XXVII

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Pedri

Las sábanas que cubrían nuestros cuerpos, arrugadas y completamente revueltas, delataron la acalorada noche que Unai y yo habíamos tenido.
Todavía no me lo creía, no me cabía en la cabeza cómo había sido capaz de haber follado con él sin apenas rechistar, sin dudar ni un segundo. ¿Era él el indicado? No lo sabía, pero ya estaba hecho, y aunque no me arrepintiera de haberme acostado con Unai, tenía esa espinita en el corazón que me decía que me había equivocado de persona.
No le hice caso a mi mente y me levanté de la cama desperezándome nada más pisar el suelo, donde se encontraba un envoltorio plateado rasgado. Lo cogí y dibujé una sonrisa ladeada en mi resacoso rostro, la cabeza me daba mil vueltas y casi no me tenía en pie. Me insulté a mí mismo por lo bajo por haber sido tan irresponsable y me dirigí al baño para echarme agua en la cara una y otra vez, intentando espabilarme. No me di cuenta y dejé el envoltorio roto sobre el lavabo, me dirigí de nuevo a la habitación y me senté en la cama, donde Unai seguía durmiendo tranquilamente. Me hubiera gustado quedarme con él un rato más en la cama, abrazándole y, si surgiera la ocasión, besándole, pero tenía la duda de si seguía enfadado conmigo o si realmente el polvo que habíamos echado había sido el acto de reconciliación.
Justo cuando había detenido mi vista en su rostro, abrió los ojos poco a poco, así que rápidamente giré mi cabeza, esperando que el chico no se acordara de nada de lo que había sucedido esa noche.

— Dios, ¿qué hora es?, ¿qué haces levantado tan pronto? —se tumbó de lado y volvió a cerrar los ojos, parecía que no tenía intención de salir de la cama todavía.—

— Las siete de la mañana, Unai. —contesté seco, no porque estuviera molesto con él, sino porque me estaba comiendo la vergüenza de arriba a abajo.—

— ¿Y por qué no duermes más? No tenemos entrenamiento y nos vamos a Londres por la tarde. —habló de nuevo la persona con la que había dormido esa noche. Tenía razón, y tanto que la tenía, resoplé al no haberme acordado de eso y me levanté de la cama para sentarme en la mía.— ¿qué haces? —se apoyó en su codo y frunció el ceño.—

— ¿Irme a dormir? —pregunté obvio mientras me disponía a meterme en la cama.—

— ¿En tu cama?, ¿en serio?

— ¿Qué tiene?

— Pedri, no has pisado tu cama desde que llegamos a Rusia, ¿por qué lo harías ahora? —cuestionó y yo me quedé en silencio.— ¿acaso te resulta incómodo dormir conmigo? —esta vez preguntó un poco apenado. Giré mi cabeza para observar su rostro, con mi espalda todavía apoyada contra el cabecero de la cama.—

— No es eso, Unai... —respondí en bajo.— solo que... me da un poco de vergüenza. —mascullé casi de forma inentendible y vi cómo el vasco hacía una ligera mueca con su boca.—

— ¿Por lo que hicimos anoche? —mierda, sí se acordaba. Asentí al no tener escapatoria y él suspiró, sonriendo un poco más tranquilo.— ¿te da vergüenza que durmamos juntos y no que hayamos follado?

— No sé, déjame... —dejé escapar un corto suspiro por mi boca y me tumbé de lado, dándole la espalda, la cama estaba fría y se me quedaba grande, claro, ya me había acostumbrado a dormir con él.—

— Bueno, de acuerdo, duerme donde quieras. —dijo la última palabra de la conversación y ambos volvimos a caer rendidos en apenas unos minutos.—

[...]

Unos golpes en la puerta hicieron que me sobresaltara, Unai se tapó la cabeza con la almohada y yo no tuve más remedio que acercarme para abrirla.

— Dani, la madre que te parió, casi me da un puto infarto. —dejé la puerta abierta y me tiré pesadamente en la cama, boca abajo.—

— Es que os estábamos buscando, ya son las once. —se sentó en la orilla de mi cama y me dio una palmadita en la pierna, a lo que yo respondí dándole una amistosa patada.—

 𝐁•𝐎•𝐘•𝐒 : pedri gonzález. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora