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Después de la cena, recorrieron el campo hasta su nueva casa, ubicada justo en los límites de la propiedad Morgan, con un bonito porche con dos sillas de madera, algunas flores adornando el jardín de enfrente y una bella huerta detrás. Jonathan la ayudó a subir los escalones ofreciéndole su mano y le abrió la puerta para que fuera la primera en ingresar.

La casa era espaciosa y familiar, no tan magnifica como aquella donde habían vivido la última semana, pero de alguna forma mucho más especial. Estaba hecha de madera, con el suelo cubierto de alfombras en algunas salas y varios cuadros adornando las paredes. Jonathan la siguió de cerca mientras ella exploraba. Miraron en la habitación de los niños, donde ya se encontraban sus ropas dobladas en cajones y sus juguetes junto a la cama y terminaron el recorrido de la planta baja en la cocina.

—Es muy hermosa...Me resulta difícil creer que tu padre ha permitido que la conservemos.

—A mí también —. Apoyó las llaves sobre la mesa en el centro de la cocina y se quitó el sombrero—. Supongo que mi madre lo ha convencido.

—Tu madre es maravillosa y tienes sus ojos.

Se acercó a la canasta adornando el centro de la mesa y corrió el trapo que la cubría para ver el interior repleto de verduras, frutas y carnes. Al parecer Dalia se había tomado muy enserio la celebración que debía tomar lugar en la intimidad del hogar una vez casados.

Olivia seguía intentando no pensar en eso o en lo cerca que Jonathan se paraba de ella algunas veces. Por un lado, se sentía sola y quería aceptar la comodidad y el calor que él ofrecía, pero al mismo tiempo pensaba que lo que sucedía estaba mal.

Se congeló junto a la mesa cuando lo sintió de pie a su espalda y miró hacia sus gruesas manos que rodearon suavemente su cintura y acariciaron su vientre. Su boca se entreabrió con un jadeo prisionero cuando la respiración de Jonathan acarició la piel sensible de su cuello y sus labios la tocaron.

—¿Quieres ir a nuestra habitación?

Asintió sin hablar y tomó su mano para que la guiara.

Su cuarto quedaba en el segundo piso al final del pasillo y cerca de otros dos dormitorios para los niños. Era un espacio amplio, con la chimenea abultando un lado de la pared, la enorme cama enfrentándola con un dosel donde podrían colgar cortinas y un armario donde tenían toda su ropa. Olivia se detuvo frente al colchón y acarició la manta con la yema de sus dedos.

Seguía sintiendo a Jonathan tan cerca que quemaba sobre su piel, su presencia y su tacto la debilitaban. Durante casi un año había extrañado la seguridad que sentía en los brazos de un hombre mientras le hacía el amor y había atravesado situaciones desesperanzadoras sintiéndose sola y desamparada, esa noche estaba en una de esas situaciones, pero con Jonathan a su lado, se sentía acompañada.

Sus manos acariciaron su cintura y se detuvieron sobre los botones del vestido en su espalda. Miró sobre su hombro cuando él comenzó a desabrocharlos lentamente y no lo detuvo.

—He estado deseándote desde aquel día en el lago —le susurro acercándose a su oído y besó su cuello—. Cuando te bañaste bajo la luna y las estrellas.

—Te dije que no podías verme.

—No lo hice, pero eso no me impidió desearte con todas mis fuerzas —. Le quitó el vestido y desanudó los cordones de las enaguas para que cayeran al suelo junto con la crinolette—. Soy consciente de que no merezco a una mujer tan hermosa como tú, Olivia...Y si quieres que me aparte, lo haré.

Se giró entre sus manos, con solo el corsé y la camisa de algodón en su cuerpo y se halló a sí misma negando y alzando las manos para tocar su rostro y trazar la forma de sus labios.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora