La vida no había sido fácil, siempre me topaba con nuevos obstáculos, por más que clamaba a cualquier ser que quisiera escucharme que por favor parara el sufrimiento nunca había respuesta, jamás la había, siempre pedía cosas diferentes, a veces era que el dolor cesará, otras que las cosas cambiaran, a veces pedía compañía, pero siempre trataba de pedir cosas diferentes, tenía la secreta esperanza de algún día darle justo en lo que algún ser superior esperara escuchar de mí, pero eso no paso, me di por vencido cuando no pude conseguir nada por más que variaba en mis peticiones, baje tanto lo que pedía, me limite en mis quejas lo más que pude asegurando que un poco de consuelo sería suficiente para conseguir convencerme, pero jamás llegó la ayuda, terminé por dejarme vencer por las oleadas de sufriendo que azotaban mi vida día a día, terminé por aceptar la idea de que, tal vez, le estaba pidiendo demasiado a quien fuera que se lo pedía, si es que alguien me escuchaba, entendí, o me hice entender, que era alguien que podía dar muy poco, o que simplemente no podía darme a mí, la idea me abrió la mente, sabía lo que debía hacer, si había alguien que escuchaba y que no respondía porque yo no lo merecía entonces tampoco necesitaba mi propia misericordia.