De primeras vistas

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Iba caminando por calle como todos los día, odiaba su trabajo, odiaba tener que caminar hacia su trabajo, pero era lo que le había tocado.

iba sumido en sus pensamientos, jamás se fijaba demasiado en el trayecto, en los demás peatones, en los autos, en nada. Se sabía el camino de memoria, había mecanizado el caminar y no necesitaba observar demasiado por donde iba; se paraba ante las luces verdes y avanzaba cuando los autos se detenían, doblaba las esquinas que debía doblar y reducía la velocidad mientras se acercaba a su destino, un edificio blanco y enorme, al que tampoco prestaba mucha atención.

Al doblar la última esquina levantó la vista por un momento, unas cuadras adelante vislumbro el edificio de la compañía para la  que trabaja, volvió a bajar la vista a la calle, como siempre, pero a medio camino su mirada chocó con la de alguien más. No fue demasiado rápido para procesarlo, cuando levantó de nuevo la vista buscando al dueño de aquella mirada se encontró con un puñado de personas caminaban, veían para todos lados, se detenían, charlaban entre ellas, pero nadie le veía a él. 

Todo ese día trató de concentrarse, hizo su trabajo como de costumbre, sin pensar mucho en ello, dejando que su menta divagará entre cualquier otro pensamiento que no estuviera relacionado con las cuatro paredes que bordeaban su oficina, pero después de un rato cayó en cuanta que no había estado haciendo nada, sus tareas para aquel día seguían ahí, sin haberse realizado. Por primera vez en muchos años tuvo que concentrarse en lo que estaba haciendo para hacerlo bien, repetía mentalmente los pasos del proceso a realizar aunque había hecho lo mismo durante los últimos veinte años, se sabía todo de memoria, pero ese día, justo ese día, no lograba recordar nada si no ponía en ello todo su empeño.

El pensamiento se le iba sin que él lo consintiera y termina, sin darse cuenta, en ese par de ojos castaños que había visto por apenas unos segundo, lo peor es que ni siquiera podía entenderlo, cuando se ponía a reflexionar al respecto no hallaba una explicación, no se sentía enamorado, tampoco se sentía atraído hacia el dueño de aquellos ojos, al que había visto mucho menos que a sus ojos. Entre más lo pensaba menos le encontraba sentido, pero aún así no podía evitarlo.

Terminó su jornada y camino a casa, había menos personas en las calles que en la mañana, pero no estaban aquellos ojos que a él le importaban, camino prestando atención a cada persona, a cada cosa, por primera vez en mucho tiempo no pudo evitar observar y, a pesar de que iba atento, estuvieron a punto de atropellarlo un par de veces cuando se cruzo donde no debía y también terminó chocando con varias personas, sin embargo él no estaba por ahí, sus ojos tampoco.

Al día siguiente prestó poca atención a sí mismo, no desayuno, se vistió a prisa y salió corriendo planeaba prestar atención a todo cuando viera por el camino, pero también pretendía quedarse un poco esperando en el mismo sitio donde había visto ese par de ojos. De nuevo, estuvo muy atento todo el camino, con la cabeza en alto y los sentidos alerta, volteando a mirar a cada personas directo a los ojos, pero no vio nada, llegó veinte minutos antes que el día anterior a la esquina donde le había visto, espero, espero, pero nada pasó, se dilató más de lo que debería, por primera vez llegaría tarde a su trabajo, pero poco le importaba, sin embargo no le vio.

Se dio por vencido y salió rumbo a su trabajo, estuvo todo el día con el ánimo por los suelos, no tan distraído como ayer, pero con menos ganas de hacer las cosas, el día se le hizo eterno, terminó todo su trabajo sin el más mínimo entusiasmo y espero, con el corazón en la mano, a que llegará la hora de salida.

De nuevo prestó toda la atención que fue capaz, pero no halló nada, repitió la misma rutina el día siguiente, y el día después de ese, y el día después, pero nada pasó. Al cabo de un mes era una persona totalmente diferente, estaba de mal humor todo el tiempo, llegaba tarde al trabajo, hacía las cosas mal por más que se empeñaba en hacerlas, al menos al principio, después de unos días la desesperanza se adueñó de él y le quitó toda la intención de al menos hacer el esfuerzo.

Una mañana caminaba perezosamente al trabajo, fijándose en todo lo que había a su al rededor,  lo había vuelto una costumbre, aún buscaba ese par de ojos, pero ya no tenía la ansia de antes, ya no tenía la esperanza de encontrarlos. Dobló la esquina, la misma esquina de esa vez y entonces pasó. 

Le vio a lo lejos, esta vez no le miraba, pero sabía que era él, no podía explicarlo, pero estaba seguro. Dejo todo y le siguió, no tuve que pensarlo demasiado, una falta en el trabajo, un posible despido, no parecía gran cosa si lo comparaba con la oportunidad de ver de nuevo aquel par de ojos, de conocer a su dueño.

Al principio tuvo cuidado, guardó distancia y fue cauteloso, nadie debía saber que estaba haciendo algo que rayaba en lo ilegal, pero tampoco podía dejar que el otro le viera, aún no estaba listo para darse a conocer, incluso si el chico al que seguía no se daba cuenta de que era el mismo con el que había chocado miradas hace tanto, incluso si no se daba cuenta de que le estaba siguiendo. Avanzaron a paso decidido por varias calles que él no conocía, pero que el otro para saberse de memoria, si lo analizaba parecía que estaba haciendo lo mismo que él hacía antes de conocerle, caminar sin fijarse demasiado.

El desconocido entró en un edificio de apartamentos, él se detuvo a pensar demasiado si debía seguirle, tal vez iba a visitar a alguien, tal vez iba a su casa, decidió entrar, subió un par de pisos y desde el borde del pasillo vio al chico entrar en el edificio 5G, fijó un sitio de vigilancia a cierta distancia, cerca de una ventana, había pensado en una perfecta escapatoria, si alguien preguntaba qué hacía diría que esperaba a alguien y se había acercado a la ventana para ver si venía y poder parecer un poco menos nervioso, todos le tomaría como el amante de alguien, nadie pensaría que esperaba ver salir a alguien.

Paso el día ahí, el chico salió un par de veces, fueron la tienda, regresaron, salieron a una biblioteca y después a una cafetería, donde el chico se reunió con un par de amigos, después volvieron al departamento, él supuso que ese era su hogar, con aquella información se fue al anochecer, decidido a volver al día siguiente, tal vez encontraría el valor para hablarle por fin.

Los días siguientes se volvieron una bruma, salía demasiado temprano de casa, para ver salir al chico a un paseo matutino que hacía, por eso se había encontrado sus miradas, cambiaba de ruta cada día, por eso había costado tanto dar con él, después iba a su trabajo, era profesor en una escuela durante unas horas al día, a veces salía con algunos amigos, a veces se refugiaba en alguna biblioteca, a veces recibía visitas, pero eran limitadas. Con la mayor parte de su tiempo dedicada a buscar estrategias para acercarse a aquel chico prestaba muy poca atención en el trabajo, no le había corrido, pero le habían llamado la atención infinidad de veces, a él no le importaba.

Un día se armó de valor, se paró a fuera del edificio y aguardó hasta que salió el chico, le abordó por la calle, lejos de su casa, le dijo que le había visto por la calle y que no había podido evitar el hablar, el chico le sonrió, halagado, charlaron un rato y después intercambiaron números, al momento de despedirse sus miradas se cruzaron de nuevo, como aquella vez en la calle, fue por más tiempo, él pudo observar los detalles de aquellos ojos castaños desde cerca y entonces supo lo que debía hacer.

Hablaron un poco por teléfono, acordaron una cita, él invitó al chico a su departamento, acordaron el día y la hora, lo más pronto posible. Él lo preparó todo, compro frascos y conservador, preparó bien el lugar y se aseguro de que tener espacio en la sala de estar, cuando el chico llegó él lo embistió, le dio un golpe en la cabeza y se aseguró de que hubiera muerto antes de empezar.

Salió al patio esa noche cuando el cielo estaba obscuro, dejó el cuerpo en un agujero bastante profundo que había excavado con anterioridad, puso la tierra en su lugar y se dio el lujo de sembrar algunas plantas en cima, así había un pretexto para la tierra removida. Entró a la casa, y sonrió satisfecho al ver el par de ojos castaños que le miraban sin mirar desde un par de frascos.

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