XXI

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Unai

Me asusté al notar que algo agarraba mi mano hasta que abrí mis ojos y vi al canario durmiendo en una postura un tanto incómoda, no me podía ni imaginar el dolor de espalda que tendría al despertarse.
Pensaba que me iba a despertar solo, triste y sin ganas de nada, pero sentir la presencia del menor me reconfortó en cierta manera, agradecía que se hubiera tomado la molestia de estar conmigo.
Acerqué un poco mi cara hasta su frente y le dejé un beso en ella, después de refregar cariñosamente la punta de mi nariz contra su piel.
No se despertó, afortunadamente, aún me daba algo de vergüenza ser así de cariñoso con él, bueno, con él y con todo el mundo, pero me aburría, ya me cansaba de estar en la cama sin hacer nada, así que me puse a jugar con su mano, comparando el tamaño de ambas y dibujándole cosas imaginarias con mi dedo índice en su palma. Supuse que las cosquillas lo despertaron, con sus ojos aún algo entrecerrados me miró y soltó una corta y ronca risa, contagiándomela a mí. Acaricié su cabello y besé la punta de su nariz, antes de poder escuchar su voz.

— ¿Cómo estás? —preguntó medio adormilado, yo me encogí de hombros e hice una mueca, si quería olvidarme de la ruptura era mejor que directamente no hablara de ella, pero sabía que el chico no había preguntado con mala intención.— Dani quiere verte, por cierto. —añadió.—

— ¿Por qué se lo tuviste que contar? —suspiré, me aparté de él y me tumbé en la cama, cerrando los ojos, que me ardían por haber estado llorando durante tanto tiempo, sin hablar del dolor de cabeza que me había dejado.—

— Porque es Dani, se iba a enterar de todas formas, debe tener un sexto sentido o algo así... —intentó sonar divertido, probablemente para que la situación no se tornase violenta, y así fue, no solté ni una sola palabra más, no me apetecía presenciar otra discusión más.— ¿bajamos a cenar? Me muero de hambre. —llevó sus manos a su estómago y yo giré mi cabeza, mirándolo y quedándome pensativo durante un instante.—

— No te creas que tengo yo mucha hambre... —dije finalmente y volví a mi posición inicial, deseando poder dormirme tranquilo toda la noche.—

— Venga, baja conmigo, comemos algo rápido y luego volvemos a subir. —sacudió mi brazo en medio de unos quejidos un tanto infantiles, casi parecía que iba a hacer un berrinche, así que no pude hacer nada más que levantarme de la cama mientras bufaba con resignación.—

— Antes de las once quiero estar en la cama, así que date prisa. —di una palmada que espabiló al canario, que rápidamente se levantó del suelo de una forma un tanto torpe.— ¿qué se supone que haces? —pregunté mientras intentaba ocultar una ligera sonrisilla.—

— Que me he mareado, joder, me he levantado muy rápido. —toqueteó su frente y me apartó de un empujón, yéndose al baño. Lo seguí y me quedé detrás suya mientras se miraba al espejo, peinándose de mala manera.— dios mío, vaya pelos, parece que acabamos de tener un revolcón...

— Más quisieras... —posé mis manos en la cintura del más bajo y me acerqué hacia el espejo, girando mi cara para ver el moratón que me había salido en la mejilla.— a ver cómo coño explico esto... —solté un pequeño suspiro y el chico giró su cabeza para mirarme, me dejó un beso en el lugar golpeado y se volvió a centrar en su cabello.—

— Diles que fue en un entrenamiento, que te diste un golpe contra alguien y ya está.

— Pero es que también se me notan todavía los chupones, dios mío, ¿tú tienes dientes o alfileres? Se me va a quedar la marca por días. —fruncí mi ceño con molestia, necesitaba que esas marcas desaparecieran de mi cuerpo de inmediato.—

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora