X

1.7K 60 25
                                    

Pedri

Hey you, don't tell me
there's no hope at all. ʼʼ

La noche estaba por caer, las estrellas ya se podían apreciar en el cielo y mi ansiedad me consumía mientras miraba fijamente el techo de la habitación. No había ni siquiera ido a cenar, no podía, y hacía horas que no me había metido nada en el cuerpo, pero me daba igual, quería desvanecerme, desaparecer de la faz de la Tierra.
La noticia de que la novia de Unai iba a venir a Copenhague me había descolocado por completo, quería irme para mi casa, estar con mi familia y olvidarme de Unai, del fútbol y de todo lo que me recordara a él.
De hecho, la chica ya había llegado, se encontraba con los demás chicos en noséqué sitio del hotel, pero no había cosa en el mundo que me importara menos, total, si no me mataba la ansiedad lo haría el hambre. Estar enamorado es una mierda, y sobre todo cuando no te corresponden, pero la actitud de Unai después de que me confesara me confundía, se había vuelto aún más cariñoso conmigo y no sabía exactamente por qué, pero que me diera falsas esperanzas lo detestaba, o a lo mejor solo era yo haciéndome el lío.

Me estaba comiendo tanto la cabeza que ya empezaba a notar un ligero mareo, así que me puse los auriculares con la intención de caer rendido mientras escuchaba música, y no pasaron ni diez minutos hasta que lo conseguí, pero mi calma no duraría mucho.

— Pedri, Pedri, despierta. —escuché la voz de Mikel después de que me quitara los auriculares y me diera un pequeño golpecito en la mejilla, pero no estaba solo él, también estaban Robert y Adama, que parecía que tenían algo escondido detrás de la espalda.—

— Dejadme dormir, joder. —aparté a Oyarzábal y me puse la almohada en la cara, pero rápidamente me la arrebataron.—

— No has comido nada en todo el día, estamos muy preocupados por ti. —esta vez habló Traoré y me dejó un plato con un sándwich en la cama. Me reincorporé de mala gana y me crucé de brazos, Robert me acercó una botella de agua y Mikel una manzana, pero yo giré la cabeza.—

— ¿Sois mis camareros personales o qué? —pregunté y apreté los labios, así ninguno podría meterme nada en la boca.—

— No te hagas de rogar, Pedri, es importante que comas, sobre todo ahora que no paramos de entrenar. —comentó Robert con un semblante serio y se sentó enfrente mía, acercándome un poco más el plato.—

— Comería encantado, pero no tengo hambre, chicos. —intenté sonar convincente, pero de todos modos no se irían hasta que no le diera aunque sea un bocado al sándwich.—

— ¿Cuándo nos dirás el porqué? —preguntó Adama.—

— Probablemente en mi lecho de muerte. —asentí y cogí con cuidado el sándwich, ojeándolo por encima, los chicos me miraban expectantes.—

— Venga, tú puedes, chaval. —Mikel apretó ligeramente mi muslo y me sonrió, yo los miré a los tres, apenado.—

— Pero solo lo hago para que me dejéis de molestar, ¿de acuerdo? —tragué saliva con dificultad y miré el sándwich que tenía en mis manos, la verdad es que se veía delicioso, pero tenía el estómago encogido, así como el corazón. De todas formas, le di un pequeño bocado y los chicos se tiraron encima mía, coreando mi nombre alegremente.—

— ¡Grande, Pedri! —exclamaba felizmente Robert y así hacían los demás, mientras me abrazaban y me daban besos en las mejillas y en la cabeza.—

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora