II

5.1K 127 11
                                    

Nora

And we will never
be alone again... ʼʼ

— Perfecto, muchas gracias. —agradecí con una sonrisa al chico que amablemente me había atendido en el mostrador del hotel y me había dado la tarjeta de la que sería mi habitación. Intenté escabullirme entre el grupo de gente que todavía esperaba su tarjeta, la mayoría eran los jugadores, que no dejaban de discutir sobre cuál sería su pareja de habitación. Corrí agarrando fuertemente mi maleta e intentando pasar lo más desapercibida posible.—

— ¡Nora! —y corrí más rápido al escuchar a Amaia, pero logró pillarme al final y muy a mi pesar. Tuve que detenerme, no me quedaba más remedio.— ¿¡ya tienes habitación!? —preguntó emocionada, ni yo sabía de dónde sacaba tanta energía y buen humor, pero le envidiaba de cierta forma.—

— Sí, y ahora, con tu permiso, me voy a dormir. —la miré cansada, intentando dar pena, pero no me salió muy bien la jugada.—

— Lo único que puedes hacer por ahora es instalarte y, si quieres, darte una ducha rápida, tenemos que bajar a cenar con todos y luego hay una pequeña presentación. —me entraron unas repentinas ganas de vomitar en ese momento y la vista se me nubló durante unos segundos. ¿Cena?, ¿presentación?, ¡¿presentación de qué?! —

— ¿Es excesivamente necesario que vaya? —suspiré y dirigí mi mirada al suelo.—

— Por supuesto, tienes que presentarte ante los demás. —nada más hablar se percató de mi repentina cara de temor, por lo que quiso arreglar la situación cuanto antes.— ¡No, no! Pero no serás solo tú, hay más gente que se acaba de incorporar en el equipo técnico y demás. —intentó tranquilizarme pasándome un brazo por los hombros y me dirigió hacia mi habitación, dejándome en la puerta.— Tú tranquila, estaré contigo en todo momento, no te dejaré sola. —sonrió dulcemente, demasiado dulce para mi gusto, y besó mi mejilla de forma reconfortante. Si es que parecía mi madre.—

— De acuerdo, está bien. —intenté sonreírle lo mejor que pude y, después de que ella se fuera un poco más tranquila, entré en mi habitación.—

A medida que pasaban los segundos aumentaba mi deseo de poder detener el tiempo, al menos durante el instante que tardara en asimilar dónde estaba, o quizás para siempre.
El agua templada descendía por mi cuerpo, y en cierta manera lograba calmarme un poco, pero esa calma tan esporádica se vio interrumpida por unos toques que sentí en la puerta de mi habitación. Con la idea de que era Amaia, no me molesté ni siquiera en vestirme ni secarme; salí con la toalla envuelta en mi cuerpo.
Abrí la puerta y la volví a cerrar de inmediato, dejando a la persona que estaba al otro lado totalmente confusa, pero igual de avergonzada que yo. Corrí al baño intentando no resbalarme con el agua que goteaba de mi cabello y comencé a secarme y vestirme, y una vez que ya me sentía un poco más arreglada y decente, abrí de nuevo la puerta, no sin antes inspirar hondo.

— ¿Otra vez tú? —pregunté con una sarcástica sonrisa en el rostro y terminé de secarme las puntas del cabello con la toalla.— qué inoportuno eres, hijo.

— No sabía que te estabas duchando, lo siento. —se disculpó con un ligero sonrojo sobre sus mejillas, bastante adorable, así que decidí mirar hacia otro lado y no fijarme en su "dulce rostro angelical".— me envió Amaia, tu compañera, para avisarte de que en diez minutos hay que bajar a cenar...

— ¿Por qué a ti? —entrecerré mis ojos y fruncí mis labios, Amaia se llevaría una buena colleja cuando la viera.—

— No sé, supongo que porque ya nos habíamos conocido. —se encogió de hombros y llevó sus manos a su espalda, balanceándose en su sitio a la espera de algo.—

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora