Olivia Eades es psicóloga y periodista con una vida hecha en el 1970, con su madre y hermano, sin deseos de casarse o tener hijos, sin preocuparse por la comida que todos los días tiene en su mesa y sin tener que luchar cada segundo para sobrevivir...
13 de mayo 1860. Vicksburg. Frontera entre Luisiana y Misisipi.
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El pueblo donde había pasado la noche se encontraba del lado de Misisipi junto al río que fluía hacia el Golfo de México. Era una zona tranquila en su mayoría, no había muchas personas y las pocas que vivían en sus granjas tan solo visitaban el pueblo para trabajar o abastecerse. En sí, el pueblo servía para los viajeros que iban de paso y como fuente de ingreso económico para muchas familias. Desafortunadamente Olivia no tenía mucho dinero y el que había traído de la granja planeaba guardarlo para cuando llegaran a Louisville, donde sabía comenzaría a necesitarlo.
Quizás le alcanzaría para una simple casa a las afueras de algún pueblo y luego tendría que ver cómo conseguir más para hacerle algunas ropas a Eli y Adrian, aunque primero debía aprender a coser bien una camisa.
Esa mañana, Jonathan vino por ellas al hotel y esperó en la puerta de la habitación mientras Olivia ayudaba a los niños a vestirse. Eli y Luke tenían mejor aspecto, pero Adrian seguía preocupándola.
Lo cargó en sus brazos al momento de dejar el hotel y por ese día, decidió que viajaría en el carruaje con Adrian en brazos y Jonathan llevaría su caballo de las riendas, el cual a su vez cargaba la carretilla donde Luke y Eli viajaban.
Meció a Adrian en su falda y acarició sus mejillas enrojecidas.
Debajo del techo del carruaje al menos tenían sombra y se estaba más fresco, aunque algo apretado entre todo lo que cargaban con ellos. Miró hacia el fondo del carro (por donde había subido) y vio que Jonathan viajaba detrás de ellos, donde podía vigilarla. No sabía si la seguía constantemente porque se preocupaba o porque no confiaba, pero tenerlo cerca le daba cierta tranquilidad al momento de enfrentar un mundo desconocido y peligroso.
No sabía cómo lograría sobrevivir cuando él siguiera su camino al llegar a Louisville.
Estaba intentando hacer un plan en su cabeza y el plan se complicaba con cada hora que pasaba repasándolo. Primero estaba Adrian, enfermo y quien dudaba se mejorara si no mejoraban primero las condiciones del viaje, eso significaba que necesitarían un médico y pronto, o alguien con conocimientos para ayudarlo. Tendría que gastar algo de su dinero en eso y tal vez no le quedaría suficiente para una casa. Su opción restante era un asilo de pobres. Emma se lo había mencionado unos días atrás durante el viaje; eran ambientes hostiles y deprimentes y lo único que haría sería trabajar de sol a sol, pero les darían un lugar donde dormir y comida todos los días. Si no encontraba otra solución entonces ese sería su destino y los niños también tendrían que trabajar en ese lugar, no había espacio para comodidades. No quería que Adrian o Eli trabajaran, los quería aprendiendo a leer y escribir y jugando todo el día como solían hacer en la granja.
Cuanto más pensaba acerca de sus posibilidades más rápido asumía que no estaría regresando a su época pronto. El mil novecientos setenta parecía quedar muy atrás en su pasado cuanto más miraba hacia Adrian y comprendía que no iba a abandonarlos, si ellos no podían viajar con ella entonces temía que el resto de su vida estuviera atada a ese siglo, a ese mundo salvaje.
