hacía muy fuerte, por lo que comenzó a descender hasta el último compartimento, y a medida que iba acercándose, se dio cuenta de que las voces que se escuchaban a lo lejos le resultaban familiares y que de solo reconocer se le heló la piel. «No puede ser». Dirigió sus dedos al interior de su chaqueta donde tenía guardada la pistola y le hizo una seña a Morph de que no metiese ruido alguno, bajando con cuidado en lo que comenzaba a escuchar mejor la conversación; una vez más, estaba en la misma situación que en el barril de las purpas cuando supo de la traición de Silver, solo esperaba que no se tratara de una segunda vez. Las voces de los piratas se oían claras como las recordaba en el motín, y con ello se tensó, «¿Cómo es posible? Solo la capitana sabe la contraseña de la prisión...»

Para evitar ser visto, no bajó todos los peldaños, sino que quedó a la mitad de estos, oculto así sobre el techo del pasillo, pero suficientemente cerca para escuchar todo lo que decían. La voz de una mujer desconocida lo alertó, su primera pista para descifrar quién había liberado a los prisioneros y que al mismo tiempo solo lo confundía más, ¿De dónde habría salido y cómo había llegado aquí?

—¿Y bien? ¿Qué dices?

Las palabras de la mujer iban dirigidas a alguien en particular, y cuando Jim escuchó la voz de Silver, sintió un gran temor.

—¡Jajajaja! ¿De verdad piensan que me uniré a ustedes? ¡Sólo son una manga de inútiles y cobardes! — respondió el cyborg en un tono que el muchacho claramente reconoció como enojado, —¡Cuando el tesoro empezó a destruirse todos ustedes salieron corriendo como gallinas mientras que yo fui el único con agallas para intentar rescatarlo! ¿Para qué querría yo volver a contar con un grupo de ineptos?

Murmullos y protestas se escucharon entre los maleantes, algunos incluso gritándole groserías al que fue su antiguo líder, y excusándose que ellos no sabían que el planeta iría a explotar de esa manera y otras cosas que no hacían más que reforzar las palabras de Silver. El cyborg decidió ser directo y brutal. Ya no tenía porqué temer, no ante estos imbéciles que ni siquiera fueron lo suficientemente valientes para luchar por lo que querían, ¿Por qué rayos les debía explicaciones? Si al final, dentro de todo él fue el único consecuente durante todo el motín: él lideró, planeó y amenazó, ellos solo siguieron sus órdenes, sólo eran un grupito de tontos. Por otra parte, un verdadero pirata obtenía lo que quería por su cuenta, sin dejar que nadie se lo diese en bandeja, y Silver mantenía su orgullo en eso, su refrán "No le confíes a nadie tu pellejo" seguía vigente hasta cierto punto.

Entre el cielo y el mar [JimxAriel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora