—¿Qué tengo de diferente con las demás personas? —le preguntó, con un ligero toque de ansiedad, ardiendo en deseos porque le respondiera con algo que le hiciera recuperar su seguridad.
—Nada —le respondió, simple, sin titubeos, sin dudarlo y sin pensarlo.
Le volteo a ver, con un gesto de duda en el rostro, al borde de un reclamo, con el disgusto por la respuesta obtenida apunto de brotar, pero se contuvo, eso no estaba bien, aún no.
—¿Cómo? —preguntó en lugar de soltar todo lo que le rondaba en la mente, dándole, inconscientemente una oportunidad para que arreglará su error, erro que, por supuesto, no había cometido.
—Sí, no tienes nada de diferente —afirmó, de nuevo, sin duda, pero esta vez continuo —no hay nada en ti que resalte más que en alguien más, todo somos diferentes, pero estoy contigo, te elegí a ti, porque hay algo en ti, algo en nosotros, que me hace saber que estoy bien aquí, hay algo en ti que necesito ahora, algo en ti que me hace bien, hay algo en nosotros que me hace sentir que estoy donde debo estar justo en este momento.