Capítulo XXIV

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Hello there! Acá un nuevo capítulo, es algo crudo en algunas partes, así que recomiendo leer con discreción. Besos y abrazos.

La ciudadela, era un gigantesco lugar creado para que nadie pudiera entrar, y tampoco salir de allí.  Los soldados separatistas solían decir que ningún prisionero llevado allí salía con vida. 

Padme dio un largo suspiro, intentando mantenerse en su papel para no ser descubierta. Bien, si ningún prisionero salía de allí, Anakin sería el primero, en caso de que realmente estuviera allí. Aunque por la enorme seguridad del lugar, Padme estaba segura de que allí era donde lo tenían. 

Ingresó como una protegida del gran Moff Tarkin, a formar parte del reducido grupo de doctores y científicos que trabajaban en la creación de armas, aunque ella jamás habría estado preparada para lo que vino de eso.

Padmé había investigado muchas veces durante su carrera, había presentado su tesis en investigación para extender la esperanza de vida de personas con cáncer avanzado de corazón, una enfermedad casi incurable y bastante extraña por lo demás, por eso ella había querido ser una de las pocas que investigaban como tal, y su tesis le había valido su contratación en el respetado hospital de Coruscant, en el que había trabajado varios años y en el que había conocido al amor de su vida.

Sin embargo, el tipo de investigación que debía hacer en este lugar, para la creación de tales armas, era lo más enfermo que ella había visto en su vida, lo más detestable, lo más aborrecible y lo más difícil que le había tocado hacer en su vida. Observó a los prisioneros atados de pies y manos con cadenas, demacrados y aterrados, mientras eran conducidos a diferentes salas.

El gran Moff Tarkin en persona estaba junto a ella, cuando la llevaron al depósito de cadáveres, o más bien al lugar donde los cadáveres, o lo que quedaba de ellos, eran quemados en gigantescos hornos. 

Padme sabía lo que el gran Moff estaba haciendo, estaba estudiando su reacción al ver los cadáveres, ella recordó a sus hijos sonreír, mientras Anakin los abrazaba y jugaba con ellos, eso sería lo que la motivaría, eso sería lo que le daría fuerzas para hacer lo que tenía que hacer. Su rostro permaneció impávido, y ella permaneció tan quieta como podía fingiendo estar aburrida. Claramente la reacción que el gran Moff esperaba.

- Veo que no está impresionada- dijo el gran Moff observando como Padme abría el horno para observar el compartimiento.

- ¿Debería estarlo?- preguntó ella fríamente- Veo cadáveres desde que ingresé a la universidad, unos cuantos más no me provocan la menor emoción, ni siquiera conocía a estos tipos ¿Por qué debería estar impresionada?- preguntó ella y el gran Moff sonrió.

Muchas espías, habían intentado infiltrarse en la ciudadela, y siempre habían fallado su temple al presenciar el espectáculo que él le había mostrado a Padme. Eso le aseguraba al gran Moff que Padme no era una espía, porque ninguna patriota podría permanecer tan serena al ver a sus compatriotas así. 

Padme supo que se había ganado la entera confianza de Tarkin, aunque sabía que tendría que soportar ver las atrocidades que hacían con los prisioneros, rogar que Anakin no fuera uno de ellos, y rogar tener la fuerza para soportar sin intervenir.

Los primeros días, fueron relativamente fáciles, solo estaba familiarizándose con la instalación, y con su trabajo en el lugar. Pero cada día que pasaba la ponía más y más nerviosa, ya había pasado demasiado tiempo desde que Anakin había desaparecido en acción, no sabía si estaba vivo, solamente sospechaba que si lo estaba, era uno de los mejores generales en el campo de batalla, y ellos querían sacarle cada gota de información que pudieran. Y si Padme conocía bien a su esposo, sabía que el no hablaría fácilmente, eso era lo que probablemente hacía que lo tuvieran con vida.

Un solo corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora