XI

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Pedri

And all I need is to be struck
by your electric love. ʼʼ

Las horas pasaban y yo no había conseguido dormir ni un solo minuto, solo escuchaba las respiraciones de mis compañeros y el 'tic-tac' del reloj, además de los incómodos latidos de mi corazón. Cogí el móvil y miré la hora: las tres de la madrugada, y ya estaba harto. Me levanté intentado que los muelles de la cama no hicieran demasiado ruido y me coloqué una manta por encima, luego, me calcé con las primeras deportivas que encontré para no tardar más y salí para fuera, respirando hondo.
Se podían escuchar los ruiditos que hacían los grillos y las ramas de los árboles que entraban en contacto con el viento, era sereno y tenebroso a la vez, pero incluso el lugar más tétrico del mundo no se comparaba con esa habitación. Me senté en las escaleras de la entrada y me quedé un buen rato mirando el horizonte, fijamente, pero de nuevo mi tranquilidad se vería violada por una segunda persona.

— Sé que soy un gilipollas. —habló el portero del equipo y se sentó a mi lado, él también traía una manta sobre sus hombros.—

— No lo hubiera dicho mejor. —me limité a decir.—

— Lo siento, Pedri, le dije que no viniera, pero si seguía insistiendo seguramente sospecharía. —se disculpó, realmente parecía dolido por toda la situación que se estaba dando.—

— ¿Sospecharía el qué? Ves cosas donde no las hay, Unai.

— No sé, me refiero a que podría pensar que yo estoy teniendo algo con otra persona de aquí. —pasó sus manos por su cabello mientras fijaba su mirada en los peldaños de las escaleras.—

— Entonces qué poco confía en ti. —me levanté y acomodé la manta sobre mis hombros.— pero bueno, ese es tu problema, no el mío. —comencé a andar sin destino alguno, solo me quería alejar de allí y de él. Casi como era de esperarse, me siguió.—

— ¿A dónde tienes pensado ir? Mira la hora que es. —señaló la hora en su móvil y yo me detuve, me encogí de hombros y seguí con mi camino.— vale, perfecto, Pedri. —resopló con resignación y volvió a colocarse a mi lado, siguiendo mis torpes pasos.—

— Nadie te manda seguirme. —hablé cortante, realmente deseaba poder estar un rato solo, pero parecía que no lo iba a conseguir.—

— Pero sé que si no lo hago luego me lo echarás en cara.

— No te necesito para nada, Unai. —me detuve en seco y alcé mi vista para verlo a los ojos. Sus labios dibujaron una ligera curvatura hacia abajo y en sus ojos se podía reflejar la tristeza que le habían causado mis palabras, incluso yo me sentí mal luego de decirlas, pero no podía volver atrás en el tiempo para evitar tener que verlo así.—

— Bueno, pero yo sí te necesito a ti. —admitió en un suave susurro y yo tuve que bajar la mirada, era imposible seguir mirándole a los ojos.— y no quiero que te pase nada, apenas conoces la ciudad.

— De acuerdo... ven conmigo, pero luego si tu novia te echa la bronca a mí no me vengas con reproches. —acepté que el chico me acompañara hacia la nada y comencé a andar lentamente, dándoles pataditas a las piedras que me encontraba por el camino.—

— Tranquilo, volveremos a la habitación antes del amanecer. —suspiró y caminó a mi lado.—

[...]

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora