Este infierno cada vez es peor. Los hombres van y vienen. No he podido comer nada porque todo lo vomito. Lo único que hago es recurrir a los recuerdos para mantenerme cuerda.
–¿Se te pasó la pataleta?– pregunta Alessandro
No respondo, me giro y le doy la espalda. Lo escucho exhalar y acercarse. Me muevo cuando intenta tocarme.
–A mi no me das la espalda, volteate– dice con voz firme
–No quiero verle la cara a un hijo de puta como tú. No quiero que me toques, no quiero que me veas, no quiero nada contigo Alessandro. Mátame si se te da la gana pero no me tengas aquí así.
–Señores, bájenla.– se acerca a mi y me susurra al oído– Mi confianza tiene un límite y lo acabas de pasar. Ahora piedad a mi no me vas a pedir, porque es lo último que voy a tener con vos.
Entran dos hombres a la habitación y me vuelven a poner las cuerdas atando mis brazos en la espalda. Me obligan a salir de la habitación y me encaminan al edificio en donde volvemos a bajar al sótano. Comenzamos a bajar y los gritos vuelven a inundar mis oídos. Pasamos caminando entre las celdas en las que las mujeres gritan a más no poder.
Piden auxilio, gritan por comida, por que las saquen de donde están y los hombres de Walker pasan con total indiferencia. Pasamos al lugar en donde están las niñas, que lloran como sí el dolor nunca se les fuera a acabar. Es un maldita tortura estas aquí.
–Creo que debe pensar mejor cuando le hable al jefe– dice uno de los hombres.
–Usted no piensa, usted sigue órdenes. Cállese y vaya perro que arriba le tiene en hueso.– le digo al hombre.
–Aquí la que se calla es usted maldita perra.– dice y me tira a la celda en la que me pusieron apenas llegué.
–¡Lárguese maldito!– el hombre me manda una patada en el estómago que me hace doblarme.
El hombre se vuelve a acercar en donde estoy en el suelo y me suelta otra patada en las costillas.
–Déjenla, necesito ir a la oficina y me están haciendo perder el tiempo– dice Alessandro viéndome desde fuera de la celda.
Los hombres se hacen a un lado y salen. Cierran la puerta de la celda y se ponen al lado de Alessandro.
–Le enseñan lo que pasa aquí– indica Walker y sale de los sótanos.
Los hombres que me trajeron hablan con otros que parecen estar cuidando lo que pasa aquí abajo.
Los hombres de Alessandro salen con él y cierran el sótano desde arriba. Los hombres que se quedaron aquí abajo caminan por las celdas y sacan a dos mujeres y tres niñas. Las llevan a un salón aparte en el que anteriormente estuvieron los señores tocando a las niñas.
Intentó buscar una salida pero no hay forma de salir de esta maldita cueva infernal. Los llantos e las niñas me revientan los oídos y no por poder hacer nada para ayudarlas me está volviendo loca.
Dejan a las niñas al lado de las mujeres que sacaron en el salón donde estaban las escorias que tocaron a las niñas. Minutos después entran unos seis hombres y desearía sacarme los ojos para no ver lo que están haciendo.
Los hombres toman a las mujeres y comienzan a magrearlas. Las toman contra su voluntad y ellas parecen estar tan acostumbradas a esa mierda que los hombres las embisten y ellas se dejan como si no tuvieran vida. Su mirada es vacía y totalmente perdida.
Comienzo a gritar, golpear y patear el maldito vidrio que me encierra cuando dos hombres se acercan a las niñas. Las niñas gritan y lloran sin poder hacer nada porque los hombres las doblan en tamaño y fuerza. Grito a más no poder para que las suelten pero ni siquiera me pueden escuchar.
ESTÁS LEYENDO
Pasión por hoy
Teen FictionSamantha Williams una chica de 21 años cree que su vida es perfecta y que nada podría arruinarla, pero no tiene ni idea de lo que está por llegar. Christopher Adams entra a su vida sin previo aviso, de la forma más inesperada y de un momento al otro...