XIII

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Unai

Hot as a fever, rattling bones.
I could just taste it. ʼʼ

Mañana disputábamos uno de los
partidos más importante contra Croacia y los nervios afloraban en los cuerpos de los jugadores, que se encontraban recogiendo todo en el vestuario luego de un duro día de entrenamiento.
Esperé a que todos los chicos se fueran, excepto el canario, ya que tenía que arreglar algunos asuntos con él.

— Pedri, ven aquí. —lo llamé y me senté en uno de los bancos del vestuario. Él resopló, pero de igual forma se acercó hasta mí, quedándose enfrente con los brazos cruzados.—

— ¿Sí?

— Tenemos que olvidar lo que pasó el otro día entre nosotros. —agaché la mirada esperando lo peor.—

— ¿Qué? —preguntó sin entender nada y bajó lentamente sus brazos.— ¿por qué?

— Ya sabes el porqué, no quiero complicar más la situación y no quiero hacerte daño. —expliqué mientras jugaba nerviosamente con mis manos, no me atrevía a mirarlo a los ojos.—

— El daño me lo estás haciendo ahora, Unai.

— Siento que también te hago daño cuando estoy con Laia, pero tampoco quiero dejarla, es mejor dejarte claro que aquel beso no fue... nada más que un simple desliz. —lo miré de reojo, una vez más podía comprobar que solo sabía causar daño en el chico, así que quería cortar el problema de raíz.—

— ¿Por qué me seguiste el beso entonces? Si tan feliz estuvieras con ella no se te pasaría por la cabeza serle infiel. —me atacó de tal manera que yo no supe qué responder, simplemente me quedé callado mientras miraba los azulejos del suelo.— ¡contesta! —gritó y me levanté de golpe, si había algo que odiara era que la gente me alzase la voz.—

— ¡¿Y tú por qué coño te andas besando con Nora por las esquinas!? —levanté aún más la voz a la par que me acerqué bruscamente a él, encarándolo. Era raro en mí ver ese tipo de comportamiento, pero todo el estrés que llevaba acumulando esos días terminó por explotar.— ¡dímelo!, ¡sé que estás intentando ponerme celoso! —esos gritos que salían por mi boca lograron intimidar al canario, aunque también ayudaba la diferencia de altura. Él no decía nada, solo me miraba atemorizado, y en ese momento me sentí como un verdadero monstruo.
Cerré los ojos y resoplé, intentando relajarme.— solo dime la verdad, ¿estás intentando celarme? —pregunté bajando el tono de voz.—

El tinerfeño bajó la mirada y apretó sus labios, sabía que no iba a tener intención de hablar.

— Bueno, el que calla otorga. Madura, Pedri, te vendrá bien. —le di un toquecito en el hombro y me fui del lugar, queriendo romper lo primero que me encontrase por el camino, pero logré contener mi rabia y no supe el porqué.—

[...]

Luis Enrique nos había dejado bien claro que necesitábamos descansar para el partido de mañana, pero la gran mayoría de los jugadores no le hicimos caso.
Cantábamos, reíamos y charlábamos a la luz de la hoguera que los dueños del hotel nos habían dejado hacer en el jardín. No era demasiado tarde y teníamos prohibido el alcohol, así que en principio todo parecía ir bien, éramos simples chavales disfrutando de una agradable noche en Dinamarca.
Me comenzó a preocupar el comportamiento de Pedri, verlo tan animado después de la discusión que habíamos tenido me resultaba extraño.
El chico no dejaba de reírse, de decir gilipolleces y de molestar a los compañeros, cada vez arrastraba más sus palabras y sus ojos estaban completamente rojos, era obvio que su vaso contenía algo más que refresco.

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora