05 ⤖ ❝Tres semana sin el Sol❞

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La discusión de la junta no quedó allí. No, por supuesto que no.

Una vez que los hombres se largaron a las otras habitaciones del castillo, su padre le pegó como nunca. Y su madre... oh, su querida madre al intentar ayudarlo recibió una paliza también. Ambos tuvieron el ojo morado por varios días, y al príncipe Louis los resultados de los golpes seguían siendo bastantes visibles.

A raíz de su "mal comportamiento", su padre no le permitió visitar el pueblo durante casi un mes. Tampoco le dejó salir a los jardines por si se escapaba, porque si bien habían guardias por todas partes, Louis siempre se las arreglaba para huír. Estaba cansado de tener que ver la luz del Sol a través de las ventanas, de tener que observar a lo lejos a todo el mundo, de tener que sobrevivir con toda su familia entera.

Él y su madre pasaron tiempo juntos. Tejieron gorros de lana para la gente del pueblo, Louis aprendió con el paso de los días. El problema con su madre es que, ella al igual que su hijo, realmente se preocupaban por el pueblo. Pero incluso aunque fuera la reina, su esposo no le dejaba opinar por "ser mujer". Lastimosamente el mundo estaba a favor de los hombres, pues las mujeres poquísimas veces son escuchadas.

En la cena, Louis y su madre no hicieron más que mirarse cuando alguno de los otros decía un comentario fuera de lugar o simplemente estúpido.

Mientras miraba su comida, embobado moviendo los pedazos de pollo de un lado a otro, vió la silueta de una persona moviéndose en la otra punta de la sala, donde apenas llegaba la luz.
Entrecerró los ojos un poco hasta que vió una cabellera rizada, con el rostro tapado por las toallas que llevaba cargadas a su hombro. Abrió los ojos y se atragantó con el pedazo de verdura que tenía en la boca.

—¿Qué he dicho acerca de sirvientes cerca cuando cenamos? —exclamó su padre y desapareció por las escaleras, mirando por una fracción de segundo a Louis antes de desaparecer de su vista.

Louis limpió el contorno de su boca a pesar de no tener ningún trozo de comida, y se levantó demasiado brusco. La silla salió lanzada hacia atrás, por poco casi cayéndose hacia atrás y llamando la atención de todos.

—Lo siento. He terminado.

—Nos sentamos a cenar hace cinco minutos, tu plato está lleno y a menos que yo no lo diga, no puedes levantarte hasta que todos...

—Sí, lo que digas, padre. Pero mamá me ha dicho que sí puedo.

—Pero tu madre...

—¿Mi madre qué? —le desafió de manera alarmante para todos los demás presentes, y se fue, pasando por detrás de su padre solo para provocarlo un poquito más—. Buenas noches, Rey.

Louis al llegar a las escaleras, corrió como nunca. Corrió hasta el último piso y revisó cada una de las habitaciones vacías, de repente sintiendo que quizá todo había sido su imaginación por extrañarlo demasiado.

Y cuando abrió la puerta de su habitación, ya rendido, lo encontró tirado en su cama. Talló sus ojos para asegurarse de que era verdad, y Harry soltó una carcajada al notarlo.

—¡Shh! —cerró la puerta con esas tres trabas que su padre había insistido en poner por unas amenazas de muerte que la familia había recibido en el pasado—. ¡¿Qué haces aquí?! —susurró, caminado hacia él, totalmente sorprendido.

—Prometiste volver más seguido, y no has cumplido tu promesa. Así que vine. Porque te extrañaba.

Louis suspiró y se tiró a un lado de él, observando el techo.

—También te extrañé —dijo—. Es que... mi padre me ha castigado por varias cosas y... ¡y no me ha dejado salir ni al jardín!

—Vaya mierda.

—¡Lo sé! —se dió media vuelta para ver su perfil—. Es tan injusto... Realmente quería volver a verte, a verlos a todos. ¿Cómo están allá en el pueblo?

—Todos preocupados por tí.

—¿Enojados?

—Muy pocos, la verdad. Saben que desaparecer así como así no es común en tí, así que supusimos que esta vez te habían castigado fuerte.

—Sí...

—Madame Collin te ha preparado panecillos nuevamente, pero los comí en el camino —rio levemente y escondió un rizo tras la oreja.

—No hay problema.

—Realmente tenía hambre. Mamá ha vendido toda nuestra cosecha porque... hace poco alguien robó nuestra ropa y necesitábamos una nueva.

—¿Es en serio?

—Sí. Estuve cinco días con la misma ropa, fue asqueroso.

—Mierda, Harry. Debiste decírmelo, tengo tanta ropa que está amontonada en mi armario —se paró y abrió ambas puertas. Harry se sorprendió bastante al ver tanto desorden—. Tengo algunas camisas que puedo darte, realmente las detesto pero creo que se te verían bien.

—¡No, no! Louis, no puedes hacer eso. No te dejaré, en serio.

—De todas formas iba a regalártelas —comenzó a sacar prendas y a tirarlas sobre la cama—. El único problema es que mi madre no me dejará quitarle ropa para la tuya, pero te daré dinero luego.

—No...

—Es solo como una pequeña ayuda y...

—No, Louis. Ya me has ayudado bastante estos años, y yo...

—Primero, no es una molestia ayudarte. Segundo, me lo has compensado bien.

—¿Cómo?

—Estando conmigo... —suspiró—. ¿No me crees eso de "Eres la única persona con la que me siento cómodo"?

—Con tanta gente a tu alrededor... es difícil.

—Cómo sea, hagamos un trato. Aceptas esto, y prometo no intentar ayudarte más hasta que tú me lo pidas a mí.

—Mmm...

—Así, o nada.

—Okay, trato hecho. Pero... es demasiada ropa.

—No para mí. Realmente no me importa que te lleves todo eso —se sentó sobre la cama y comenzó a doblar las prendas.

—Yo lo hago, descuida.

—Okay... Oye, ¿y cómo está el Señor Miles?

—Oh.

—No me digas que...

—¡No murió! —las expresiones de Louis se relajaron completamente y suspiró—. Pero está realmente mal, creo que no llega a fin de año. Una lástima... A pesar de ser un viejo quejoso con la mayoría, le da vida al pueblo.

—Sí... —se acercó más a él e inclinó la cabeza al ver que Harry se encorvaba cada vez más para esconder su sonrojo. Colocó su índice en el mentón del contrario, levantó su cabeza y dejó un delicado beso sobre sus labios. Apenas un roce, una caricia. Algo tan simple que los volvió locos internamente.

—Louis...

—Tengo un plan.

—¿Un plan?

—Para la gente del pueblo. Para darles el oro del castillo.

—¡¿Tienen oro en el...?!

—Sí, sí —tapó su boca para evitar que gritara y miró su puerta, por si alguien intentaba entrar—. Y necesito tu ayuda.

—Cuenta conmigo.

Buenas. Doble capítulo porque estoy de buen humor, y porque el capítulo anterior fue bastante corto.

Gracias por leer.

La sensación de correr bajo la lluvia - [Larry]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora