|| 29 ~ Lᴀ Rᴇɪɴᴀ Cᴀɪᴅᴀ ||

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Repentinamente, la puerta fue abierta de una manera demasiado brusca, tanto así que juraba que en todos los demás pisos se escucho el azote que tuvo contra la pared; en realidad, le encantaría haber dicho que eso le sorprendería, más no fue así, mucho menos en cuanto se percató de que el causante, no había sido nadie más que su hermano, Carlo Gambino.

En el momento que le vio aparecer en su habitación, se mostraba dispuesto a soltar una risa burlona hacia sí mismo, quizás de esa manera podría disminuir el impacto de la noticia. Hasta que sus miradas se unieron, fue cuando se percató de ya era un caso perdido; le fue incluso difícil soltar el aliento en cuando se percató de que en su rostro expresivamente inexpresivo del contrario marcaba total seriedad y, aún con ello ─ceño fruncido bien marcado y boca lineal─, podía percatarse de su terrible tristeza oculta detrás de la fachada.

En estos momentos, hubiera desea no ser un inútil y poder levantarse de la cama. Como deseaba poder hacer algo como, acercarse a donde su menor y estrujarlo entre sus brazos, consolarlo al igual como otras tantas veces realizo en el pasado cada que este sufría de inseguridad. Tenía el deseo de poder moverse, en lugar de permanecer recostado sobre aquella cama ante su inmovilidad aparentemente realizada por las miles de fracturas que sufrió su cuerpo debido al accidente de aquella mañana.

─ Carlo... ─ Suelta finalmente con el nudo atorado en su garganta, tratando de incluso mantener sus propias ganas de soltar a llorar.

El mejor que nadie, era quien sabía de su actual condición y por el rostro del aludido, fue sencillo averiguar que hace nada, le había sido revelada la misma información. Ninguno de los dos era idiota, ambos ya entendían la gravedad del asunto. Y aún así, les estaba costando aceptar la realidad.


El Gambino menor, comenzó a acercarse donde él con pasos lentos e indecisos, sus manos permanecían ocultas en los bolsillo de su pantalón de marca y su mirada comenzaba a mirar por todos los alrededores, con la principal intención de no ver los azules de su mayor. Quería mostrarse un poco fuerte, sin embargo, eso le resultaba una tarea complicada, cuando ni siquiera a tomado el atrevimiento de darle cara y ver su estado actual, ya tenía suficiente con saber las altas probabilidades que le daban los doctores.

El único sonido que se escucha en aquella monótona habitación llena de color blanco se deben a la máquina a un costado de la cama donde Toni se encontraba recostado; además de las forzosas respiraciones que estaba dando con la ayuda de la mascarilla de gas, la cual ayudaba a regular su estabilidad.

─ Carlo... ─ Llama una vez más, con su voz bastante gastada. Traga saliva, tratando de mirar a su contrario, viendo su indudable, aún que apenas perceptible temblor ─. Yo...

─ Solo, no lo menciones ─ Es ahí cuando el menor decide dar el alto, resaltando su voz, misma que parecía tener atorado un nudo.

Ninguno de los dos se encontraba bien.

La gravedad del accidente era mayor a lo que podrían imaginarse, ya que no sólo se trataba de un accidente ante mala conducción ─en este caso por falta de funcionamiento en los frenos─; si no que además, tal movimiento provocó una colisión en contra de un vehículo aún más grande. Anya y Toni habían sido inmediatamente llevados al hospital de la ciudad, lugar donde ambos fueron atendidos en urgencias. Tarasova salió con casi ningún afecto colateral, el impacto había sido mayormente amortiguado por el cuerpo del italiano, el cual la cubrió en el último segundo, solo contando con algunos cuantos rasguños, además de una costilla y una de sus piernas rota.

Rᴇɪɴᴀ [Mᴀʀʙᴇʟʟᴀ Vɪᴄᴇ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora