VIII

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Pedri

I think of you, I want you too.
I'd fall for you. ʼʼ

La paz y la tranquilidad se podían respirar nada más pisar el complejo de cabañas en las que nos hospedaríamos por unos días en Copenhague, la organización del torneo decidió que sería recomendable que los futbolistas descansáramos a las afueras de la ciudad, sin el incesante bullicio de la capital danesa, y me parecía una grandiosa idea.
Eso sí, lo único malo a destacar es que las habitaciones eran de cuatro personas, y como parecía que tenía la peor suerte del mundo me tocó con Unai, además de Dani y Eric, pero ellos no me importaban.
La lluvia golpeaba fuertemente los cristales de la habitación y los truenos no tardaron en hacer acto de presencia, por lo que teníamos que estar todo el día encerrados en nuestras respectivas habitaciones, los cuatro solos.
Dani tuvo la brillante idea de jugar a las cartas en la cama, para evitar tener que enchufar cualquier aparato eléctrico en lo que duraba la tormenta, y así empezó una guerra de ases y escaleras de color que parecía no tener fin, y es que desplumar a Dani era más entretenido de lo que parecía.

— He perdido ya la mitad del dinero que tengo aquí, tened un poco de piedad, cabrones. —resopló el rubio, ya despeinado por los constantes berrinches que montaba derrota tras derrota.—

— Tú tuviste la idea de jugar al póker apostando, ahora te jodes. —contestó Eric.—

— No, no, ahora os jodéis vosotros... —soltó una maliciosa risita al ver sus cartas y las tiró encima de la cama, poniéndose de pie en el colchón por la emoción.— ¡escalera de color!, ¡boom! —se chuleó enfrente de nuestras narices y empujó demasiado fuerte a Eric, que casi se cae de espaldas de la cama, pero la felicidad de Dani no duraría mucho.—

— Escalera real. —Unai dejó sus cartas sobre la cama y la expresión de Dani cambió repentinamente, a una más seria... o más bien de indignación.—

— ¿Sabéis qué? Que os jodan, no vuelvo a jugar con vosotros. —nos regaló una bonita peineta y se sentó en la cama de al lado, mientras nosotros nos reíamos al unísono.—

Todo parecía ir bien, pero un fuerte trueno nos calló la boca a todos, y de un momento a otro, la luz se apagó.

— No, no, no... —Dani se levantó rápidamente de la cama y encendió la linterna de su móvil.— ¡¿me estás vacilando?! —cogió la manta más cercana y se la puso por encima, no le hacía mucha gracia la oscuridad, y a decir verdad, a mí tampoco.—

— Tranquilos, ya volverá la luz. —Unai se acercó hasta la ventana para mirar al exterior.— ¿se iría la luz en todas las habitaciones? —preguntó y yo aproveché para apegarme a Eric, agarrándolo fuerte de un brazo.—

— ¿Y si vamos a mirar? —sugirió Eric y yo le pellizqué, no me apetecía nada mojarme y mucho menos estando todo a oscuras.— ¡auch, joder! —se quejó y frotó el lugar pellizcado.—

— ¡Ni de coña! prefiero la muerte antes que salir así. —Dani se cubrió la cabeza con la manta y se hizo una bolita en su asiento, abrazando sus piernas.—

— Pues yo voy a ir, ¿venís? —Eric se levantó y se dirigió a la puerta, y Unai lo siguió, así que yo también lo hice. Me acerqué lo máximo que pude al vasco, que iba delante mía, y a Eric.—

— ¡Pero no me dejéis solo! —Dani corrió hacia nosotros torpemente y me empujó sin querer, haciendo que yo me chocase contra la amplia espalda de Unai. Como mi campo de visión era reducido, en parte por la oscuridad, me agarré a su camiseta y asomé un poco mi cabeza, intentando ver algo, pero era complicado.—

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora