Se levantó de nuevo, dispuesto a seguir luchando, estaba seguro de que ganaría, siempre lo hacía, pero a veces lo dudaba, llevaba más de veinte años luchando contra el mismo enemigo, le conocía mejor que a él mismo, a veces se volvía fuerte, le plantaba cara y, solo por un momento, parecía salir a flote, pero no era por mucho.
Se le puso delante y le susurro con escarnio:
—No lo vas a lograr.
Le vio temblar, trató de parecer valiente, pero para él era obvio que luchaba por no venirse abajo, incluso cuando él no había hecho nada para atacarle, a veces no era necesario, solo sembrar una pequeña idea en su cabeza bastaba para que se viniera abajo.
Tal vez consigo al mando no eran el mejor par, la gente les miraba extraño, pero, al final, no era su rostro el que veían, era el de él y eso le bastaba, su rostro jamás era visto, el no era un oprobio en la sociedad, le gustaba ver cómo los demás se burlaban de alguien a quien él manejaba, cuando hacía las cosas bien, él sufría dos veces.
Se puso cara a cara con él, me miro a los ojos, lo justo para cerciorarse que le había vencido una vez más, le vio venirse abajo y luego ocultarse, como siempre lo hacía, él era un enemigo difícil de vencer, le daba placer el saber que, mientras él le martillaba los pensamientos con ideas de los más negativas, las personas de fuera no paraban de insultarle por ser tan cobarde.