IV

3.7K 104 26
                                    

Pedri

I don't ever wanna leave.
I'll watch you sleep, and listen to you breathe. ʼʼ

Despertarme al lado de una mujer y un hombre solo puso mis pensamientos patas arriba. Si antes dudaba acerca de mi sexualidad, ahora lo tenía menos claro todavía. Me quería levantar y escapar corriendo de ahí, pero el brazo de Nora y el de Unai me mantenían acorralado, uno a cada lado. Tampoco quería despertarlos, se veían bien durmiendo, parecían ángeles recién caídos del cielo que habían llegado para ayudarme. Sin saber muy bien por qué, me acomodé bien en la cama y los abracé de vuelta, apegándolos a mí, pero solo obtuve respuesta por parte del vasco, que apoyó ligeramente su cabeza en mi pecho y soltó un pequeño gruñido, supongo que en sueños.
El calor que emanaban sus cuerpos fue el causante de que me volviera a caer rendido en los brazos de Morfeo, aunque de fondo escuchaba los ronquidos de Oyarzábal y la fuerte respiración de Pau, que se encontraba a escasos metros de nosotros.
Cuando me desperté, a duras penas me dirigí hacia el baño intentando no pisar los cuerpos que se encontraban en el suelo. ¿Cómo podían tener un sueño tan profundo?, ¿y cómo podía Dani dormir en un sitio tan incómodo como la bañera? Pero de todos modos ignoré su presencia y me lavé la cara con agua tibia varias veces, intentando aclarar mis pensamientos.

— ¿Qué hora es? —escuché preguntar a Dani mientras me secaba la cara con la toalla de mano.—

— No sé, pero es hora de que os vayáis levantando. —contesté bastante seco, todavía recordaba el mal rato que me habían hecho pasar la noche anterior.— y ve saliendo de ahí, que me quiero duchar. —avisé y salí del baño, viendo cómo algunos chicos comenzaban a despertarse.— buenos días, Unai. —saludé con la voz un poquito ronca al estar recién levantado y me senté en el borde de la cama, mirándolo a él, que con cara de pasmado ojeaba su móvil, y a Nora, que parecía que quería quedarse un rato más durmiendo.—

— ¿Has dormido bien, Pedri? —sonrió y dejó su móvil a un lado para atenderme únicamente a mí, a lo que yo asentí.—

— Bastante bien, aunque no me dejasteis moverme en toda la noche. —me tumbé en la cama y cerré los ojos, todavía me daba vueltas la cabeza y sentía que me iba a explotar.— dios, menos mal que hoy no tenemos que entrenar, siento que voy a echar para fuera todo lo que tomé anoche. —hablaba mientras frotaba mis ojos irritados con las manos.—

— Tampoco tomaste tanto, pero es que en un cuerpo tan pequeño no cabe mucho alcohol. —comentó divertido y yo simplemente le saqué el dedo del medio, estaba demasiado cansado como para contestarle de mala manera.— anda, despierta a los demás, tendremos que bajar a desayunar.

— No tengo hambre, solo quiero dormir hasta morir por culpa de la resaca. —me giré y abracé mis piernas mientras lloriqueaba.—

— No seas cuentista, además, nadie te manda beber, ya sabes que a Luis no le hace gracia que probemos ni una sola gota de alcohol. —se levantó de la cama y me dio una amistosa e inofensiva palmada en el trasero, antes de que comenzara a calzarse.—

— Y tú no seas un guarro, que ni siquiera te has cambiado de ropa. —lo miré haciendo una mueca de asco y me tapé la nariz, observando la sonrisa que recientemente me había regalado el vasco.—

— ¿Os podéis callar? —escuchamos a un gruñón Oyarzábal desde la cama de Dani, pegada a la nuestra.— si queréis hablar iros para fuera, que hay gente que quiere dormir.

— ¿Hablamos de tus ronquidos? —pregunté de mala manera y le lancé un cojín, el cual utilizó para taparse la cabeza.—

— Anda, vístete y vamos a desayunar. —el vasco me ofreció su mano y yo la cogí perezosamente. Casi me tuvo que arrastrar para sacarme de la cama, pero finalmente lo consiguió.—

El pasillo de nuestro piso se encontraba totalmente en silencio, era demasiado pronto todavía, solo se escuchaban nuestros pasos y los ruidos que provenían de recepción. Unai se detuvo en seco y miró hacia atrás.

— Espera, déjame ir a por ropa a mi habitación, pero a ver si me abre la puerta Álvaro, que me dejé la llave. —palpó sus bolsillos del pantalón y corrió hacia su puerta, tocando varias veces hasta que un somnoliento Morata le abrió, tallándose los ojos.— no tardo, perdón. —le dio una ligera palmadita en la mejilla y entró apurado en la habitación para cambiarse. Escuché un resoplido por parte de Álvaro, que me miró pocos segundos después mientras se apoyaba contra el marco de la puerta. —

— Mucha juerga anoche, ¿no? —preguntó.—

— No te creas, no fue para tanto. —me encogí de hombros e hice una mueca, justo cuando vi salir a Unai con otra ropa totalmente distinta.—

— La próxima vez lleva la puta llave. —reprochó el chico que se encontraba en pijama y le lanzó bruscamente la tarjeta a Unai, que se disculpó con la mirada.—

— Madre mía, vaya genio. —me susurró el más alto al oído cuando ya nos habíamos alejado lo suficiente de su habitación y nos dirigimos al comedor, donde nos encontramos con nuestro entrenador con cara de pocos amigos.—

— ¿Y los demás? —se cruzó de brazos y nos miró a ambos, realmente su mirada asustaba a cualquiera, y yo odiaba recibir reproches, me sentía tan indefenso.—

— Durmiendo todavía, pero seguramente se levanten ahora. —Unai se sentó en una de las mesas y se metió un trozo de fruta en la boca, a lo que yo me senté a su lado, jugando con mis manos nerviosamente.—

— No se os puede dejar solos. —contestó el más mayor de los tres y salió deprisa de la estancia, seguramente para despertar a los demás. Agradecía haberme levantado antes gracias a Unai, si no, seguramente hubiera tenido que aguantar los gritos de Luis Enrique.—

Escondí mi rostro en el cuello de mi chaqueta y cerré los ojos, asimismo, introduje mis manos en los bolsillos y me encogí en el sitio, el sueño me estaba matando y no podía dejar de bostezar. Me hubiera dormido encima de la mesa si no fuera porque Unai dio una fuerte palmada que me espabiló de inmediato.
Lo miré con los ojos entrecerrados y suspiré.

— No puedo más. —solté un quejido y sonreí de forma lastimera. El chico sonrió de lado y llevó una de sus manos a mi muslo, señalando su hombro con su mirada. Tardé en pillar el mensaje, supongo que por lo sobado que estaba, pero poco a poco me fui recostando sobre él y me quedé dormido, escuchando su respiración.—

[...]

Adoraba pasar tiempo con Unai, era uno de los pocos chicos con los que podías hablar de cualquier cosa sin temor a que te juzgase ni te mirase raro. Era una persona muy especial, y eso hizo que comenzara a fijarme en él meses atrás, pero como algo más que un amigo.
Me dejó en mi habitación luego de que me echara una siesta sobre su hombro mientras él desayunaba, aunque al principio me sentí culpable de que tuviera que aguantarme, me repitió varias veces que no había ningún problema, y finalmente me quedé tranquilo.
Ignoré a la única persona que se encontraba en mi habitación, que justamente era mi compañero, y me metí en la ducha.
Me sentía sucio solo de pensar que me podía llegar a gustar un hombre, o quizás era miedo lo que sentía, miedo a lo que dirían los demás. Pero ni siquiera sabía si era atracción o simplemente que lo quería por cómo me trataba, siempre protegiéndome de todo y todos, haciéndome sentir especial cuando tenía algún fallo en el campo que me tiraba hacia abajo y, sobre todo, por esos abrazos que me daba a cada segundo.
De un momento a otro mis lágrimas comenzaron a mezclarse con el agua de la ducha, necesitaba gritar o romper algo, pero no era el momento más adecuado. Me odiaba y odiaba no saber qué me pasaba, si me gustaban las mujeres o los hombres.
O quizás ambos.

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora