XXVI

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Pedri

Your lips, my lips, apocalypse. ʼʼ

Me atreví a mirarlo a los ojos pero me arrepentí a los pocos segundos de hacerlo, sus dilatadas pupilas me comían sin piedad alguna, era completamente increíble cómo tan solo en su mirada pude sentir cierto erotismo que hizo que mis piernas temblaran al pensar todo lo que me esperaba esa noche.

— Solo lo haremos si tú quieres, ¿de acuerdo? —Unai rompió el silencio, aunque realmente tenía la mente tan llena de pensamientos que lograba escuchar incómodos pitidos que me daban dolores de cabeza, aunque probablemente el alcohol ayudaba a que eso sucediera. Era imposible que en ese momento salieran palabras de mi boca, me temblaba la mandíbula ante el tacto del portero, que se dedicaba descaradamente a pasar sus finos dedos por mi rostro.— ¿me estás escuchando? —soltó una seductora risita y llevó su dedo índice a mi labio inferior, por acto reflejo apreté los labios, sus actos solo estaban logrando ponerme más nervioso.—

Asentí ante su pregunta y pasé saliva con dificultad. Parecía que el chico se estaba divirtiendo demasiado con esa situación, me tenía prácticamente a sus pies con tan solo acariciar mi acalorado rostro, me sentía tan sumiso que me avergonzaba de mí mismo.
Los pinchazos que sentía en el corazón eran tan incómodos que me inquietaban, quise inspirar hondo para relajar mi respiración, pero esos pinchazos solo se vieron aumentados cuando los húmedos labios de Unai chocaron contra los míos, inmediatamente buscando mi lengua con la suya, juguetona y descarada, que dominaba por completo a la mía.
Los sonidos húmedos y pegajosos del beso llenaron aquella habitación de hotel y lograron causarme un cosquilleo en mi entrepierna, veía por el rabillo de mi ojo las luces de la ciudad que entraban por la ventana, y esperaba que alguien, a lo lejos, viera nuestra silueta comiéndonos hasta la saciedad, porque en ese momento tal alegría inundó mi cuerpo que quería que todo el mundo fuera testigo de nuestro amor.
Las manos de Unai fueron rápidas, en un solo movimiento me quitó la camiseta del pijama y comenzaron a toquetear mi abdomen y mi pecho, delineaba mis abdominales con la yema de sus dedos y pellizcaban mi cintura, atrayéndome hacia él y haciendo que las entrepiernas de ambos chocasen. Quise incrementar ese roce y me colgué de su cuello con mis manos, jugando con el cabello de su nuca y teniendo que ponerme de puntillas para que esa agradable sensación que estaba sintiendo en mi intimidad no se detuviera.
Y parecía que a él también le agradaba, sus roncos gemidos violaron mi boca y se juntaron con los jadeos que él mismo me había provocado con esos simples pero excitantes sonidos que escapaban por su ocupada boca, que a medida que pasaban los segundos parecía cada vez más que se había vuelto adicta a mis labios.

Me dirigió a pasos lentos hasta la cama mientras metía sus manos bajo mi pantalón, explorando la zona con curiosidad y mucho tacto.
Fui tumbado en la cama por sus fuertes brazos, que se dedicaron a quitarme el pantalón de una tirada, dejándome solo en ropa interior y lleno de vergüenza. Noté mis mejillas arder, me sentía tan expuesto ante su figura que rápidamente le quité su camiseta e intenté bajarle el pantalón, así estaríamos a mano.
Besó mi cuello con cuidado de no marcar la zona para evitar futuras desgracias y fue bajando poco a poco sus hambrientos labios hasta mi pecho y, posteriormente, mi abdomen, el cual besó, lamió y mordió todo el tiempo que quiso.
Llegó el momento que más temía, y justo cuando noté por primera vez a alguien practicándome sexo oral sentí una ola de placer que se concentraba en mi cintura baja, haciendo que en la habitación se escuchara un festival de jadeos y gemidos donde yo era el protagonista.
Mis manos no se cansaban de empujar la cabeza de Unai contra mi cuerpo y él parecía no tener intención de frenar sus acciones, quería detener el tiempo y poder disfrutar de esa agradable sensación hasta que me cansara, pero al notar que mis gemidos se hacían más y más constantes y mi respiración era de lo más desordenada, se apartó de mí secándose la boca con el dorso de su mano.

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora