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28 de mayo 1861

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28 de mayo 1861.
Manassas, Virginia.

Olivia despertó con un estruendoso sonido que le dejó los tímpanos aturdidos, se sentó en la cama bruscamente y por un momento olvidó que se encontraba en el campamento de la unión en plena guerra. Asomó al exterior tan solo con su camisola y a la distancia, tan lejos que parecían hormigas perdidas en un paisaje, vio la guerra.

—Jonathan... —susurró y quiso dar un paso en su dirección.

En esos cuatro días había tenido la suerte de no haberlo visto entre los quinientos hombres acampando y que él no la viera ella. Harvie había sido de gran ayuda en absolutamente todo; desde encajar y memorizar las rutas por el campamento hasta evadir a Jonathan. Cuando él iba a estar en una carpa, Harvie se lo avisaba y Olivia evitaba circular por esa área hasta que Jonathan se marchara.

Y estaba manteniendo un perfil bajo para que los hombres no hablaran mucho de ella.

Regresó a la carpa y se vistió con su amplia falda negra y chaqueta, un delantal sobre esta y el sombrero de Jonathan.

Cruzó el camino decidida a ir a la carpa del hospital para hacerse de ayuda con los doctores y sus amigas, pero se detuvo bruscamente cuando una voz familiar le llegó desde el lado opuesto del camino y reaccionó rápido para ocultarse detrás de una carpa.

Jonathan se detuvo junto al General y apretó firmemente su mosqueta.

—Tenemos desventaja, General.

—Hasta el último hombre, teniente general, no quiero retiradas.

Había escuchado su voz tan solo por un fugaz minuto, pero había sido suficiente para llevarla a las lágrimas, imaginando su rostro al cerrar los ojos. Lo echaba tanto de menos, que tenerlo tan cerca la estaba torturando. Esperó hasta que los pasos se alejaron y entonces retomó su marcha e ingresó a la carpa.

Hasta el último hombre le había dicho el General y le provocó escalofríos tan siquiera imaginarlo. No quería que nada le sucediera a Jonathan en esa guerra, no en la primera que luchaba desde que se había enlistado y mucho menos cuando ella estaba determinada a salvarlo.

—Señora Eades, tenemos todo listo para recibir a los soldados —le informó Shyla llegando a ella por el pasillo entre las camillas—. Cincuenta camas limpias y agua hervida, ochenta trapos y litros de alcohol. También hemos hervido sus herramientas para que proceda con las cirugías.

Intentó disimular las náuseas que aquello le provocaba y forzó una sonrisa.

—Gracias, Shyla...Esperen en la puerta para recibir a los hombres. Harvie... —. Detuvo al hombre que se encontraba organizado las cosas con las señoras—. ¿Cómo empezó el conflicto?

—La unión decidió atacar por sorpresa esta madrugada —. Tendió las camas y colocó una vasija con agua limpia en la mesilla a un costado—. Tienen quinientos soldados al frente, pero creo que los confederados llevan cierta ventaja.

Vidas cruzadas: El ciclo. #1 TERMINADA +18. BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora