A pesar de todo me quiere, a pesar de todo me quiere, a pesar de todo me quiere.
Pasaba los días encerrada, su único contacto con el exterior era la persona que venía de vez en cuando a gritarle improperios y decirle de frente todos sus defectos, siempre igual, a veces había cambios, en ocasiones este ser solo se limitaba a mirarle fijo y con desprecio, sin decir palabra, lo cuál era peor, porque entonces ella no sabía que estaba pensando, pero podía imaginarse que estaba pensando en gritarle todo lo que siempre le gritaba.
«No sirves» «Eres fea» «Deberías comer menos» «Por algo no tienes amigos» «Esa ropa no te queda» «Pareces una cualquiera»
No necesitaba que ella viniera todos los días a recordarle su miseria para que se sintiera miserable, hacía bien el trabajo ella sola, desde su prisión de cristal cuando se podían las cosas obscuras y se quedaba ella sola, cuando la otra no se asomaba enfrente, aún en esos momentos ella repetía lo que le decía, una y otra vez, para que doliera menos cuando se asomará a decírselo de nuevo.
Pero a pesar de los maltratos, ella se aferraba a la idea que la persona detrás de la jaula decía las cosas sin pensar, creía que era su forma de demostrar el amor, porque era imposible que alguien no amará a su reflejo.